martes, 28 de julio de 2015

Definiciones


A continuación se exponen unas cuantas definiciones muy elementales que es siempre necesario tener claras. Cualquiera interesado en la Teoría Económica sana, que es la de la Escuela Austriaca de Economía, debe conocerlas. Además, serán muy útiles para el próximo post.

Bien: cosas o algo que se crea (subjetivamente) que está en conexión causal con, y que sea posible utilizar para, la satisfacción de una necesidad humana.

Se habla de "cosas o algo" (things) porque no importa qué es lo que se considera. Ya sea algo tangible (material) o intangible (servicio), esa distinción es irrelevante para la definición general de bien.

Bien económico: es un bien que es escaso.

Escaso quiere decir que sus servicios no están disponibles en suficiente cuantía para satisfacer todos los fines en que los individuos desean utilizarlos. Como no se pueden satisfacer todos los deseos, debe necesariamente haber elección o, mejor dicho, acción.


Esta es solo una distinción terminológica. Un "bien" debe necesariamente ser "económico" (escaso). Hay cosas que no son escasas y que, por tanto, no son bienes (el aire, por ejemplo). Ellas son condiciones generales de bienestar humano (Mises, 1949: 93; Rothbard, 1962: 4), no son bienes en el sentido económico.

Para el fundador de la Escuela Austriaca, Carl Menger, hay cuatro prerrequisitos simultáneos que algo debe tener necesariamente para ser un bien (Menger, 1871: 52):
  • 1) Una necesidad humana
  • 2) Las propiedades de la cosa estén en conexión causal con la satisfacción de la necesidad humana
  • 3) Conocimiento humano de esta conexión causal
  • 4) Control suficiente sobre la cosa como para dirigirla a la satisfacción de las necesidades (propiedad o control)
Es absolutamente necesario que los cuatro se cumplan. Si solo falta uno de ellos, la cosa deja de ser un bien.

Años más tarde, Ludwig von Mises corrige un error de la teoría de Menger. Para Mises, las condiciones 2) y 3) son incorrectas. Menger, uno de los principales desarrolladores de la teoría subjetiva del valor, no aplica el subjetivismo lo suficiente. De hecho, Mises (1928) logra reparar el desacierto de Menger usando sus propias citas. Lo que realmente importa a la ciencia económica es que el ser humano crea o tenga la opinión que la cosa tiene capacidad para causar la satisfacción de la necesidad (Mises, 1928).

Por lo tanto, la lista mejorada por Mises de prerrequisitos necesarios para que algo sea un bien queda así:
  • 1) Una necesidad humana
  • 2) Las propiedades de la cosa estén en conexión causal con la satisfacción de la necesidad humana
  • 3) Conocimiento humano de esta conexión causal
  • 2) La opinión (o creencia) para el individuo economizador que la cosa es capaz de satisfacer sus necesidades
  • 3) Control suficiente sobre la cosa como para dirigirla a la satisfacción de las necesidades (propiedad o control)
Una vez más, es absolutamente necesario que se cumplan las tres y no falte ni una sola para que algo sea un bien.

Antes de sus usos en motores de combustión, el petróleo no era un bien. No se conocía una conexión causal para satisfacer ninguna necesidad. Al contrario, en lugar de ser un bien era un mal. Cuando se hacía un pozo y se encontraba, podía destruir la cosecha o el hermoso jardín del descubridor. La necesidad humana de energía o transporte existía, así como la posibilidad de cavar para conseguir petróleo. Se cumplían 1) y 3), pero el punto 2) no. Cuando se descubrió la conexión causal, el mal que era el líquido negro se convirtió en un bien.

Existe una necesidad humana para la luz solar o de un día soleado. Y se sabe subjetivamente que hay una conexión causal entre el día soleado y la satisfacción de nuestras necesidades (por ejemplo, tener uno para nuestra boda). Pero, hasta ahora, no podemos controlar (tener la propiedad de) el clima o el sol.  Por lo tanto, el sol o el clima no está sujeto a la acción humana. No es un bien, sino una condición general de bienestar humano. Como se dijo, el aire también lo es (Rothbard, 1962: 4).  Se cumple 1) y 2), pero no el 3).

La corrección de Mises permite explicar un hecho evidente de la realidad: muchas veces, la gente se equivoca en creer que algo satisface su necesidad. La definición de Menger implica que la conexión causal es una propiedad de la cosa, que está en el objeto. Si fuera así, la gente no se equivocaría. Sin embargo, hay personas que van a curanderos, buscan médiums para hablar con sus familiares muertos, etc. debido a que creen que con eso satisfacen alguna necesidad. Pero se pueden, y se suelen, equivocar porque su opinión era errónea.

Intercambio: un intercambio es una renuncia mutua y condicional al derecho de propiedad de bienes económicos.

Se dice que es mutua porque se hace recíprocamente entre dos (o más) personas. Es condicional debido a que las partes que ceden su derecho de propiedad, lo hacen solo porque esperan o saben que la otra hará lo mismo con el suyo. Yo renuncio a mi derecho de propiedad debido a que espero que tu renuncies al tuyo también (do ut des). No es un regalo, porque ello es una renuncia incondicional. El derecho de propiedad es el derecho de control sobre un bien económico.


Es importante aclarar que lo que realmente se intercambia son derechos de propiedad. No hay que entender el intercambio como necesariamente una transferencia de bienes que, al cambiar de dueños, se "mueven" de uno hacia otro. Al intercambiar zapatos por manzanas, ciertamente ambos se mueven de un dueño a otro al ceder mutuamente los derechos de propiedad. Pero si se intercambian pedazos de tierra en dos continentes distintos, es claro que los bienes no se trasladan. En todos los casos siempre se intercambian derechos de control, ya sea que los bienes se muevan o no.   

Dinero: es un medio de intercambio generalmente aceptado o comúnmente usado (Mises, 1949: 395, 398).

Un medio de intercambio es un bien económico que se adquiere no por sus  servicios como bien de consumo ni como factor de producción, sino que se demanda con la intención de cambiarlo ulteriormente por los bienes o servicios que el agente realmente necesita consumir o usar para producir. Cuando se generaliza su aceptación, esa es, según la Escuela Austriaca, su función esencial.

Bienes presentes: los bienes y servicios cuyos servicios están directa e instantáneamente disponibles (no necesitan ninguna posterior transformación) para ser consumidos o utilizados son bienes presentes. 

Los bienes presentes rinden sus servicios (por lo que son deseados) sin necesidad de ninguna transformación física previa (Hülsmann, 2009). Los bienes o servicios presentes existen (están disponibles) en este momento.

Bienes futuros: un bien o servicio futuro es la expectativa (presente) de disponer de (una cierta cantidad de) un bien o servicio en algún punto del futuro.

Es una deuda (I.O.U.) redimible en algún punto del futuro o, más correctamente, un derecho a bienes en el futuro. Los bienes o servicios futuros no existen (no están disponibles) todavía.

Préstamo: un préstamo o una transacción crediticia es un intercambio (o transferencia) de (títulos de propiedad de) una cantidad de bienes o servicios presentes por bienes o servicios futuros. 

La parte A inicialmente es propietaria (tiene el título) de U$S100. Entonces A decide contractualmente ceder (voluntariamente) su título de propiedad (derecho de control) sobre ese monto a favor de la parte B por un periodo de un año, bajo la condición de que B le devolverá un importe equivalente más intereses cuando transcurra ese tiempo. Ocurrido ese contrato, ahora B tiene el título de propiedad (derecho de control) de los bienes (U$S100) y a cambio A recibe una deuda (I.O.U.) por U$S100 más intereses a ser entregados de acá a doce meses. El título de propiedad solo puede ser aplicado a los bienes presentes debido a que existen, nadie puede ser propietario (tener el título de propiedad) de un bien futuro pues este no existe todavía. El sujeto A sí puede ceder el título de propiedad de sus bienes presentes, pero B no puede ceder la propiedad de bienes futuros específicos que aún no existen. El bien que recibe A es una deuda, no el dinero futuro en sí (Davidson, 2014). Uno no puede ser dueño (tener el título) del bien futuro específico pues todavía no se materializa, pero sí puede ser propietario del título de deuda a esos bienes futuros. Es meramente un título a un todavía no existente bien futuro, el cual no crea un correspondiente bien presente (Block et al. 2013). 

Observen que la definición de bien futuro dada arriba como "expectativa", implica que uno intercambia bienes presentes existentes no por los bienes futuros en sí mismos, pues no existen todavía; sino por algo que también existe (una deuda) y que dará disposición de bienes en un punto del tiempo. Es claro que, al hablar de un préstamo como "un intercambio de bienes presentes por bienes futuros", uno no se está refiriendo a que, al momento de hacer el cambio, se transfieran inmediatamente los bienes futuros específicos (inexistentes aún), sino a una deuda por los mismos. Lo que existe en la actualidad, y lo que se intercambia por bienes presentes, es la expectativa presente a los bienes futuros, pero los mismos todavía no.

Esta es una diferencia fundamental: un bien/servicio o es presente o es futuro. Un bien o servicio presente existe en este momento. Y, por ende, esta disponible para el uso en cualquier instante del presente o en cualquiera momento (presente) del futuro. Mientras que, por otro lado, un bien futuro no existe, todavía. No se puede disponer de él aún. De ningún modo es una cuestión de grado, sino que es de sustancia (Hoppe et al., 1998). O es uno o es otro, no hay tercera posibilidad.

La distinción entre bienes futuros (no existentes, todavía) y presentes (existentes ahora) es categórica. En cualquier punto del tiempo una suma de dinero, un auto o lo que sea existe o no existe. Otra verdad absoluta es que nadie, en un momento dado, puede actuar con otra cosa que no sean bienes presentes. Para alcanzar a realizar los bienes en el futuro, se deben emplear bienes presentes ahora. Los free bankers tratan erróneamente de negar esta distinción categórica como si fuera una de grado (Hoppe et al., 1998). El hecho de que un préstamo (de dinero, de un auto o lo que sea) madure en un minuto, una hora o un día, en absoluto cambia todo lo expresado y mucho menos impide diferenciar bienes presentes de futuros. No existe un "grado" intermedio entre existir y no existir.






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sábado, 25 de julio de 2015

Vistazo al debate sobre reserva fraccionaria VS 100 por ciento


Una de las divisiones más definitorias e irreconciliables dentro de la Escuela Austriaca está en si la emisión de medios fiduciarios es siempre inflacionaria, descoordinadora y causante de ciclos económicos o si no lo es. No hay tercera posición en ese análisis. 

Desde el punto de vista económico (no el ético o legal), el conocido debate dentro de la Escuela Austriaca de banca (libre) con reserva fraccionara V.S. banca (libre) con reserva de 100 % para los depósitos a la vista (demand deposits) y similares es, en definitiva, una discusión de si la expansión de medios fiduciarios produce o no inflación y el fenómeno conocido como ciclo económico (Salerno, 2010). Entendido de este modo, el enfrentamiento no es otra cosa que la plasmación de dos movimientos de teoría monetaria que históricamente jamás han sido reconciliados: la Escuela neo-Monetaria y la Escuela neo-Bancaria. Los predecesores de ambas, la Escuela Monetaria (Currency School) y la Escuela Bancaria (Banking School), tuvieron un debate titánico a mitad del siglo XIX principalmente en Gran Bretaña (Salerno, 2010). Este es uno de los temas principales que diferencian la rama misesiana de las demás, dentro de la Escuela Austriaca.

A continuación, se presenta solo un pequeño vistazo de la controversia cuyos participantes ya traté de listar. Además debo aclarar que, dada la gran cantidad de bibliografía citada, no he linkeado cada uno de los trabajos en sus respectivas fechas como suelo hacer en este blog. Sin embargo, cada uno está explicitado al final del post y la mayoría de ellos se consiguen fácilmente en Internet.

Desde Mises hasta los 80's

Como explica Hülsmann (2000), desde que Ludwig von Mises publicara su primera obra fundamental monetaria en 1912 (Mises, 1912) llamada La Teoría del Dinero y del Crédito (de los Medios Fiduciarios, en realidad), la posición de la Escuela Austriaca respecto de los efectos de la emisión por parte del sistema bancario de medios fiduciarios siempre fue principalmente escéptica. En 1912, aun cuando el joven Mises de 31 años destacaba algunos aspectos probablemente positivos, expresaba serias reservas económicas sobre la actividad bancaria con reserva fraccionaria y su capacidad de expandir el crédito circulatorio. Posteriormente el mucho más maduro y sabio Mises de los años 40's (Mises, 1940; 1949), cuando completó íntegramente su teoría monetaria (Salerno, 2010), se opuso firmemente a cualquier expansión de medios fiduciarios descartando las cualidades positivas que destacó de joven (Salerno, 1993; 2010; 2012). A tal punto, que favorecía el arreglo institucional que, dentro de lo humanamente posible, él creía que podría traer la supresión casi total de la emisión de nuevos medios fiduciarios: la libertad bancaria (Salerno, 2012). 

Su gran alumno y futuro premio Nobel (precisamente por sus trabajos de esta época), Friedrich von Hayek, en sus primeros escritos monetarios y sobre ciclos (Hayek, 1929; 1931; 1937) examinaba los efectos nefastos de la creación de medios fiduciarios. En particular, cómo provocaban inevitablemente un ciclo de auge y depresión. Hay que notar, sin embargo, que a pesar de que el joven Hayek de 30 años conocía perfectamente las consecuencias perturbadoras (Hayek, 1929), veía los efectos cíclicos como "el precio que hay que pagar" por usar la expansión de medios fiduciarios para acelerar el desarrollo económico más allá de lo que la gente ahorra (Block y Garschina, 1996). Es decir, Hayek parecía sugerir que se debía continuar con el sistema que permite la expansión de medios fiduciarios (reserva fraccionaria), aun cuando inevitablemente causen ciclos, si se quería seguir acelerando el progreso técnico y comercial (Block y Garschina, 1996). A pesar de eso, se equivocaba en su análisis de costos y beneficios, comparación que ni siquiera es posible (Block y Garschina, 1996). Un par de años después (Hayek, 1931; 1937), cambió de opinión a favor del 100 % de reserva (Huerta de Soto, 1998b: 366-71, 564-65). 

Continuando con la tradición misesiana, Murray Rothbard fue probablemente el más enfático opositor al negocio bancario de emitir medios fiduciarios vía la reserva fraccionaria antes de los años 80's y durante toda su vida (1962a; 1962b; 1963; 1983; 1994).

Debido al peso intelectual de todos ellos, hasta la década del 80 se puede considerar que el "mainstream" dentro de la Escuela Austriaca en temas monetarios era la oposición a la emisión de medios fiduciarios por parte del sistema bancario. 

Sin embargo, la "ortodoxia" austriaca en temas monetarios seria desafiada...

Los "renegados" free bankers 

A mitad de los años 80's ocurre un cisma dentro de la Escuela Austriaca: en 1984 un economista austriaco, Lawrence White, se desvía del mainstream monetario con su defensa histórica y teórica de la banca libre con reserva fraccionaria (White, 1984; 1989; 1999). La exposición de White es apoyada y extendida por su alumno, y también austriaco (en ese momento, porque ya no lo es), George Selgin (1988; 1996). A ellos se unieron también Larry Sechrest (1993) y Steven Horwitz (1988; 1989; 1992) junto con monetaristas y miembros de la escuela subjetivista inglesa (Huerta de Soto, 1998a; 1998b: 525-27), entre otros. Así nació el bando opuesto al 100 % de reserva para depósitos a la vista que se suele llamar, por su nombre en inglés, Free Banking (banca libre) y cuyos partidarios son los denominados "free bankers".

Aparte de Rothbard (1988), Walter Block (1988) y Joseph Salerno (1991a; 1991b; 1993; 1994), casi nadie defendió directamente la posición "ortodoxa" austriaca a finales de los años 80's y principios de los 90's. Como consecuencia de ello, la posición free banker a favor de la reserva fraccionaria ganó cada vez mayor aceptación, al punto de que estuvo cerca de convertirse en la nueva ortodoxia dentro de la escuela (Hülsmann, 2000). 

Fue precisamente este éxito lo que despertó el interés en el tema y provocó que, a mitad de la década del 90, apareciera la crítica a sus respectivos análisis. Iniciando así el épico debate de la reserva fraccionaria V.S. el 100 % de reserva. Hans-Hermann Hoppe inicia la defensa de la posición monetaria tradicional (Hoppe, 1994), criticando a Selgin y White. Seguido de Jesús Huerta de Soto (1995), Jörg Hülsmann (1996) y Mark Skousen (1996).

La gran batalla a favor y en contra de los medios fiduciarios

Luego de esas reacciones, los propios Selgin y White (1996) contraatacaron apuntando explícitamente contra Hoppe y Huerta de Soto (el artículo de Hülsmann era muy reciente, así que no lo abordaron directamente). Argumentaron que la reserva fraccionaria, en un entorno libre, ni era un fraude ni era inestable económicamente. Su paper (cuyo título es, por lejos, el más original del debate) era básicamente una defensa de su posición favorable a la emisión de medios fiduciarios por parte del sistema bancario solo bajo ciertas condiciones: para ajustar un aumento previo de la demanda para retener los mismos. Es decir, para mantener un "equilibrio monetario". En esas circunstancias, la emisión de medios fiduciarios no solo no era distorsiva, sino que, además de estabilizar (el flujo de gasto de) la economía, incluso podía inducir a aumentar el stock de capital.

La respuesta completa vino dos años después cuando Hoppe, Hülsmann y Block contestaron la defensa tanto legal como económica de la reserva fraccionaria presentada por Selgin y White (Hoppe et al. 1998). La emisión de medios fiduciarios incluso ante cambios en su demanda provoca una adicional descoordinación económica, no la soluciona. Emitirlos para ajustar un aumento de su demanda lejos de ayudar a equilibrar la economía, solo la descoordina más e impide el ajuste de precios relativos que, suponen los free bankers, logra conseguir. Luego Hülsmann desarrolló su teoría del error, continuando la crítica a la reserva fraccionaria (Hülsmann, 1998a). Huerta de Soto añadió una nota final al debate en 1998 (Huerta de Soto, 1998a) junto con su obra magna en temas monetarios (Huerta de Soto, 1998b). Y Pascal Salin (1998) se enfrentó a Hülsmann (1998b).

El enfrentamiento de Salin, White y Selgin contra Hoppe, Hülsmann, Block y Huerta de Soto fue la batalla central y ocurrió a finales de los 90's. Entrado el nuevo milenio, la guerra continuaba. Selgin (2000), Salin (2001), Horwitz (2000) y White (2003) por un lado y Hülsmann (2000; 2003; 2004; 2008a; 2008b) por otro. Block y Barnett II (2005) ofrecen argumentos económicos adicionales contra Selgin y White y, además, Hauwe (2006) hace un análisis crítico de toda la teoría de la banca libre con reserva fraccionaria.

La nueva generación

En la actualidad, el debate está aún lejos de concluir y ha llegado a las nuevas generaciones de economistas austriacos. Por dar un ejemplo: los pupilos de Huerta de Soto, David Howden y Philipp Bagus, se atrevieron a desafiar la teoría de George Selgin en el año 2010 (Bagus y Howden, 2010).

Selgin (2011) y Horwitz y Evans (2011) respondieron junto con los jóvenes Alexander Salter y William Luther (2012). Bagus y Howden replicaron a cada uno: a Selgin (Bagus y Howden, 2011a), a Horwitz y Evans (Bagus y Howden, 2012a) y a Salter y Luther (Bagus y Howden,  2012b). También Block, Bagus y Howden (2013) contestaron a Michael Rozeff (2010), Bagus, Howden y Gabriel (2014) a Evans (2013), entre otros trabajos.

Recientemente Laura Davidson (2012) ha refutado completamente la teoría del "(des)equilibrio monetario" que es la base en la que muchos free bankers construyen su fundamentación económica de la reserva fraccionaria. También ha salido al cruce de alumnos free bankers y contra la reserva fraccionaria en términos de la teoría de la transferencia de títulos (Davidson, 2014). Además es destacable el ataque al "equilibrio monetario" y los precios rígidos (sticky prices) de Bagus y Howden (2011b). Y hay muchos más ejemplos. Por nombrar uno más, el debate ha decantado, incluso entre defensores del 100 %, en si el descalce de plazos es legítimo o no y si causa el ciclo económico o no.

A diferencia de lo que suelen dar a entender los free bankers, la discusión y la defensa del coeficiente de caja del 100 % continúa hoy viva y mejorándose. Y, al menos hasta ahora, el caso contra los medios fiduciarios está lejos de ser correctamente refutado. Todavía no se ha dado fin al sano debate académico que divide a la Escuela Austriaca.








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lunes, 20 de julio de 2015

Fecha alternativa de la recesión de 1920-21


Como ya vimos anteriormente, uno de los argumentos típicos de keynesianos y monetaristas sobre la "depresión de 1920-21" en Estados Unidos es que uno de los factores principales involucrados en la salida de la misma fue que la FED tuvo una política monetaria expansiva. Como la tasa de descuento de la Reserva Federal comienza a bajar antes de que la recesión (según el NBER) termine, entonces su conclusión es que gracias a esa disminución se logró salir.

En un anterior post se afirmó que las fechas del NBER fueron y son severamente cuestionadas por, entre otros, Christina Romer. Pues en un paper del año 1999 Romer (1999), acá la versión para el NBER, muestra que la recesión de 1920-21 terminó unos meses antes de lo que dice el organismo. Mientras que para el NBER el pico del ciclo económico es en enero de 1920 y el valle en julio de 1921; para Romer (1999) el pico es enero de 1920 y el valle es en marzo de 1921. Por lo tanto, la fecha en que comenzó a bajar la tasa de descuento del banco principal de la FED (el de Nueva York) y la fecha en que la economía americana salió de la recesión ya no ocurren una luego de la otra, como se ve en este gráfico (tomando el mes posterior al pico como el inicio de la recesión).

Tasas de descuento de varios bancos de la Reserva Federal
en 1919-22 con la recesión según Romer (1999)
Según las modernas fechas de Romer, la economía americana ya había salido de la recesión cuando la tasa de interés todavía estaba en su máximo histórico de 7 %. Pero en política monetaria no todo es la tasa de descuento, veamos que ocurrió con la oferta de dinero según las cifras de Friedman y Schwartz (1963: 709-10).

Variación anual del M1 y M2 de Friedman y Schwartz (1963) 
en 1919-23 con la recesión según Romer (1999)
Ciertamente la recesión inicia cuando la oferta monetaria amplia comenzó a decaer en su tasa anual de crecimiento e incluso se empieza a hacer negativa, nada que sorprenda a ningún austriaco. Pero observen que, de acuerdo con Romer, la recesión ya había terminado cuando la oferta monetaria decrecía a mayor tasa anual. En el momento en que más se contraía (en tasas anuales) el stock de dinero, la economía americana ya estaba fuera de la recesión y en el inicio de otra expansión.

En palabras simples, usando las fechas de Romer, la recesión de 1920-21 terminó en marzo de 1921 cuando la tasa de interés todavía estaba en el máximo histórico (de ese momento) de la FED y cuando la tasa anual de crecimiento de la oferta monetaria (M1 y M2) aún no alcanzaba su cúspide de contracción.





Friedman, Milton y Schwartz, Anna J. (1963) A Monetary History of the United States, 1867-1960. Princeton, NJ: Princeton University Press. 1993.

Romer, Christina D. (1999) "Changes in Business Cycles: Evidence and Explanations". The Journal of Economic Perspectives. Vol. 13, No. 2, 23-44.

miércoles, 15 de julio de 2015

Keynesianos confirmando a Rothbard


Observen el siguiente párrafo, traducido por mí, de Rothbard (1963: 304-05): 
Así, la administración de Hoover persiguió una gigantesca política inflacionaria desde marzo hasta julio de 1932, aumentando las reservas controladas en $1.000 millones por medio de la compra de títulos públicos por parte de la FED. Si todos los demás factores se hubieran mantenido constantes, y los bancos hubieran prestado todo, la oferta monetaria habría crecido abrupta y salvajemente en alrededor de $10 mil millones en ese periodo. En lugar de eso, y afortunadamente, la política inflacionaria fue revertida y derrotada. ¿Qué la derrotó? Los extranjeros que perdieron confianza en el dólar, en parte como resultado del programa, y sacaron el oro fuera. Los ciudadanos americanos que perdieron la confianza en los bancos y cambiaban sus depósitos a notas de la Reserva Federal. Y finalmente los banqueros, que se resistían a seguir poniéndose en peligro, usando los recientemente aumentados recursos ya sea para pagar sus deudas con la Reserva Federal o permitiendo que se acumularan en sus bóvedas. De este modo, afortunadamente, la inflación provocada por el gobierno fue transformada en deflación gracias a las decisiones del público y de los bancos. La oferta monetaria cayó unos $3.5 mil millones. Como veremos más abajo, la economía americana alcanzó el punto más bajo de la depresión durante 1932 y 1933, y aun así ya había empezado un movimiento ascendente a mitad de 1932. No es descabellado pensar que la considerable deflación de julio de 1931-julio de 1932, totalizando $7.5 mil millones de efectivo y depósitos o 14 %, fue en parte responsable del repunte de mediados del verano.
El programa inflacionario al que se refiere el autor austriaco ya lo vimos. Ahora bien, si uno mira las fechas convencionales del NBER va a notar que la Gran Depresión fue una recesión que duró desde el pico de agosto de 1929 hasta marzo de 1933. Un total de 43 meses de contracción de la actividad (tomando desde luego del pico). Obviamente, las fechas del NBER indicarían que Rothbard se equivocaba. A mitad (y durante todo el resto) del año 1932, la económica americana todavía estaba en recesión y no había comenzado a ascender.

Sin embargo, debe siempre tomarse en cuenta que las fechas del NBER no son absolutamente seguras. Han sido, y continúan siendo, criticadas y revisadas por los economistas. Por ejemplo, la nuevo keynesiana Christina Romer hace unos años realizó un mucho mejor fechado no solo para parte del siglo XIX, sino también para el lapso entre guerras (1918-1939). Veamos el periodo 1929-1933 según el NBER y según las cifras mejoradas de Romer:

Gran Depresión: la recesión de 1929-1933 según el NBER y Romer

El "pico" es el punto máximo del ciclo e indica que, a partir de ahí, comienza una contracción de la actividad. Mientras que el "valle" es el fondo del ciclo y suele implicar que, desde allí, empieza la expansión.

Como se puede notar, según Romer, la recesión de la Gran Depresión terminó en julio de 1932 y comenzó la expansión. Justo donde Rothbard aclaraba en 1963 que hubo un repunte.

martes, 7 de julio de 2015

Cuando "la causa" de la Gran Depresión NO provocó una gran depresión


La explicación más extendida sobre las causas del cataclismo de 1929-1933 en Estados Unidos es la monetarista y dice, en general, algo así: la Gran Depresión fue causada por la Reserva Federal (FED) debido a que no hizo lo suficiente para evitar que la cantidad de dinero se contraiga un tercio (Friedman y Schwartz, 1963: 352) y que el número de bancos también lo haga en la misma medida (Friedman y Schwartz, 1963: 299). De allí viene el comentario de Friedman de que por cada 3 dólares en depósito que había en 1929, solo quedaban 2 dólares en 1933. Y por cada 3 bancos de 1929, existían solo 2 en 1933.

En este blog hemos revisado la visión de la Escuela Austriaca de Economía sobre la Gran Depresión. La misma no culpa a la contracción monetaria en sí (de hecho, demuestra que la FED hizo todo cuanto pudo para reinflar el crédito), sino a la política del gobierno de Hoover y a los intentos de la Reserva Federal de mantener artificialmente altos precios y salarios.

Sin embargo, hay un caso histórico que sirve para ilustrar que la explicación austriaca tiene mucho más sentido para comprender los hechos acaecidos en los años 30s que la monetarista.

Casi a mediados del siglo XIX en Estados Unidos ocurrió un ciclo económico cuya fase de contracción se comienza a manifestar con el pánico de 1837. Sin meternos demasiado en cuales fueron las causas, veamos como se desarrollaron los hechos posteriores.

Dado que, en general, no hay datos completamente seguros de los hechos concernientes al siglo XIX; siempre es bueno usar varias fuentes o una sola que haga un análisis con ese criterio. Friedman y Schwartz (1970: 231-32) enseñan tres fuentes diferentes de oferta monetaria para los años previos a 1867. El siguiente cuadro las muestra para el periodo 1837-1843:

Oferta Monetaria de Estados Unidos, 1837-1843 según
autores. Fuente Friedman y Schwartz (1970: 231-32)
Noten que todas registran una caída de más de un tercio en la oferta monetaria, desde el pico de 1838 hasta el valle de 1842. Lo mismo que ocurrió en el periodo 1929-1933 y que, según los monetaristas, fue la causa principal del cataclismo de la Gran Depresión. Los propios Friedman y Schwartz mencionan el episodio del siglo XIX (Friedman y Schwartz, 1963: 299-300), aunque el trabajo más importante sobre esa crisis es el de Temin (1969) y su estimación de la oferta monetaria también se encuentra en Temin (1968). Veamos algunos datos de ese periodo:
  • La oferta monetaria se redujo un 34,2 % entre 1839 y 1842. Es decir, la cantidad de dinero se contrajo un tercio en 1839-1842 
  • La cantidad de bancos se redujo en un 23 %, incluyendo el Banco de Estados Unidos. O sea, un cuarto de los bancos colapsaron (Rothbard, 2002: 101; Salerno, 2010: 277 basados en Temin, 1969) 
  • Según Measuring Worth, el índice de precios al consumidor cayó un 12,4 % entre 1839 y 1842 y, si tomamos hasta 1843, bajó un 20,5 %. Mientras tanto, los precios mayoristas se desplomaron un 42 % (Rothbard, 2002: 101; Salerno, 2010: 277 basados en Temin, 1969) 
  • De acuerdo con Measuring Worth, el PBI real (en dólares de 2009) aumentó un 5,8 % entre 1839 y 1842. Y, si tomamos 1839-1843 (porque hasta 1843 los precios aún seguían bajando), el PBI real creció 11 % 
  • El consumo real aumentó 21 % entre 1839 y 1843 (Rothbard, 2002: 103; Salerno, 2010: 277-78 basados en Temin, 1969) 
  • Sin embargo, la inversión bruta real se desplomó un 23 % en 1839-1843 (Rothbard, 2002: 103; Salerno, 2010: 278 basados en Temin, 1969) 
¿Cual fue el "secreto" para que factores similares a los que causaron la Gran Depresión no provocaran en 1839-1843 un cataclismo similar al de 1929-1933? Simple, no hubo intervención estatal para evitar que salarios y precios se ajustaran a la situación económica y monetaria. Es decir, los salarios eran flexibles (Rothbard, 2002: 103-04; Salerno, 2010: 277-78). Como dice Margo (2000: 159): "Los salarios nominales antes de la Guerra Civil eran flexibles en respuesta a shocks nominales o reales sostenidos, pero no de inmediato."

En conclusión, para los monetaristas la causa principal del colapso de la Gran Depresión en 1929-1933 fue (que la FED permitió) la reducción de un tercio de la cantidad de dinero en ese periodo con las quiebras bancarias. Sin embargo, en 1838-1842 la cantidad de dinero también se redujo en más de un tercio, junto con una desaparición importante de bancos y una deflación fenomenal, sin causar un cataclismo ni remotamente similar. Es decir, sin desempleo masivo y permanente del 25 %, sin una caída catastrófica del PBI real, sin una reducción descomunal del consumo real. Por supuesto, la crisis no fue un paseo por el parque. Gente quedó temporalmente desempleada y mucha riqueza se perdió en mala inversión.

La brutal caída de la inversión real refleja la muy saludable liquidación de las malas inversiones del auge previo (Salerno, 2010: 278) y la flexibilidad de salarios explica que, aun con una contracción monetaria, quiebras bancarias y una deflación similares; la economía pudo funcionar en el siglo XIX sin colapsar como en los años 30s del siglo XX.

Como ya se aclaró, la contracción monetaria y la quiebra de bancos per se no fue la causa de la Gran Depresión. Sino los esfuerzos del gobierno (y de la FED) para evitar el reajuste de precios y salarios relativos.





Friedman, Milton y Schwartz, Anna J. (1963) A Monetary History of the United States, 1867-1960. Princeton, NJ: Princeton University Press. 1993.

Friedman, Milton y Schwartz, Anna J. (1970) Monetary Statistics of the United States: Estimates, Sources, Methods. New York: Columbia University Press for the National Bureau of Economic Research.

Margo, Robert A. (2000) Wages and Labor Markets in the United States, 1820-1860. Chicago: University of Chicago Press.

Rothbard, Murray N. [Salerno, Joseph T. Ed.] (2002) A History of Money and Banking in the United States: The Colonial Era to World War II. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Temin, Peter (1968) "The Economic Consequences of the Bank War". Journal of Political Economy. Vol. 76, No. 2, 257-274.

Temin, Peter (1969), The Jacksonian Economy (The Norton essays in American history). New York: W. W. Norton & Company.