En un post anterior vimos que la oferta de oro respondía a cambios en los costos de producirlo. Ahora veremos que la oferta no es el único factor. Bajo un contexto de Patrón Oro, la cantidad de dinero también responde a fuerzas del lado de la demanda. Supongamos el caso de que, ceteris paribus, aumenta la demanda de dinero (monedas de oro, por ejemplo) por la razón que sea (mayor incertidumbre futura o por aumento del ingreso real/producción nacional). La consecuencia principal será, en principio, una caída de los precios de la economía. Entre ellos se incluyen los precios de los recursos empleados en la minería (Rueff, 1947: 242-43; Salerno, 2010: 345, 359). Al incrementarse la demanda de dinero, cae la demanda de todos los demás bienes y de los recursos que los producen.
Ahora vamos a analizar que modificaciones en la demanda de dinero provocan:
(1) A corto plazo, que el poder adquisitivo (precio) del dinero y la rentabilidad de producirlo cambie
(2) Como consecuencia de (1) y a largo plazo, que la producción de oro (dinero), así como su acuñación y emisión de sustitutos monetarios, cambie
(3) También debido a (1), cambia el valor y la disponibilidad de oro para usos de consumo y producción
(4) Desequilibrios en la balanza de pagos que cesan cuando la modificada demanda de dinero está satisfecha y el proceso de ajuste monetario se completa
Si un trabajador decide aumentar sus tenencias de dinero (manteniendo todo lo demás constante, incluida la demanda de dinero del resto de la sociedad); necesariamente su abstención de gastar tiene como consecuencia la disminución de las tenencias de dinero de otros miembros de la sociedad por debajo de lo que desean mantener (recordar que su demanda de dinero no cambió). Para volver a tener el efectivo (oro) atesorado que estiman correcto, estos últimos agentes deben ofrecer adicionales bienes y servicios a cambio de dinero. Es decir, que aumentan la oferta de bienes, sin gastar en otros, para así recuperar moneda. Esto provoca una tendencia a la baja de los precios de los bienes y servicios en términos de oro, así como también de los costos de minarlo (los factores de producción necesarios para extraer oro se consiguen a menor precio). Pero hay un precio que no baja, a pesar que todos los demás están cayendo: el precio del oro (Rueff, 1947: 242-50). Como ya notamos antes, este es fijo respecto a sí mismo y se valora a la par. Una onza de oro se cambia por una onza de oro siempre. Hay, por lo tanto, una transferencia de recursos desde las industrias donde los precios están bajando (consumo e inversión) por la abstención de gasto producto del atesoramiento, hacia las industrias donde los precios no bajan (extracción de oro). La producción de bienes de consumo o inversión cae y se expande la minería del bien metálico que se usa como dinero (oro o también la plata).
Entre los bienes que bajan relativamente de precio están los elementos que entran en los costos de las mineras: explosivos y otros químicos, maquinaria e insumos necesarios para que funcionen (repuestos, gasolina, neumáticos, etc.), la cal, la energía eléctrica, el agua, los salarios del factor trabajo necesario para operar las maquinas, hacer ingeniería o geología, etc. Dado el precio fijo del oro, esta circunstancia impulsa la rentabilidad de las empresas extractoras, entre otras.
La producción de oro se vuelve relativamente más rentable respecto a producir otros bienes y servicios. Por ejemplo, una minera producía/extraía antes del cambio en la demanda de dinero, digamos, 100 onzas de oro al mes mientras pagaba un total de 95 onzas en salarios a los trabajadores y en precios de otros factores complementarios por esa producción mensual. Otorgándole un margen de beneficio de 5 onzas o un 5,3 %. Pero ahora, luego del aumento en la demanda de oro como dinero, los precios han caído hasta el punto de que actualmente la minera gasta 80 onzas por lo que antes pagaba 95 mientras continúa reportando ingresos por 100 onzas. Su margen pasó de 5,3 % hasta un 25 % con las 20 onzas que ahora gana.
Ante esta nueva situación, los empresarios responden (a) incrementando la tasa de producción de las minas que ya operan, (b) reabriendo viejas minas previamente montadas y abandonadas porque al precio del oro anterior eran irrentables, (c) iniciando por primera vez la explotación de depósitos de oro submarginales ya conocidos pero nunca emprendidos por ser considerados muy costosos y (d) aumentando la inversión en buscar nuevas fuentes de oro desconocidas y también en desarrollar novedosos métodos menos onerosos de extracción. Y todavía más que eso, el mayor valor monetario del oro le da a los agentes incentivos para reasignar cantidades adicionales de oro desde su uso en consumo e industria hacia empleo dinerario (Salerno, 2010: 345, 359).
Por lo tanto, el incremento de la demanda de dinero metálico inicialmente, a corto plazo, se satisface con un aumento del poder adquisitivo de la unidad monetaria. Es precisamente eso lo que al mismo tiempo produce una gradual expansión de la oferta dineraria que tiende a, en el largo plazo, satisfacer la aumentada demanda de dinero del resto de la sociedad y contrarrestar la declinación inicial de precios restaurando el poder adquisitivo (Salerno, 2010: 345, 359). La caída de precios y el consecuente traslado de factores productivos destinados a aumentar la oferta de dinero metálico continúan mientras la causa (la insuficiente tenencia de efectivo actual con respecto a la deseada) persista. El aumento de la demanda de dinero, traslada mano de obra desde la producción de bienes de consumo e inversión donde no se necesitan; hacia la producción de metal que es monetizado para satisfacer la necesidad de dinero de la gente (Rueff, 1947: 243-44).
Y aun en el caso extremo de que se agotara todo el oro a minar, los agentes tienen serios incentivos para usar su función empresarial en buscar otro sustituto próximo cuya producción sí se pueda ampliar. Los empresarios y la gente seleccionarán otra mercancía que pueda ser usada como dinero. Por ejemplo, se moverán desde el oro a producir plata. Y si la plata se agotase también, podrían pasar a, digamos, el cobre, etc.
Incluso es posible suponer que el país es incapaz de producir oro o plata porque no tiene ninguna mina. En ese caso, puede satisfacer su mayor demanda de dinero metálico exportando bienes y servicios de consumo o de inversión a cambio del requerido oro. Dado que la demanda monetaria por bienes de consumo e inversión cae por el no gasto debido a la incrementada tenencia de saldos de tesorería, esos bienes liberados pueden venderse a otros países a menor precio para conseguir dinero metálico. El país exporta más mercancías, servicios y activos financieros al resto del mundo mientras importa menos. Los factores desempleados del sector consumo e inversión, entonces, encuentran empleo en industrias de exportación (Rueff, 1947: 245). De esta forma, oro (dinero) adicional fluye hacia el país a través de un superávit de balanza de pagos incrementando la cantidad de dinero. Vender (exportar) bienes, activos financieros y servicios a países que sí tienen minas de oro o que sin tenerlas están dispuestos a entregar la moneda que tienen porque les urge demandar productos, se puede considerar una forma, un tanto indirecta, de “producir” o conseguir metal precioso.
El exceso de demanda de dinero en una nación implica un superávit de balanza de pagos a medida que los agentes desean incrementar sus tenencias de efectivo aumentando lo que venden (exportando más) y disminuyendo lo que compran (importando menos). Es decir, al desear mayores saldos de tesorería, los agentes tienden a exportar más bienes, servicios y activos que antes e importar menos durante el tiempo necesario para adquirir el efectivo adicional. Que la gente dentro del país haya dejado de demandar bienes para retener más dinero no implica que en el mercado mundial también cayó la demanda (Salerno, 2010: 170; Hayek, 1937: 353). La oferta de oro mundial se distribuye entre los países de acuerdo a las demandas de saldos de tesorería de los individuos habitantes de cada nación. A largo plazo, y descontando modificaciones en el stock global aurífero, las transferencias netas de oro de un territorio a otro ocurren solo por cambios en la demanda relativa de dinero entre ambos. No hay ninguna razón para que el oro se apile excesivamente en un lugar y haya carestía en otro, pues cada agente se encargará de no permitir que sus saldos de tesorería excedan o estén por debajo de lo que estima necesario en vista de su ingreso y riqueza (Salerno, 2010: 390-91).
Al aumentar los deseos de dinero, su poder adquisitivo (precio) tiende a ser mayor de lo que sería en otra circunstancia y es precisamente ello lo que pone inmediatamente en funcionamiento los incentivos para producir más dinero y moderar la caída de precios. Cualquiera sea la razón por la cual los agentes desean tener más liquidez, en la media en que el incremento de la demanda de dinero se esparce de un agente a otro, pone sucesivamente presión a la baja sobre los precios. Aun asumiendo que ciertos precios son “rígidos a la baja” o no se ajustan inmediatamente y ello provoca un exceso de oferta (desempleo) en algunos bienes de consumo, de capital y trabajo; el proceso de ajuste continua. El exceso de oferta de esos recursos significa que están disponibles para la minería, lo cual puede reducir sus costos aun sin bajas nominales. La empresa minera, por ejemplo, puede ahora conseguir dos trabajadores por mismo el precio que pagaba uno antes o el doble de horas alquiladas de maquinaria por el mismo precio de alquiler. Tanto el efecto precio como el efecto cantidad estimulan producción de metal precioso (Garrison, 1985: 64).
La propensión a la baja de los precios como consecuencia del aumento de poder adquisitivo de la unidad monetaria debido al actual exceso de demanda de dinero, tiende también a facilitar el ajuste de determinados otros precios. Por ejemplo, dado que los precios de los bienes y servicios han caído o están cayendo, es más sencillo renegociar a la baja salarios nominales en la industria minera u otras pues sus salarios reales pueden permanecer iguales. Esa disminución nominal reduce los costos de los productores de dinero. Aun bajo el supuesto de que ciertos precios son “rígidos”, el sistema da incentivos para ayudar que se coordinen.
No solo la minería es incentivada, también lo es el servicio de certificación y acuñación de monedas metálicas. Luego de producido el mayor atesoramiento de dinero, el valor de las monedas de oro ha aumentado relativamente y además la demanda de recursos para producir los demás bienes que no son dinero ha caído. El precio de los insumos de las empresas encargadas de la acuñación disminuye mientras el del producto que acuñan y su demanda sube. Como consecuencia obtienen mayores beneficios y, concomitantemente, aumentan su producción de servicios de certificación. A medida que producen y ofrecen más, su precio cae. Además, al incrementar la demanda por recursos los precios de estos suben. La tasa de beneficios que en un principio es alta, es a la larga reducida para ulterior producción (Herbener, 2012). Junto a las mineras, esto emplea recursos y factor trabajo adicional.
Hay que tener en cuenta que, debido a que se cambia según peso, todas las formas de oro pueden potencialmente ser dinero. Un collar, un anillo, un reloj, un diente o cualquier ornamento de oro puede, aparte de su utilización exclusiva como bien de consumo o producción, ser usado como medio de intercambio. El problema es que la forma que adopta el oro en esos usos podría no ser la más conveniente o adecuada para los intercambio. Sin embargo, existe la posibilidad de fundirlos nuevamente para hacer barras bullion o, con más trabajo, acuñarse en monedas para ser usadas correctamente como dinero. Por supuesto, cambiar el oro de una forma a la otra consume recursos, en especial pasar desde bullion a monedas; fundir las monedas u otras cosas para hacer bullion suele ser menos caro (Rothbard, 1962: 33).
Al aumentar la demanda de dinero metálico oro, se vuelve más rentable y atractivo transformar bienes ornamentales, así como insumos de producción dorados usados para esos y otros productos, en bullion o monedas. Esta oferta se suma a la de la extracción minera para satisfacer la creciente demanda. Además, esas actividades generan demanda de trabajo y otros recursos complementarios en fundición y todo el procesado del metal.
Por seguridad o conveniencia los agentes tal vez pueden desear mantener sus aumentados saldos de tesorería metálicos en los bancos. Si estos últimos producen certificados de dinero (sustitutos monetarios completamente cubiertos por dinero que equivalen a títulos de propiedad sobre un monto), su rentabilidad también aumenta. A diferencia de los medios fiduciarios, producir certificados de dinero es un negocio costoso y riesgoso aunque al menos insertado en el ámbito de cálculo económico monetario*. Los bancos, en estas circunstancias, producen y mantienen cuentas corrientes si los clientes que las usan están dispuestos a pagar honorarios que generen ingresos suficientes para cubrir los costos de administrarlas. Al incrementarse la demanda por cuentas corrientes, los bancos ofrecerán más para intentar captar los beneficios. Al aumentar la oferta de servicio de cuentas corrientes, los honorarios que cobran tienden a bajar. Además al demandar más recursos para administrar la mayor cantidad de cuentas hacen subir sus precios. Los beneficios extraordinarios caerán con la adicional producción de cuentas corrientes (Herbener, 2012).
En resumen, el aumento de la demanda de dinero metálico (oro, plata, etc.) se satisface o acomoda (1) a corto plazo ajustando al alza su poder adquisitivo y (2) a largo plazo incrementando gradualmente su cantidad. Cuán fuerte va a actuar cada uno de los dos factores dependerá de las condiciones de oferta de la industria minera (Garrison, 1985: 64) o capacidad exportadora.
Los recursos (mano de obra, bienes de capital y usos de la tierra) liberados o desempleados desde el consumo y la inversión por el aumento de la demanda de dinero mercancía, encuentran empleo en: (a) principalmente minería y extracción, (b) industrias de exportación, (c) fundición, acuñación y certificación, (d) sector bancario administrando cuentas adicionales. Por supuesto, el empleo no se tenderá a expandir exclusivamente en estas actividades, sino también en ramas que surgen alrededor de ellas. Es falaz pensar que, en un régimen monetario respaldado con algún metal, al disminuir el gasto en consumo e inversión para demandar dinero necesariamente no hay más o no hay suficientes oportunidades de empleo.
Por otro lado, una caída de la demanda de dinero produce, mutatis mutandi, efectos inversos. La suba general de precios consecuente, eleva los costos de producción de las mineras. A medida que los beneficios de las compañías extractoras de oro caen, la tasa de producción anual se reduce. Minas antiguas y submarginales se abandonan, se deja de invertir en buscar nuevas y las actuales funcionando reducen su tasa de producción. Esa misma elevación de precios se transmite a todos los insumos industriales, incluyendo el oro, por lo que se incentiva a reasignar unidades de metal precioso desde los saldos de tesorería (demanda de dinero) hacia los usos de consumo o industria. Los factores se trasladan desde la producción de oro (las minas) hacia las industrias de consumo y de inversión. Eventualmente, a largo plazo, la oferta monetaria se contrae contrarrestando el efecto de corto plazo inicial de suba de precios, reestableciendo así el poder adquisitivo de la unidad monetaria (Salerno, 2010: 345, 359-60).
Irónicamente el Patrón Oro es el único sistema monetario contra el cual se usan dos argumentos contradictorios entre sí para criticarlo. Algunos dicen que el esfuerzo de minar oro usa demasiados recursos (monetaristas) y, por tanto, es un sistema con mucho desperdicio. Otros afirman que, por el contrario, utiliza demasiados pocos recursos (keynesianos) y, consecuentemente, deja muchos recursos desempleados.
*El hecho de si, como indica Mises, la libertad bancaria y un patrón dinero mercancía tendería a eliminar tanto la emisión de medios fiduciario como también la de certificados de dinero (Salerno, 2012) no entra en este post.
Garrison, Roger W. (1985) “The ‘Costs’ of a Gold Standard”. En Rockwell, Llewellyn H. Jr. Ed. (1985) The Gold Standard: An Austrian Perspective. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. Año 1992, pp. 61-79.
Hayek, Friedrich von (1937) Monetary Nationalism and International Stability. En Hayek, Friedrich von [Salerno, Joseph T. Ed.] (2008) Prices and Production and Other Works. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.
Herbener, Jeffrey M. (2012) “Written Testimony by Jeffrey M. Herbener Professor of Economics Grove City College Before the Subcommittee on Domestic Monetary Policy and Technology Committee on Financial Services U.S. House of Representatives”.
Rothbard, Murray N. (1962) The Case for a 100 Percent Gold Dollar. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. Año 2001.
Rueff, Jacques (1947), “The fallacies of Lord Keynes’ General Theory”. En Hazlitt, Henry Ed. (1960) The Critics of Keynesian Economics. Irvington-on-Hudson, New York: The Foundation for Economic Education, Inc. Año 1995, pp. 238-63.
Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.
Salerno, Joseph T. (2012) “Ludwig von Mises as Currency School Free Banker”. En Hülsmann, Jörg G. Ed. (2012) Theory of Money and Fiduciary Media. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, pp. 95-125. También en Procesos de mercado: revista europea de economía política. Vol. 9, No. 2, pp. 13-50. Año 2012.