martes, 30 de junio de 2015

Austriacos, y no tanto, partidarios y en contra de la reserva de 100 %


Continuando con el tema sobre el 100 % de reserva, a continuación se presenta una lista propia de economistas que respaldan o no dicha reserva total. El listado está compuesto por integrantes de la Escuela Austriaca y de otros que, aun sin ser partidarios, tienen alguna conexión con ella. En palabras simples, para entrar en esta lista se debe cumplir: 1) tener una posición más o menos clara sobre el debate de reserva fraccionaria VS 100 %. 2) ser relativamente reconocido en el mundo académico o, en su defecto, páginas con cierto prestigio. 3) ser economista de la Escuela Austriaca. 4) no ser economista de la Escuela Austriaca pero, cumpliendo 1) y 2), estar relacionado o haber sido influido mínimamente por la misma. 5) preferentemente que sus trabajos principales sobre el tema sean de mitad del siglo XX en adelante.

Además, debe aclararse que aquí "100 %" quiere decir: coeficiente de reserva de 100 % + libertad bancaria completa + Patrón Oro. Lo que se conoce como Patrón Oro libre y de 100 por ciento (100 Percent and Free Gold Standard). Lo aclaro porque hubo otros planes para el 100 % de reserva, pero eran sin Patrón Oro y/o sin libertad bancaria. Por último, y para no iniciar polémicas innecesarias, evitaré incluir en la lista a Mises o a Hayek. Solo hago el post a título informativo, para que los que averigüen sobre el tema sepan de qué lado está cada quien. 

Es una lista que no es exhaustiva en absoluto. Son solo los que recuerdo. Por lo tanto, bienvenidos sean todos aquellos que deseen completarla con nombres adicionales y cumpliendo aproximadamente el criterio propuesto. 

Estos son los que están a favor de:

100 % de Reserva                              Reserva Fraccionaria
Philipp Bagus                                                       Maciej Bitner
William Barnett II                                               Nicolas Cachanosky
Toby Baxendale                                                       Paul Cwik
Walter Block                                                               Kevin Dowd 
John P. Cochran                                                       Anthony Evans
Laura Davidson                                                       Alexander Fink 
Nikolay Gertchev                                                       Michał Gamrot
Jeffrey Herbener                                                       Roger Garrison 
Hans-Hermann Hoppe                                       David Glasner
David Howden                                                       Steven Horwitz 
Jesús Huerta de Soto                                               Jeffrey Hummel
J. Guido Hülsmann                                               William Luther
Robert P. Murphy                                               Juan Ramón Rallo
Thorsten Polleit                                                       Adrian Ravier
George Reisman                                                       Pascal Salin
Murray Rothbard                                               Alexander Salter
Joseph Salerno                                                        Larry Sechrest
Frank Shostak                                                       George Selgin 
Brian P. Simpson                                                       Kurt Schuler
Mark Skousen                                                       Richard Timberlake
                                                                              Lawrence White
                                                                              Leland Yeager

lunes, 29 de junio de 2015

Los cinco premios Nobel, y otros economistas importantes, que apoyaron el 100 % de reserva


Cuando algunos economistas de la Escuela Austriaca hablan en la actualidad de que, para evitar las crisis financieras y económicas recurrentes, los bancos deberían actuar con un coeficiente de reserva de 100 % para los depósitos a la vista; mucha gente reacciona con incredulidad pensando que solo se trata de la receta de una secta minoritaria. Estamos tan habituados a la inflación desde hace tantas décadas, que una solución que la corte de raíz suena como algo loco que se le ocurrió a un pequeño grupo de desconocidos. 

Lo cierto es que ha estado muy lejos de ser una ocurrencia de una secta minoritaria de marginados. Aunque podríamos rastrear el apoyo a esta propuesta hasta los debates del siglo XIX entre la Escuela Monetaria y la Escuela Bancaria, por simplicidad, nos quedaremos en el siglo XX. 

Cinco premios Nobel y muchos de los economistas más importantes del siglo XX han aceptado y promovido, en algún momento, la idea de que los bancos debían funcionar con un coeficiente de caja del 100 % para los depósitos a la vista. Algunos cambiaron de opinión, pero en cierto momento eran partidarios de la propuesta. Los premios Nobel son:

Friedrich von Hayek (Premio Nobel de Economía 1974)

Milton Friedman (Premio Nobel de Economía 1976)

James Tobin (Premio Nobel de Economía 1981)

Maurice Allais (Premio Nobel de Economía 1988)

Frederick Soddy (Premio Nobel de Química 1921)

Así es. A pesar de que era químico, en algún momento de su vida Soddy se interesó por la ciencia económica. Desafortunadamente, de sus escritos principalmente brotaba inflacionismo (crankismo monetario) y una mala comprensión de muchos asuntos económicos. Pero, de entre los desvaríos de su plan de reforma monetario, el pedir un coeficiente de reserva de 100 % destacaba como una idea interesante y correcta. Frank Knight fue muy crítico de los errores de Soddy, pero consideraba acertada la parte práctica. De hecho, posiblemente el químico haya sido el inspirador de otro hecho importante en la historia del pedido de encaje del 100 %: el Plan Chicago.

El Plan Chicago (Chicago Plan) fue un programa ideado por economistas de la Universidad de esa ciudad durante los años 30s (comenzando desde 1933) para abolir la reserva fraccionaria y realizar una reforma monetaria consistente, principalmente, en requerir el 100 % de reserva de dinero emitido por el gobierno para los depósitos a la vista. Evitando así la creación "de la nada" de dinero depósito por parte de las instituciones financieras. Algunos economistas que apoyaron y desarrollaron el plan:

Henry Simons (principal impulsor)

Irving Fisher

Frank H. Knight

Lloyd W. Mints

Albert G. Hart 

Henry Schultz

Garfield V. Cox

Aaron Director

Paul H. Douglas

Como se ve, son muchos de los más reconocidos economistas del siglo XX.

Por supuesto, debe quedar claro que la similitud entre este primigenio plan de la Escuela de Chicago y el de la Escuela Austriaca solo se queda en el coeficiente de 100 %, nada más. Predeciblemente, los economistas de Chicago siempre han sido partidarios del control gubernamental del dinero (bajo "ciertas reglas"). La Escuela Austriaca, muy por el contrario, rechaza de plano que el dinero sobre el cual se exige la reserva completa sea un dinero estatal y también repudia la regulación gubernamental del sector bancario.

Aun cuando, en última instancia, es posible que Robert Lucas no apoye el 100 %; la idea se ve "mejor y mejor" para él. ¿Agregaremos un sexto premio Nobel a esta lista en el futuro?

Por último, debe aclararse que esto no debe ser tomado como un argumento de autoridad. Que algo sea apoyado por premios Nobel o los más importantes economistas no lo hace necesariamente correcto. El objetivo del post es mostrar que el coeficiente de caja del 100 % no es una idea loca de un grupo minúsculo de economistas de una Escuela perdida y marginal. Sino que fue y sigue siendo, ya sea en las modernas versiones austriaca (acá y acá) o de chicago, una propuesta muy seria de reforma del defectuoso y privilegiado sistema financiero actual.

jueves, 25 de junio de 2015

Las consecuencias no deseadas del plan del Papa


Ya vimos que el Papa ignora completamente el mecanismo interno del mercado que asegura la tendencia a la conservación de los recursos. Pero demos un paso más para ver lo erróneo del contenido económico de la encíclica de Bergoglio.

Incluso suponiendo que fuera cierto lo que dice el argentino, su plan para ayudar a los más necesitados se termina destruyendo y perjudicándolos enormemente. El Papa dice
De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: «Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre»... 
Por eso se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable.
Mark Perry ha publicado un genial post lleno de gráficos, entre los cuales destaca este:


En él se muestra la proporción del ingreso (luego de que se deducen los impuestos) que se gasta en consumo de energía según quintiles para el año 2013 en Estados Unidos. Un quintil es la quinta parte de una población estadística ordenada de menor a mayor, en este caso, según ingresos. De izquierda a derecha, primero está el 20 % de la población con menor ingreso (Lowest 20%) hasta la quinta porción que es el 20 % de mayor ingreso (Top 20%). Ese patrón de gasto en energía es de Estados Unidos. Pero en los países pobres, la proporción es aún mayor.

Observen que el 20 % de la población más pobre gasta más en energía, el 24 % de su ingreso luego de impuestos. Mientras que el 20 % más rico es el que menos gasta, solo el 5 % de su ingreso.

Perry también linkea este post de Diana Furchtgott-Roth. Ella explica que, a pesar de que el Papa dice que el deterioro del ambiente perjudica especialmente a los más pobres, seguir su agenda "verde" de abandonar los combustibles fósiles los perjudica mucho más.

La electricidad a partir de combustibles fósiles sigue siendo, en general, más barata respecto a las alternativas: se estima que el costo promedio de una planta de gas natural que entre en servicio en 2020 es $75 por hora de megawatt VS $125 de una planta solar y $101 de una de biomasa.

En palabras simples: si, para reducir la emisión de gases, se pasa hacia energías alternativas a los combustibles fósiles (que son más caras), los mayores afectados son los más pobres. 

Dado que 1) los más pobres son los que más gastan en energía y 2) la energía de fuentes fósiles es, en general, más barata que las alternativas; entonces pedir políticas para abandonar los relativamente baratos combustibles fósiles implica empobrecer todavía más a los más pobres.

El pedido del Papa para ayudar a los más pobres evitando los combustibles fósiles, termina empobreciéndolos aún más. Las consecuencias no deseadas de las acciones de su plan para reemplazar los combustibles fósiles atentan contra los objetivos del propio proyecto. 

Aun asumiendo que Bergoglio tuviera razón (que no la tiene) en dudar del mercado, seguir su consejo de políticas de abandono de combustibles fósiles para "proteger el ambiente" y ayudar a los más desprotegidos solo termina haciéndolos más pobres. Un fracaso completo debido a la ignorancia sobre la Economía.

sábado, 20 de junio de 2015

Socialismo papal


Como ya vimos hace años, había razones sobradas para llamar "socialista" al nuevo Papa argentino, de acuerdo con su propia primera encíclica. Bien, pues hace unos días sacó la segunda y, predeciblemente, en cuanto a razonamientos económicos, está repleta de errores. La misma se trata, básicamente, sobre el medioambiente y las acciones humanas para con él. No voy a meterme con la polémica de si el supuesto calentamiento global producido por el hombre está demostrado científicamente de manera rigurosa (de lo cual hay muchas dudas seriamente justificadas). Ese tema espinoso deberá esperar. En este post solo me concentraré en un asunto fundamental, a saber: la mala comprensión económica del Papa respecto de la conservación de los recursos en el mercado.

Lo siguiente es más que suficiente para saber cuál es el pensamiento papal al respecto. Según Bergoglio:
Por eso, hoy «cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta»… 
En este contexto, siempre hay que recordar que «la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente»… ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones? Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana. 
El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque aumenta la producción, nadie mide en ese cálculo la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiversidad o aumentar la contaminación. Es decir, las empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los costos.
La pregunta más lógica que el esquema conceptual del Papa jamás puede responder es: ¿Por qué los avaros empresarios no agotaron todo el cobre de todas las minas rápidamente hace décadas? ¿Por qué no extrajeron todo el mineral inmediatamente al momento de descubrir la mina para maximizar sus ganancias? ¿Por qué lo hacen gradualmente?

Solo ese hecho tan evidente destruye la afirmación "Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la natura­leza…". Pero veamos seis puntos del mecanismo del mercado que el Papa desconoce y por los cuales todo el argumento vaticano es completamente falso*:


El dueño de un recurso no renovable sabe que si quintuplica la producción de este año, su ingreso actual también se quintuplica. Hasta acá llega el miope razonamiento papal y el de muchos socialistas. Pero la cosa no termina en eso. 

El propietario del recurso también sabe perfectamente que, si hace eso, lo está depredando. Y al hacerlo, está perdiendo el ingreso futuro que le daría. En el mercado, esa pérdida de ingreso futuro se refleja inmediatamente en el valor monetario (el precio) de la mina que contiene el recurso que se depreda. Si baja el precio de la mina, disminuye también el de las acciones de la misma. El valor actual de capital de la mina y de las acciones, se basa en el ingreso futuro esperado (descontado) de la producción del recurso. Depredar la mina implica destruir su precio monetario y el de las acciones. Si la caída del valor del capital fuera mayor que el incremento en el ingreso de las ventas, el ingreso total (en sentido amplio) se reduciría. Todo dueño de recurso debe sopesar las ventajas de los ingresos inmediatos que obtiene produciendo contra la pérdida de valor de capital de toda la mina y, por ende, la pérdida de valor de sus acciones.

El error es evidente: muchos socialistas y el Papa solo ven los ingresos inmediatos, pero no ven los costos o las pérdidas de valor del capital. Precisamente ese es el factor que hace que los empresarios necesariamente tengan en cuenta el futuro. Las decisiones del dueño del recurso dependen de muchos elementos futuros: los rendimientos futuros del recurso, de la demanda, de las existentes y esperadas tasas de interés, etc. 

Por ejemplo, si se espera que el recurso se vuelva obsoleto (que valga cero) en unos años porque surge un sustituto, el dueño se apresurará a producir ahora lo más que pueda porque actualmente es cuando es más valorado por la gente. El precio de hoy es, en términos relativos, más alto que dentro de unos años. Conservará menos del recurso para el futuro cuando se espera que valga cero. El dueño está beneficiando a los consumidores y a toda la economía produciendo ahora, pues es actualmente cuando es más intensamente necesitado.

Otro ejemplo contrario y el que nos interesa para ver las falacias del Papa: si se espera que en unos años el recurso se agote. Entonces el dueño del recurso va a producir mucho menos en la actualidad y esperará a después para producir más, cuando sea más necesitado y los precios mayores. Una vez más, beneficiando a los consumidores y la economía produciendo luego cuando sea más necesario en unos años y no desperdiciándolo ahora.

En otras palabras, si se espera que el precio del recurso se eleve mucho en el futuro relativo al actual, el valor del capital relacionado con su producción va a aumentar el día de hoy. Como también sube actualmente el costo marginal de producir el producto marginal. Si suben los costos, entonces las empresas (que, suponemos, maximizan los beneficios como dice el Papa) hoy en día reducen la producción y aumentan la conservación. ¿Por qué lo hacen? Porque el ingreso (del producto) marginal presente está en el mismo nivel bajo (respecto al futuro).

Como se demuestra, precisamente debido a que los empresarios buscan el máximo beneficio, las decisiones entre producción presente contra futura de los dueños de los recursos no solo los benefician a ellos, sino a los consumidores y a la economía. La búsqueda del máximo beneficio es lo que produce la conservación del recurso valioso, si se espera que se agote en el futuro.

Por lo tanto, la frase del Papa "si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros…" es completamente falsa en un mercado libre. Precisamente porque se quiere maximizar los beneficios, interesa muchísimo si se produce hoy a costa de producir menos en el futuro.

2) Pero eso no es todo. Supongamos que se espera que el recurso se agote en el futuro. Como consecuencia del punto 1), mucho recurso es ahorrado y no utilizado o producido hoy en espera de la mayor demanda y precios futuros por la escasez anticipada. El resultado de eso es que el precio hoy del recurso tiende a subir. Todos sabemos que, cuando algo es más caro, tiende a conservarse más, se cuida más y se desperdicia menos. Cuando el agua vale cinco veces más, es más difícil que vayas a estar 30 minutos en la ducha como antes del aumento. Cuando las chicas compran botas que valen una fortuna, las conservan o guardan solo para ciertas ocasiones especiales (casamientos, etc.) y no las usan para salir a caminar en el barro un día lluvioso. El precio más alto produce una tendencia a conservar el recurso porque es más costoso utilizarlo. Los procesos de producción y el consumo tenderán a usar menos del recurso, pues su costo es ahora mayor.

3) El mayor precio del recurso también induce a buscar más del mismo usando fuentes conocidas o desconocidas que antes, al precio menor, era no-rentable utilizar. Los empresarios tienden a embarcarse en la búsqueda de nuevos yacimientos del recurso que previamente daba pérdida explorar. Yacimientos alternativos donde los costos no hayan subido tanto. 

4) Al mismo tiempo de 1), 2) y 3), el precio mayor provoca que ahora sea rentable producir sustitutos del recurso que antes, cuando el precio era menor, no valía la pena crear. Muchas veces no hay sustitutos para ciertos recursos no porque no existan, sino porque no es rentable crearlos. Usar sustitutivos hace que el recurso que subió de precio tienda a conservarse y ahorrarse aún más. Dedicándose solo a aquellos usos más urgentes para los cuales no hay sustituto.

5) El punto 4) asume que se producen sustitutos conocidos con la misma tecnología existente, pero que antes del aumento de precio no era rentable crear. Sin embargo, el mayor precio del recurso induce, adicionalmente, a realizar rentablemente investigación en nuevos descubrimientos tecnológicos. Ya sea para a) producir más del recurso, b) encontrar nuevas formas de ahorrarlo o c) crear sustitutos nuevos más baratos con nueva tecnología.

6) Con el precio aumentado, se vuelve un negocio rentable realizar campañas de ahorro del recurso. También hace beneficioso hacer reciclaje del mismo.

El Papa jamás toma en cuenta la especulación. ¿Por qué? Una vez más, al igual que muchos socialistas, el término "especulación" es algo que él reprocha como malvado y jamás trata de comprender. Por ello dice:
Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad huma­na y el medio ambiente. 
Hay demanda especulativa para recursos no renovables como existe para cualquier stock de otro bien económico en el mercado. La función de la especulación, que el Papa decide ignorar, es asignar los recursos escasos (renovables o no) a esos usos en aquellos momentos cuando la demanda de los consumidores vaya a ser más urgente o mayor. El especulador, al guardar y conservar el recurso esperando a un momento futuro, beneficia a los consumidores al trasladar el uso del recurso al momento del tiempo cuando ellos más lo necesitarán en comparación con el presente.

A Bergoglio no le importa la función de la especulación (si es que tiene una). Simplemente se la condena y se ignora su cometido. Al no tomar en cuenta la especulación, que necesariamente implica que los dueños del recurso miran hacia adelante y sus ingresos futuros, el empresario es miope y simplemente aumenta su producción presente para aumentar sus ingresos actuales a costa del futuro que supuestamente no ve. 

Sin embargo, precisamente porque anticipa y especula con la posible escasez futura, es que cuida el recurso hoy.

El Papa no es socialista porque "habla de los pobres". Esa es una muy mala defensa de su parte, pues es un argumento basado en una falacia lógica: apelar al sentimiento. Escudándose tras la palabra "pobres" (que inmediatamente despierta la compasión de la audiencia), trata de ganar la aceptación de su conclusión.

Francisco es socialista (o estatista, si se quiere) debido a que razona como ellos y usa prácticamente los mismos argumentos falaces que los que eligen esa ideología. 

Pide evitar el manejo de un asunto por parte del mercado basándose en ignorar o rechazar (sin ningún argumento válido, claro) el mecanismo de este último que realiza exactamente lo que él niega que pueda hacer. La ignorancia y el rechazo sobre el funcionamiento del mercado, es el pecado original del socialismo y del estatismo.


*Véase el capítulo 13 de acá y el capítulo 9 de acá.

jueves, 11 de junio de 2015

El exceso de consumo


Además de la mala inversión, otro concepto fundamental en la Teoría Austriaca del Ciclo Económico, aunque pasado por alto en general, es el de exceso de consumo. Muy enfatizado por la rama misesiana de la Escuela Austriaca, no se puede entender completamente la teoría del ciclo si no se toma en cuenta. De hecho, como demuestra Salerno (2012), las críticas contra la teoría del ciclo austriaca de Paul Krugman, Bryan Caplan, Brad DeLong y otros son falsas precisamente porque no lo toman en cuenta.

El exceso de consumo (overconsumption) es desahorrar y desacumular capital, para poder aumentar el consumo temporalmente. Es decir, significa consumir el capital.

Un exceso de consumo es causado directamente por dos vías (Salerno, 2012): 

1) Beneficios ficticios: los empresarios consumen parte de los beneficios ilusorios del proceso inflacionario. Cuando el poder adquisitivo del dinero no varía de manera brusca y arbitraria (impredeciblemente); el cálculo monetario contable de los empresarios puede realizar la tarea de informar los beneficios con la mayor veracidad humanamente posible (Mises, 1949: 225). Sin embargo, durante el auge inflacionario, aparecen beneficios artificiales (Huerta de Soto, 1998: 291-92; Rothbard, 1962: 993-94; 1963a: 17-18; 1963b: 52-54; Mises, 1949: 546-47). Las "ganancias ilusorias" explican el aumento del consumo empresario a costa de la descapitalización (Machlup, 1935; Baxter, 1955; Bach, 1958; Baer y Simonsen, 1965; Lacey, 1944a; 1944b; 1953; Huerta de Soto, 2008). La inflación hace muy difícil para los empresarios el distinguir un aumento de demanda de los consumidores transitorio y artificial; de un aumento verdadero y permanente (Rothbard, 1963b: 52).

2) Efecto riqueza neta: las familias consumen más por el aumento artificial del valor de sus activos. El consumo de los hogares está determinado por a) sus ingresos y b) la riqueza de activos que poseen. Estos activos son, en general, el hogar donde viven (real estate) y la tenencia de acciones o títulos. Un incremento en el valor de alguna o ambas clases de activos (ya sea este aumento real o que los agentes solo perciban que son más ricos); tiende a provocar un aumento del gasto en consumo. Ello es así porque los agentes están más cómodos y seguros de su riqueza (De Bonis y Silvestrini, 2011; Sousa, 2009; Iacoviello, 2011; Sierminska y Takhtamanova, 2007; Shen, Holmes y Lim, 2013). La expansión crediticia tiende a elevar artificialmente el valor de los activos (Bagus, 2007): tanto los precios de los hogares (housing wealth effect), como el de los activos financieros (financial wealth effect), y además predispone a crear burbujas (Bordo y Landon-Lane, 2013a; 2013b; Taylor, 2007). 

Alguien podría preguntar ¿"exceso" con respecto a qué? Como ya se aclaró con la mala inversión, este consumo es mayor respecto a lo que hubiera sido sin la intervención inflacionaria que distorsiona del cálculo económico monetario. En la medida que el auge comienza, el consumo es mayor relativo a lo que era antes del boom y sin la distorsión.


Veamos un ejemplo simple de cómo se puede consumir el capital. Si una maquina se compra a $50.000 en el año 2004, y se estima que va a durar 10 años; entonces el porcentaje de amortización se calcula en base a ese costo histórico. Todos los meses se destina el mismo monto basado en $50.000. Suponiendo una cuota de amortización anual, en este caso se ahorra $5.000 al año. Para cuando llega el décimo año y la máquina ya no sirve, hay que reemplazarla para mantener la capacidad productiva. Como hubo inflación en el periodo, entonces para el año 2014 la maquina vale, digamos, $65.000. Sin embargo, el empresario solo tiene $50.000 y no la puede adquirir. El emprendedor no ha detraído suficiente amortización. Los beneficios aparentaron ser más grandes de lo que realmente eran. Los $1.500 por año que le ha faltado ahorrar, se consumieron o repartieron como dividendos, descapitalizando la empresa. El empresario gastó la renta neta más una parte de la bruta que debe dejar a un lado para mantener su producción en el mismo nivel. Su consumo aumentó temporalmente (los años que gastó los $1.500 adicionales), pero al costo de desacumular capital. Cabe destacar que el uso de números índice no ayuda a arreglar el problema (Hayek, 1931: 321; Salerno, 2012).

Al igual que el caso de la mala inversión, en el mercado continuamente se produce exceso de consumo ya sea deliberado o por error. También existe simultáneamente acumulación de capital (Mises, 1949: 488-89). Pero, a menos que sea inducida, el exceso de consumo no es un fenómeno generalizado y sistemático. Puede haber casos particulares de exceso de consumo producidos ya sea deliberada o erróneamente, pero el mercado no crea incentivos a la desacumulación de capital sino al contrario. 

A pesar de ser causado directamente por los beneficios ficticios y el efecto riqueza, el exceso de consumo se financia con la expansión monetaria; aun cuando posteriormente se impulse de la caída de la demanda de dinero a medida que aumentan las expectativas inflacionarias (Salerno, 2012). 

El mayor consumo por parte de empresarios y hogares eleva aún más el precio y rentabilidad de los bienes de consumo. Como consecuencia, más factores productivos y trabajadores se dedican a producirlos, quedando menos recursos disponibles para aumentar el stock de bienes de capital e incluso reponer los existentes. Esta es la esencia del consumo de capital (Salerno, 2012). Dado que el exceso de consumo provoca esta disminución de la oferta de bienes de capital, es inconcebible que ocurra un "exceso de inversión" (Salerno, 2012). Una razón más que se suma a la ya expuesta de por qué el llamar a la Teoría Austriaca del Ciclo Económico una teoría de "exceso de inversión" es un absurdo.







Bach, G. L. (1958) "How Important is Price Stability in Stable Economic Growth". En United States. Congress. Joint Economic Committee. (1958) The Relationship of Prices to Economic Stability and Growth. Compendium of Papers Submitted by Panelists Appearing Before the Joint Economic Committee. Washington, D.C.: United States Government Printing Office. 33-47.

Baer, Werner y Simonsen, Mario H. (1965) "Profit Illusion and Policy-Making in an Inflationary Economy". Oxford Economic Papers New Series. Vol. 17, No. 2, 279-290.

Bagus, Philipp (2007), "Asset Prices - An Austrian Perspective". Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política. Vol. 4, No. 2, 57-93.

Baxter, W. T. (1955) "The Accountant's Contribution to the Trade Cycle". Economica New Series. Vol. 22, No. 86, 99-112.

Bordo, Michael D. y Landon-Lane, John S. (2013a) "What Explains House Price Booms?: History and Empirical Evidence". NBER Working Paper No. 19584.

Bordo, Michael D. y Landon-Lane, John S. (2013b) "Does Expansionary Monetary Policy Cause Asset Price Booms; Some Historical and Empirical Evidence". NBER Working Paper No. 19585.

De Bonis, Riccardo y Silvestrini, Andrea (2011), "The Effects of Financial and Real Wealth on Consumption: New Evidence from OECD Countries". Bank of Italy. Research and International Relations. Working Papers No. 837.

Hayek, Friedrich A. von (1931) Prices and Production. London: Routledge and Sons. En Salerno, Joseph T. Ed. (2008) Prices and Production and Other Works. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Huerta de Soto, Jesús (1998), Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos. Madrid, España: Unión Editorial S.A. 2009.

Huerta de Soto, Jesús (2008), "Crisis Financiera: El Fracaso de la Reforma Contable". Universidad Rey Juan Carlos. España.

Iacoviello, Matteo (2011), "Housing Wealth and Consumption". Board of Governors of the Federal Reserve System: International Finance Discussion Papers No. 1027.

Lacey, Kenneth (1944a), "Commodity Stocks and the Trade Cycle". Economica New Series. Vol. 11, No. 41, 12-18.

Lacey, Kenneth (1944b), "Commodity Stocks and the Trade Cycle: A Reply". Economica New Series. Vol. 11, No. 43, 140-142.

Lacey, Kenneth (1953), Profit Measurement and Price Changes. London: Pitman Publishing.

Machlup, Fritz (1935), "The Consumption of Capital in Austria". The Review of Economics and Statistics. Vol. 17, No. 1, 13-19.


Mises, Ludwig von (1949), Human Action. The Scholar's Edition. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 1998.


Rothbard, Murray N. (1962) Man, Economy, and State, with Power and Market. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2004.


Rothbard, Murray N. (1963a) America's Great Depression. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2000.

Rothbard, Murray N. (1963b) What Has Government Done to Our Money? Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2010.

Salerno, Joseph T. (2012) "A Reformulation of Austrian Business Cycle Theory in Light of the Financial Crisis". Quarterly Journal of Austrian Economics. Vol. 15, No. 1, 3-44.

Shen, Xin; Holmes, Mark J. y Lim, Steven (2013), "Wealth Effects and Consumption: A Panel VAR Approach". Department of Economics, University of Waikato.

Sierminska, Eva y Takhtamanova, Yelena F. (2007) "Wealth Effects Out of Financial and Housing Wealth: Cross Country and Age Group Comparisons". Federal Reserve Bank of San Francisco. Working Paper Series No. 2007-01.

Sousa, Ricardo M. (2009) "Wealth effects on consumption: evidence from the euro area". European Central Bank: Eurosystem. Working Paper Series No. 1050.

Taylor, John B. (2007) "Housing and Monetary Policy". NBER Working Paper No. 13682.

martes, 9 de junio de 2015

Sobre la mala inversión (III): Qué hacer con ella


Ya vimos qué es y cómo ocurre la mala inversión. Pero, una vez que ya se llevó a cabo, ¿Qué puede pasar con la inversión erróneamente realizada? Para saberlo, debemos entender el concepto de convertibilidad de los bienes de capital.

La convertibilidad es la oportunidad ofrecida por los bienes de capital para ajustar su utilización ante un cambio en los datos del mercado (Mises, 1949: 501). 

Una vez la inversión se realiza, y los bienes de capital se producen apuntando a algún fin; un cambio en las condiciones puede revelar que un error se ha cometido. Si en un determinado proceso de producción se cambia el objetivo al que ya se viene enfilando; entonces pueden ocurrir cuatro cosas con los bienes de capital ya producidos (Mises, 1949: 499-500):

1) Utilización: Es posible que, en un golpe de suerte o habilidad, el bien de capital sea tan útil para el nuevo fin como lo era para el primero.

2) Subutilización: El bien de capital es útil para el propósito cambiado sin alterarlo. Pero, si se hubiera sabido que se usaría para el nuevo fin, no se habría dedicado tanto esfuerzo a producir ese bien de capital. Se hubieran fabricado, a menor costo, otros bienes que rendirían el mismo servicio.

3) Adaptación: Que sean útiles para el nuevo fin, pero solo después de ser sometidos a un ajuste o a una adaptación muy costosa. Se habría podido ahorrar este costo si se hubiera empezado desde cero apuntando al nuevo fin y no al primero.

4) Desperdicio: Puede ser que los bienes de capital se vuelvan totalmente inservibles para alcanzar el nuevo fin y que todo el esfuerzo gastado en ellos fue una pérdida.

Lamentablemente, en el mundo real, la opción 1) es la menos frecuente de todas. Los bienes de capital no son perfectamente convertibles para todos los fines. Pero puede ocurrir que la inversión pasada en un bien que apunta al objetivo A no se pierda. Pues el mismo también sirve para el fin B, que es al que hay que apuntar en las presentes circunstancias.

Las opciones 2) y 3) son muy comunes. Bajo las nuevas circunstancias, los bienes de capital anteriormente creados para otra coyuntura, o bien se infrautilizan o hay que someterlos a un costosa adaptación. En ambos casos hay una pérdida. Pero, al menos, no es total. En términos coloquiales, algo se puede "salvar de la quema".

La última opción 4) es la pérdida total. No se puede salvar nada. Al cambiar las circunstancias, el bien es inútil y no se espera que sirva. Sin ser lo poco frecuente que es el punto 1); sí suele ser menos común que los puntos 2) y 3).

Pero estas frecuencias de ocurrencia cambian durante un periodo de mala inversión sistemática inducida (el auge del ciclo económico). Durante este, muchos bienes de capital están muy avanzados temporalmente en las etapas y, por ende, son menos convertibles. Por lo que una parte importante devienen en inservibles para los nuevos fines de consumo. Otros deben ser readaptados pagando un gran costo. Algunos, aún siendo útiles, se producen durante el auge en una escala mucho mayor de la necesaria. Finalmente, una minoría, es probable que sirvan perfectamente para los nuevos fines de la estructura productiva más orientada hacia el consumo.

El problema de la convertibilidad ante cambios en fines, no es un asunto que afecta solo a los bienes de capital. También ocurre con los bienes de consumo final. Si alguien adquiere un bien para consumirlo y luego cambian las condiciones bajo las cuales se compra en primer lugar; el adaptar su uso a las nuevas circunstancias es un problema de convertibilidad (Mises, 1949: 501-02).

Por regla general, en cualquier proceso de producción determinado, mientras más cerca del fin se encuentre el actor, más difícil es la reconversión de los bienes de capital hacia otro fin (Mises, 1949: 500; Huerta de Soto, 1998: 224-26).

Por ejemplo, el caso de los lingotes de acero recién salidos del horno (etapa inicial del proceso productivo). Estos pueden ser convertidos a una variedad de fines: acero para autos o, si cambia la demanda, se pueden usar para barcos, estructuras de edificios, tornillos, etc. Pero un vez que se usan los lingotes para hacer una lancha (bien de consumo), y a su vez se descubre que los consumidores demandan autos en realidad; ya no se pueden recuperar. 





Huerta de Soto, Jesús (1998), Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos. Madrid, España: Unión Editorial S.A. 2009.

Mises, Ludwig von (1949), Human Action. The Scholar's Edition. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 1998.

sábado, 6 de junio de 2015

Sobre la mala inversión (II): Como ocurre


Ya hemos visto la definición de mala inversión y su importancia. Ahora que sabemos qué es, hay que examinar como ocurre.

Como explica Mises (1931), la mala inversión puede surgir de cinco maneras: 

1) No se anticipan mejores métodos de producción o localización: la construcción de una planta de producción está justificada en el momento de hacerla, pero, como luego surgen mejores métodos de producción o se descubren mejores ubicaciones, ya no es rentable. 

2) Se anticipan mal los posteriores cambios del mercado: la planta construida en su momento era rentable, pero ya no lo es debido a un cambio de los datos del mercado. Como, por ejemplo, una caída en la demanda que no es anticipada. 

3) Se anticipa mal directamente al mercado: la planta construida nunca fue rentable desde el inicio. Su construcción es una mala especulación. A diferencia del caso 2), donde la planta al menos era rentable al inicio y luego, por un cambio imprevisto, deja de serlo; esta es una inversión errónea desde el momento de empezar a hacerla

4) Depende de una intervención estatal: es posible que la inversión sea ruinosa desde el inicio, como el punto 3). Pero es llevada a cabo gracias a una intervención estatal que, al ser quitada, deja en evidencia que es un error haberla montado. 

5) Falsificación de cálculo económico: La especulación incorrecta del punto 3) ocurre porque se falsifica el cálculo económico monetario del empresario sobre la rentabilidad esperada de la inversión. La tasa de interés bruta de mercado artificialmente baja por una expansión del crédito (medios fiduciarios); hace rentable un proyecto que, en ausencia de la financiación barata, resulta ser en realidad inviable. Esto es lo que describe la Teoría Austriaca del Ciclo Económico.

Observen que los puntos comparten algo en común: todos tienen que ver con la anticipación de circunstancias futuras y en todos se yerra. La única diferencia es que en unos casos el error es humanamente inevitable (1), 2) y 3)) y en otros es inducido (4) y 5)). 

De hecho, se podría interpretar que los puntos 1) y 2) son solo dos aspectos de los fenómenos que mutan permanentemente y que hacen que una inversión previamente rentable deje de serlo. Siendo el punto 1) un cambio tecnológico y el 2) uno de la demanda.  

Dado que ningún empresario tiene previsión perfecta sobre el futuro, la mala inversión en el mercado, es decir, los puntos 1), 2) y 3); es algo puntualmente recurrente. Sin embargo, que ocurra todo el tiempo no implica que sea un fenómeno general. Malas inversiones sectoriales o puntuales por anticipar mal las condiciones del mercado, ocurren siempre. El mecanismo de beneficios y pérdidas, junto con las quiebras, son el sano proceso por el cual el mercado evita que las malas inversiones se expandan y sigan desperdiciando recursos de forma general. Las pérdidas y las quiebras de empresas, lejos de ser algo que parezca negativo, son la forma de liberar recursos productivos para que se reasignen a satisfacer las verdaderas necesidades de los consumidores en los negocios que dan beneficios. El mercado es un proceso donde hay beneficios y pérdidas, necesariamente abarca ambos (Mises, 1951). Los beneficios de las empresas indican que un desajuste en la economía es encontrado por los empresarios que mejor anticipan el futuro y además está siendo combatido. Muchos factores de producción están siendo subvaluados con respecto al precio del bien terminado.

Mientras mayores sean las pérdidas, más grande es la contribución del empresario al desajuste de la economía. Los emprendedores, al tratar de evitar las primeras, reducen el segundo al mínimo posible. Debido a que las mismas no solo reducen su posición en el proceso de producción, sino que también los pueden hacer salir del negocio completamente con una quiebra (Rothbard, 1962: 514-16). Aun asumiendo que el empresario se empeñara tozudamente en seguir manteniendo y aumentando sus pérdidas, contribuyendo al desajuste, el mercado se encarga de ponerle un límite. Primero, al reducir su influencia al mínimo al darle una cuota cada vez menor en la producción. Y, segundo, saca al inversor completamente del proceso productivo con la quiebra. El mecanismo continuo de pérdidas y ganancias, por lo tanto, evita que las primeras sean un fenómeno general.

Por lo tanto, el problema de una economía no son las malas inversiones per se, siempre las hubo y las habrá porque los humanos no pueden anticipar el futuro con completa certidumbre. Pero los incentivos del mercado las mantienen siempre a raya para que no se generalicen. 

El problema real, sin embargo, son las políticas que incentivan a que haya malas inversiones adicionales. Muchas más de las que hubieran existido sin la intervención. Ahí es donde entra el caso 4) y, en especial, el 5). Como correctamente explica Mises (1949: 391-92):
"El hombre no es infalible. Una cierta cantidad de mala inversión es inevitable. Lo que debe hacerse es evitar políticas que, como la expansión crediticia, fomentan artificialmente la mala inversión."




Mises, Ludwig von (1931), "Inconvertible Capital". En Mises, Ludwig von (1933), Epistemological Problems of Economics. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2003.

Mises, Ludwig von (1949), Human Action. The Scholar's Edition. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 1998.

Mises, Ludwig von (1951), "Profit and Loss". Paper para Beauvallon, France: Mont Pèlerin Society. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2008. También incluido en Greaves, Bettina B. Ed. (1952) Planning for Freedom: Let the Market System Work. A Collection of Essays and Addresses. South Holland, Ill.: Libertarian Press. 1952. Indianapolis: Liberty Fund. 2008.

Rothbard, Murray N. (1962) Man, Economy, and State, with Power and Market. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2004.

viernes, 5 de junio de 2015

Sobre la mala inversión (I): Definición


El fenómeno de la mala inversión (malinvestment) es uno de los aspectos más fundamentales de la Teoría Austriaca del Ciclo Económico (TACE). A tal punto que su ausencia en exposiciones de esta última, muchas veces implica una mala forma de explicarla. La mala inversión es clave para comprender los ciclos económicos desde el punto de vista de la Escuela Austriaca de Economía.

Comencemos con la definición, tomando algunos elementos de Greaves (1974): 

El término "mala inversión" significa invertir en líneas equivocadas de producción debido a una anticipación errónea del futuro estado de los datos del mercado y que inevitablemente lleva a desperdicio y pérdidas de capital.

La esencia definitoria de la mala inversión es esa. Es "equivocada" en el sentido de que se llevó a cabo (en el pasado) un curso de acción que, dadas las circunstancias de ahora (en el futuro), se descubre que es menos satisfactorio de lo que otro curso de acción (que en el pasado se consideraba peor) hubiera sido, pero no se realizó por hacer el ahora considerado erróneo.

Difícil, ¿No? Lo hagamos más fácil.

Realizaste el acto A que antes, en el momento de hacerlo, parecía lo correcto. Pero ahora descubres que tuvo malos resultados y fue un error. Te das cuenta que deberías haber realizado el acto B, que previamente no te parecía bueno. 

Por ejemplo, tu gato que quieres mucho se enfermó y un amigo te dijo que le dieras la medicina Y. Se la suministraste y debido a ello murió. Mientras lloras, te das cuenta que deberías haberle dado otra medicina o incluso, posiblemente, no haberle dado nada y dejar que se cure solo.

Los errores se cometen al momento de la elección, pero solo se revelan en el futuro. Siempre hay un lapso temporal, más corto o más largo, entre la elección errónea y el descubrimiento de que es una elección errónea.

Se deben distinguir, por lo tanto, dos momentos: 1) cuando se comete el error y 2) cuando se descubre que se ha cometido un error. Durante el momento 1), la persona (empresario, trabajador, etc.) cree que está logrando el fin más importante de los que puede conseguir (es la etapa de auge artificial). Mientras más tiempo pase antes de ser descubierto, más decisiones se toman en base este erróneo supuesto. La crisis es el momento 2), cuando se descubre que la decisión es un error. Se revela la extensión del daño que ocurrió en el pasado. Se gana la visión de las opciones reales que la persona enfrenta (Hülsmann, 1998).

La inversión es "mala" porque está equivocada, no es correcta. Es una inversión incorrecta tanto desde el punto de vista individual de quien invierte, pues obtiene pérdidas no deseadas, como desde el punto de vista de la sociedad, dado que se desperdicia escaso capital que pudo haber sido invertido en satisfacer otras necesidades más urgentes de la gente.

Es necesario el énfasis en la palabra equivocado o erróneo de la definición porque hace décadas que la TACE se describe como una teoría de "exceso de inversión" (overinvestment). Ello, en sentido agregado, es erróneo. Lo que ocurre en cualquier economía durante un periodo de auge general insostenible del ciclo económico es inversión en líneas equivocadas (mala inversión), no exceso de inversión general.

En cualquier momento dado, en cualquier economía en agregado, hay una cantidad X de ahorro, trabajadores, materias primas, productos semielaborados, capital fijo, etc. No se puede invertir X + 1. Es imposible emplear más de X, porque el "1" adicional no existe en ese momento.

El término "exceso de inversión" solo es correcto cuando se aplica: a) a empresas, sectores, industrias o líneas de producción particulares y b) en términos relativos (a la inversión es un sector particular que se hubiera realizado sin la distorsión-expansión crediticia). Dado que la TACE analiza el fenómeno general de una economía (el auge general, la depresión general, etc.), si se la denomina como una teoría de "exceso de inversión" se puede entender que el exceso de inversión es general. Lo cual no es, ni puede ser, correcto.

La mala inversión generalizada surge debido a precios relativos erróneos. Y son erróneos porque fueron afectados por la expansión crediticia artificial. La contracción luego de la expansión, tenderá a corregir esos errores (Sechrest, 2006).


Por último, la dilapidación de recursos es la consecuencia inevitable de la mala inversión. Los errores se pagan.





Greaves, Percy L. Jr. (1974) Mises Made Easier. New York: Free Market Books. Edición online en www.mises.org. Desafortunadamente, cuando la página del Mises Institute cambió su tradicional forma, la muy simple versión en HTML que existía (entre muchos otros recursos) se perdió y no ha sido "resubida" nuevamente todavía.

Hülsmann, Jörg G. (1998) "Toward a General Theory of Error Cycles". Quarterly Journal of Austrian Economics. Vol. 1, No. 4, 1-23.

Sechrest, Larry J. (2006) "Explaining malinvestment and overinvestment". Quarterly Journal of Austrian Economics. Vol. 9, No. 4, 27-38.