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Una de las particularidades del Patrón Oro y de los patrones dinero mercancía es que el oro o el bien económico que el mercado escoja tiene un precio fijo. Una onza de oro se intercambia por una onza. Mientras que el precio, medido en oro, de los demás bienes se modifica todo el tiempo. Un auto, por ejemplo, puede valer 100 onzas de oro y posteriormente 120 u 80 onzas. En el caso de cualquier bien (salvo el oro), ceteris paribus, su producción tiende a aumentar cuando su precio sube y a disminuir cuando su precio baja. Sin embargo, que el precio del oro medido en oro no cambie, no implica que su poder adquisitivo (en términos de todos los otros bienes) permanezca invariado. A diferencia de su precio en oro, los costos de producirlo sí varían constantemente a medida que el poder adquisitivo también lo hace (Kemmerer, 1944: 144-45).
Veremos que modificaciones en los costos de producir oro provocan:
(1) Cambios en la producción de oro y de oferta de dinero
(2) Como consecuencia de (1), cambios en el poder adquisitivo del oro usado como medio general de intercambio (dinero)
(3) También junto con (2), cambios en la producción de bienes útiles auríferos no usados como dinero
(4) Desequilibrios en la balanza de pagos que cesan luego de finalizado el proceso de ajuste monetario a la nueva situación de cambio en la producción de oro
Supongamos, por simplicidad, que partimos de una situación
de “equilibrio” en la cual tanto oferta, demanda y, por ende, el poder
adquisitivo son constantes. Bajo esas condiciones, las empresas mineras maximizan
sus beneficios produciendo cierta cantidad de oro por año que es exactamente
igual a la cantidad anual asignada en usos no monetarios más el monto gastado o
destruido en empleo monetario durante el año (Salerno, 2010: 342-43, 358). Es
decir, se produce lo suficiente como para reponer el oro (usado como dinero) que
se ha perdido y para satisfacer los usos industriales o de consumo del metal
(joyas, dentaduras, procesadores, etc.), nada más.
Ahora ocurre una mejora tecnológica en la industria minera o
se descubre un yacimiento nuevo y fácilmente accesible. Ello significa que en
la nueva situación los costos de las mineras han disminuido, aumentando su
margen de beneficios y, por lo tanto, incentivando el incremento de la
producción anual de oro. Por ejemplo, asumamos que hay una empresa minera y que
esta saca 1.000 onzas de oro al año (sus ingresos) y que sus costos totales
anuales son 950 onzas, entonces su margen de beneficios es 50 onzas o una tasa
de 5,3 % anual. Si por la mejora tecnológica sus costos caen a 900 onzas
mientras sus ingresos siguen igual, entonces su tasa de beneficio aumenta a
11,1 % o 100 onzas. O si por el descubrimiento de un nuevo yacimiento
fácilmente accesible sus ingresos aumentan a 1050 onzas cuando sus costos
siguen igual, su margen de rentabilidad también sube hasta aproximadamente 11 %
o 100 onzas. En cualquier caso, el margen de beneficios pasó de 5,3 % a 11 % lo
cual es un incentivo potente para que se produzca más.
Como la demanda de dinero no ha cambiado, la mayor oferta de
oro (disponible para su función de medio de intercambio general) hará subir los
precios en el mercado de bienes, servicios y activos financieros y, por
consiguiente, reduce el poder adquisitivo de la unidad monetaria. Es decir que
el incremento de la cantidad de dinero perturba el previo equilibrio monetario
existente, haciendo que ciertos agentes tengan un exceso de efectivo en sus
saldos de tesorería que llevará a un exceso de demanda en el mercado de bienes,
servicios y activos financieros (Salerno, 2010: 155, 342-43, 358).
Cada unidad monetaria (onza de oro) ahora compra menos
bienes y servicios y activos financieros. Ceteris paribus, la producción de
cualquier unidad adicional de dinero hace que esta sea menos valorada para su
poseedor de lo que sería de otro modo, vale menos comparado con los demás
bienes y servicios que no son dinero. Con mayor ingreso y ante unas tenencias
de efectivo mayores de lo que serían en otra situación, los agentes se inclinan
a aumentar sus compras y disminuir sus ventas. Como comprador tenderá a pagar
más a cambio de los bienes y servicios que desea y como vendedor de estos
procurará pedir precios más altos. En definitiva, la producción de dinero
implica una tendencia de los precios monetarios a subir. Sin embargo, la subida
no será ni proporcional en todos los precios ni simultánea. La tendencia al
aumento se manifiesta primero y con más fuerza solo en los precios pagados por
el productor de dinero. Ciertos precios de determinados bienes que el productor
de dinero desea sufren el impacto monetario en primera instancia. Solo en un
momento posterior se esparce por el resto de la economía pues los individuos
que vendieron bienes y servicios al productor de dinero ahora tienen ingresos
más altos y excedentes dinerarios mayores de lo que serían en otra
circunstancia. Los precios de los bienes que ellos desean también tienden a
subir. Unos terceros agentes tendrán saldos de tesorería más altos de lo que
sería de otro modo, con lo cual comienza otra ronda de suba de algunos precios.
El proceso de suba sigue paso a paso y en diferentes proporciones hasta que
todos los precios han subido (por encima de lo que habrían aumentado sin el
dinero adicional en circulación) en distinto grado y se ajustaron a una mayor
existencia de dinero. Ello necesariamente implica la disminución del poder
adquisitivo de la unidad monetaria (Hülsmann, 2008: 44-45).
Este proceso de desvalorización paso a paso de la unidad
monetaria genera una redistribución a favor del productor de dinero. Sin
embargo, esa redistribución no es per se mala ni indeseable. Lo favorece porque
ha sido eficiente y ha disminuido sus costos a la vez que produce algo
demandado por la sociedad, con lo cual su rentabilidad ha aumentado. Como
también aumenta la rentabilidad en cualquier otro negocio en el mercado y más
recursos van hacia los productores más eficientes, ese tipo de redistribuciones
de riqueza e ingresos son un elemento esencial del proceso de mercado
(Hülsmann, 2008: 49).
El mecanismo del mercado tiene, sin embargo, un freno
“automático” o espontáneo que comienza a operar inmediatamente para poner coto
a cualquier expansión de la producción de oro. El aumento de la oferta de metálico
relativo a la demanda tiende a incrementar la disponibilidad de oro para fines
de uso monetario. El incremento de precios de los bienes, servicios y activos
que ese adicional stock de dinero provoca, hace al oro menos valioso, cae su
poder de compra. Entre los bienes que suben de precio están los elementos que
entran en los costos de las mineras: explosivos y otros químicos, maquinaria e
insumos necesarios para que funcionen (repuestos, gasolina, neumáticos, etc.),
la cal, la energía eléctrica, el agua, los salarios del factor trabajo
necesario para operar las maquinas, hacer ingeniería o geología, etc. Estos
costos en ascenso presionan contra el precio fijo del oro, erosionando el
margen de beneficios que, previo a las acciones llevadas a cabo para
aprovecharse de él, era relativamente alto. Esa caída de beneficios tiende a
reducir la producción aurífera (Kemmerer, 1944: 145-46).
Por regla general, cuando el nivel de precios es alto o está
creciendo la minería tiende a ser menos rentable que las otras ramas de la
industria. En consecuencia, menos dinero se producirá y los precios monetarios
tendrán propensión a bajar. Y la minería tiende a ser más rentable cuando el nivel
de precios es más bajo o está cayendo. Impulsando mayor producción de oro y
presionando hacia arriba los precios (Hülsmann, 2008: 73). O, expresado de otro
modo, la producción de oro tiende a aumentar cuando el poder adquisitivo o
valor del oro aumenta y a disminuir cuando el mismo cae (Kemmerer, 1944: 146).
En el caso que nos incumbe, la producción adicional de dinero, al elevar
sucesivamente los precios, también tiende a bajar la rentabilidad de seguirlo
produciendo.
La suba general de precios en la economía incluye los de los
bienes y servicios en los que el oro es su insumo (las mencionadas joyas,
dentaduras, procesadores, etc.). Luego del cambio, el oro utilizado en industria
da un beneficio neto mayor en términos del oro monetario, es decir, el metal
precioso es relativamente más rentable en usos no monetarios que en los monetarios.
Al haber más oro disponible gracias a la mayor producción, no solo aumenta su
oferta para usos monetarios sino que también se incrementa la oferta de insumos
para los que producen utilizando el metal precioso. La mayor oferta de insumo,
ceteris paribus, hace caer el precio pedido por él, reduciendo los costos de
productores de bienes de consumo o capital dorados. La caída del valor monetario
del oro reduce los costos de oportunidad de emplearlo en alternativos usos no
monetarios. Los empresarios son incentivados a emplear y asignar cantidades
adicionales de oro a producir bienes de consumo y de capital. La adicional oferta
de estos productos de oro, a lo largo del tiempo tiende a disminuir sus precios
y reducir o eliminar la discrepancia entre los valores monetarios e
industriales del metal dinerario. De paso, satisfaciendo necesidades humanas y,
en definitiva, mejorando el bienestar (Salerno, 2010: 342-43, 358).
El mercado tiene un mecanismo interno espontáneo para
incentivar que se “retire” de la circulación monetaria una buena parte del
excedente de oro producido. Además, ese metal precioso que se “saca” de la
oferta monetaria no va al vacío o se pierde inútilmente, sino que tiende a
satisfacer necesidades humanas y aumentar el bienestar.
Como se ve, en un sistema de Patrón Oro la reducción del
poder adquisitivo de la unidad monetaria NO es, afortunadamente, el único
efecto de un incremento de la oferta de oro. El nuevo oro en el mercado como
consecuencia de su incrementada producción es en una considerable parte
absorbido por usos no monetarios (industriales) y ello ayuda a mitigar el
efecto del excedente de metálico en la oferta monetaria. Adicionalmente a ello,
y mientras exista demanda industrial de oro, aumenta el bienestar humano al
incrementar la producción de bienes útiles auríferos. Que haya más joyas, más
dentaduras, más procesadores, etc. implica que alcanza para más usos y para
mayor número de personas; ello mejora el bienestar social o al menos el
bienestar de muchos se eleva sin perjudicar el de otros, dado que son bienes
útiles con demanda. Aun así, no se desconoce que incluso en el ejemplo
anterior, bajo el nuevo “equilibrio” la oferta de oro para uso monetario
aumentó, produciendo una suba general de precios o, lo que es lo mismo, una
baja del poder adquisitivo de dinero (Salerno, 2010: 342-43, 358).
El mecanismo de flujo-precio-especie también entra en juego
para el proceso de ajuste monetario a la nueva situación. Al incrementarse la
oferta monetaria se tiende a hacer crecer los precios dentro del país. La suba
de precios relativos provoca que las exportaciones se contraigan al ya no ser
competitivas. La salida de oro del país vía déficit de balanza de pagos es la
consecuencia. Pero la equilibración no se produce solo vía ascenso de precios.
Dado que también están subiendo ingresos y precios monetarios de activos en la
nación, más dinero se gastará en importaciones. Este “efecto ingreso” o efecto
balance de efectivo generalmente actúa más rápido que el efecto precio
(Rothbard, 1995: 426-27). A medida que aumenta el ingreso de los agentes
nacionales, experimentan un excedente dinerario respecto a su demanda. Es así
como los habitantes aumentan sus compras externas.
Tarde o temprano, y ello dependerá de cada caso concreto, el
exceso de demanda en los mercados de bienes y activos debido al excedente de
dinero respecto a su demanda monetaria resulta en una salida neta de oro del
país a través de las cuentas corriente y capital. El déficit de balanza de
pagos continuará hasta que los residentes consideren que se han deshecho del
exceso de efectivo, el equilibrio vuelve al mercado monetario doméstico y
concomitantemente cesa el escape neto de dinero (Salerno, 2010: 155).
Cuando
los costos de producir oro aumentan, el caso es, mutatis mutandi, el inverso.
Ello puede ocurrir, por ejemplo, porque se agotan las minas y depósitos más
fácilmente accesibles. La tasa de producción anual de oro cae. A largo plazo,
ello implica una caída de los usos industriales del metal precioso así como una
contracción de la oferta monetaria y, por ende, una baja general de precios o
una subida del poder adquisitivo del dinero (Salerno, 2010: 359).
Por último, vale la pena indicar que aunque ciertamente los
cambios en los costos de producir oro afectan la oferta monetaria, dadas las
características del oro ese efecto tiende siempre a ser mínimo. Las razones
básicas son que (a) el oro es, en comparación con otros bienes reproducibles,
extremadamente escaso y también (b) altamente durable. Su producción anual
tiende a ser muy pequeña respecto a su stock existente total, es decir, su
ratio flujo/stock es muy bajo. Por ende, incluso unas inusualmente pronunciadas
bajas o subas de costos de producción del metal precioso no causarán a corto
plazo grandes fluctuaciones de oferta monetaria (Salerno, 2010: 359).
Kemmerer,
Edwin W. (1944) Gold and the Gold Standard: The Story of Gold Money Past,
Present and Future. New York and London: McGraw-Hill Book Company.
Hülsmann,
Jörg G. (2008) The Ethics of Money Production. Auburn, Alabama: Ludwig von
Mises Institute.
Rothbard,
Murray N. (1995) An Austrian Perspective on the History of Economic Thought:
Economic Thought Before Adam Smith. Volume I. Vermont: Edward Elgar Publishing.
Salerno,
Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von
Mises Institute.
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