lunes, 3 de octubre de 2016

Funcionamiento del Patrón Oro: los efectos de cambios en los costos de producir oro

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Una de las particularidades del Patrón Oro y de los patrones dinero mercancía es que el oro o el bien económico que el mercado escoja tiene un precio fijo. Una onza de oro se intercambia por una onza. Mientras que el precio, medido en oro, de los demás bienes se modifica todo el tiempo. Un auto, por ejemplo, puede valer 100 onzas de oro y posteriormente 120 u 80 onzas. En el caso de cualquier bien (salvo el oro), ceteris paribus, su producción tiende a aumentar cuando su precio sube y a disminuir cuando su precio baja. Sin embargo, que el precio del oro medido en oro no cambie, no implica que su poder adquisitivo (en términos de todos los otros bienes) permanezca invariado. A diferencia de su precio en oro, los costos de producirlo sí varían constantemente a medida que el poder adquisitivo también lo hace (Kemmerer, 1944: 144-45).

Veremos que modificaciones en los costos de producir oro provocan:

(1) Cambios en la producción de oro y de oferta de dinero

(2) Como consecuencia de (1), cambios en el poder adquisitivo del oro usado como medio general de intercambio (dinero)

(3) También junto con (2), cambios en la producción de bienes útiles auríferos no usados como dinero

(4) Desequilibrios en la balanza de pagos que cesan luego de finalizado el proceso de ajuste monetario a la nueva situación de cambio en la producción de oro

Supongamos, por simplicidad, que partimos de una situación de “equilibrio” en la cual tanto oferta, demanda y, por ende, el poder adquisitivo son constantes. Bajo esas condiciones, las empresas mineras maximizan sus beneficios produciendo cierta cantidad de oro por año que es exactamente igual a la cantidad anual asignada en usos no monetarios más el monto gastado o destruido en empleo monetario durante el año (Salerno, 2010: 342-43, 358). Es decir, se produce lo suficiente como para reponer el oro (usado como dinero) que se ha perdido y para satisfacer los usos industriales o de consumo del metal (joyas, dentaduras, procesadores, etc.), nada más.

Ahora ocurre una mejora tecnológica en la industria minera o se descubre un yacimiento nuevo y fácilmente accesible. Ello significa que en la nueva situación los costos de las mineras han disminuido, aumentando su margen de beneficios y, por lo tanto, incentivando el incremento de la producción anual de oro. Por ejemplo, asumamos que hay una empresa minera y que esta saca 1.000 onzas de oro al año (sus ingresos) y que sus costos totales anuales son 950 onzas, entonces su margen de beneficios es 50 onzas o una tasa de 5,3 % anual. Si por la mejora tecnológica sus costos caen a 900 onzas mientras sus ingresos siguen igual, entonces su tasa de beneficio aumenta a 11,1 % o 100 onzas. O si por el descubrimiento de un nuevo yacimiento fácilmente accesible sus ingresos aumentan a 1050 onzas cuando sus costos siguen igual, su margen de rentabilidad también sube hasta aproximadamente 11 % o 100 onzas. En cualquier caso, el margen de beneficios pasó de 5,3 % a 11 % lo cual es un incentivo potente para que se produzca más.

Como la demanda de dinero no ha cambiado, la mayor oferta de oro (disponible para su función de medio de intercambio general) hará subir los precios en el mercado de bienes, servicios y activos financieros y, por consiguiente, reduce el poder adquisitivo de la unidad monetaria. Es decir que el incremento de la cantidad de dinero perturba el previo equilibrio monetario existente, haciendo que ciertos agentes tengan un exceso de efectivo en sus saldos de tesorería que llevará a un exceso de demanda en el mercado de bienes, servicios y activos financieros (Salerno, 2010: 155, 342-43, 358).

Cada unidad monetaria (onza de oro) ahora compra menos bienes y servicios y activos financieros. Ceteris paribus, la producción de cualquier unidad adicional de dinero hace que esta sea menos valorada para su poseedor de lo que sería de otro modo, vale menos comparado con los demás bienes y servicios que no son dinero. Con mayor ingreso y ante unas tenencias de efectivo mayores de lo que serían en otra situación, los agentes se inclinan a aumentar sus compras y disminuir sus ventas. Como comprador tenderá a pagar más a cambio de los bienes y servicios que desea y como vendedor de estos procurará pedir precios más altos. En definitiva, la producción de dinero implica una tendencia de los precios monetarios a subir. Sin embargo, la subida no será ni proporcional en todos los precios ni simultánea. La tendencia al aumento se manifiesta primero y con más fuerza solo en los precios pagados por el productor de dinero. Ciertos precios de determinados bienes que el productor de dinero desea sufren el impacto monetario en primera instancia. Solo en un momento posterior se esparce por el resto de la economía pues los individuos que vendieron bienes y servicios al productor de dinero ahora tienen ingresos más altos y excedentes dinerarios mayores de lo que serían en otra circunstancia. Los precios de los bienes que ellos desean también tienden a subir. Unos terceros agentes tendrán saldos de tesorería más altos de lo que sería de otro modo, con lo cual comienza otra ronda de suba de algunos precios. El proceso de suba sigue paso a paso y en diferentes proporciones hasta que todos los precios han subido (por encima de lo que habrían aumentado sin el dinero adicional en circulación) en distinto grado y se ajustaron a una mayor existencia de dinero. Ello necesariamente implica la disminución del poder adquisitivo de la unidad monetaria (Hülsmann, 2008: 44-45).

Este proceso de desvalorización paso a paso de la unidad monetaria genera una redistribución a favor del productor de dinero. Sin embargo, esa redistribución no es per se mala ni indeseable. Lo favorece porque ha sido eficiente y ha disminuido sus costos a la vez que produce algo demandado por la sociedad, con lo cual su rentabilidad ha aumentado. Como también aumenta la rentabilidad en cualquier otro negocio en el mercado y más recursos van hacia los productores más eficientes, ese tipo de redistribuciones de riqueza e ingresos son un elemento esencial del proceso de mercado (Hülsmann, 2008: 49).

El mecanismo del mercado tiene, sin embargo, un freno “automático” o espontáneo que comienza a operar inmediatamente para poner coto a cualquier expansión de la producción de oro. El aumento de la oferta de metálico relativo a la demanda tiende a incrementar la disponibilidad de oro para fines de uso monetario. El incremento de precios de los bienes, servicios y activos que ese adicional stock de dinero provoca, hace al oro menos valioso, cae su poder de compra. Entre los bienes que suben de precio están los elementos que entran en los costos de las mineras: explosivos y otros químicos, maquinaria e insumos necesarios para que funcionen (repuestos, gasolina, neumáticos, etc.), la cal, la energía eléctrica, el agua, los salarios del factor trabajo necesario para operar las maquinas, hacer ingeniería o geología, etc. Estos costos en ascenso presionan contra el precio fijo del oro, erosionando el margen de beneficios que, previo a las acciones llevadas a cabo para aprovecharse de él, era relativamente alto. Esa caída de beneficios tiende a reducir la producción aurífera (Kemmerer, 1944: 145-46).

Por regla general, cuando el nivel de precios es alto o está creciendo la minería tiende a ser menos rentable que las otras ramas de la industria. En consecuencia, menos dinero se producirá y los precios monetarios tendrán propensión a bajar. Y la minería tiende a ser más rentable cuando el nivel de precios es más bajo o está cayendo. Impulsando mayor producción de oro y presionando hacia arriba los precios (Hülsmann, 2008: 73). O, expresado de otro modo, la producción de oro tiende a aumentar cuando el poder adquisitivo o valor del oro aumenta y a disminuir cuando el mismo cae (Kemmerer, 1944: 146). En el caso que nos incumbe, la producción adicional de dinero, al elevar sucesivamente los precios, también tiende a bajar la rentabilidad de seguirlo produciendo.

La suba general de precios en la economía incluye los de los bienes y servicios en los que el oro es su insumo (las mencionadas joyas, dentaduras, procesadores, etc.). Luego del cambio, el oro utilizado en industria da un beneficio neto mayor en términos del oro monetario, es decir, el metal precioso es relativamente más rentable en usos no monetarios que en los monetarios. Al haber más oro disponible gracias a la mayor producción, no solo aumenta su oferta para usos monetarios sino que también se incrementa la oferta de insumos para los que producen utilizando el metal precioso. La mayor oferta de insumo, ceteris paribus, hace caer el precio pedido por él, reduciendo los costos de productores de bienes de consumo o capital dorados. La caída del valor monetario del oro reduce los costos de oportunidad de emplearlo en alternativos usos no monetarios. Los empresarios son incentivados a emplear y asignar cantidades adicionales de oro a producir bienes de consumo y de capital. La adicional oferta de estos productos de oro, a lo largo del tiempo tiende a disminuir sus precios y reducir o eliminar la discrepancia entre los valores monetarios e industriales del metal dinerario. De paso, satisfaciendo necesidades humanas y, en definitiva, mejorando el bienestar (Salerno, 2010: 342-43, 358).

El mercado tiene un mecanismo interno espontáneo para incentivar que se “retire” de la circulación monetaria una buena parte del excedente de oro producido. Además, ese metal precioso que se “saca” de la oferta monetaria no va al vacío o se pierde inútilmente, sino que tiende a satisfacer necesidades humanas y aumentar el bienestar.  

Como se ve, en un sistema de Patrón Oro la reducción del poder adquisitivo de la unidad monetaria NO es, afortunadamente, el único efecto de un incremento de la oferta de oro. El nuevo oro en el mercado como consecuencia de su incrementada producción es en una considerable parte absorbido por usos no monetarios (industriales) y ello ayuda a mitigar el efecto del excedente de metálico en la oferta monetaria. Adicionalmente a ello, y mientras exista demanda industrial de oro, aumenta el bienestar humano al incrementar la producción de bienes útiles auríferos. Que haya más joyas, más dentaduras, más procesadores, etc. implica que alcanza para más usos y para mayor número de personas; ello mejora el bienestar social o al menos el bienestar de muchos se eleva sin perjudicar el de otros, dado que son bienes útiles con demanda. Aun así, no se desconoce que incluso en el ejemplo anterior, bajo el nuevo “equilibrio” la oferta de oro para uso monetario aumentó, produciendo una suba general de precios o, lo que es lo mismo, una baja del poder adquisitivo de dinero (Salerno, 2010: 342-43, 358).

El mecanismo de flujo-precio-especie también entra en juego para el proceso de ajuste monetario a la nueva situación. Al incrementarse la oferta monetaria se tiende a hacer crecer los precios dentro del país. La suba de precios relativos provoca que las exportaciones se contraigan al ya no ser competitivas. La salida de oro del país vía déficit de balanza de pagos es la consecuencia. Pero la equilibración no se produce solo vía ascenso de precios. Dado que también están subiendo ingresos y precios monetarios de activos en la nación, más dinero se gastará en importaciones. Este “efecto ingreso” o efecto balance de efectivo generalmente actúa más rápido que el efecto precio (Rothbard, 1995: 426-27). A medida que aumenta el ingreso de los agentes nacionales, experimentan un excedente dinerario respecto a su demanda. Es así como los habitantes aumentan sus compras externas.

Tarde o temprano, y ello dependerá de cada caso concreto, el exceso de demanda en los mercados de bienes y activos debido al excedente de dinero respecto a su demanda monetaria resulta en una salida neta de oro del país a través de las cuentas corriente y capital. El déficit de balanza de pagos continuará hasta que los residentes consideren que se han deshecho del exceso de efectivo, el equilibrio vuelve al mercado monetario doméstico y concomitantemente cesa el escape neto de dinero (Salerno, 2010: 155).

Cuando los costos de producir oro aumentan, el caso es, mutatis mutandi, el inverso. Ello puede ocurrir, por ejemplo, porque se agotan las minas y depósitos más fácilmente accesibles. La tasa de producción anual de oro cae. A largo plazo, ello implica una caída de los usos industriales del metal precioso así como una contracción de la oferta monetaria y, por ende, una baja general de precios o una subida del poder adquisitivo del dinero (Salerno, 2010: 359).

Por último, vale la pena indicar que aunque ciertamente los cambios en los costos de producir oro afectan la oferta monetaria, dadas las características del oro ese efecto tiende siempre a ser mínimo. Las razones básicas son que (a) el oro es, en comparación con otros bienes reproducibles, extremadamente escaso y también (b) altamente durable. Su producción anual tiende a ser muy pequeña respecto a su stock existente total, es decir, su ratio flujo/stock es muy bajo. Por ende, incluso unas inusualmente pronunciadas bajas o subas de costos de producción del metal precioso no causarán a corto plazo grandes fluctuaciones de oferta monetaria (Salerno, 2010: 359).





Kemmerer, Edwin W. (1944) Gold and the Gold Standard: The Story of Gold Money Past, Present and Future. New York and London: McGraw-Hill Book Company.

Hülsmann, Jörg G. (2008) The Ethics of Money Production. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Rothbard, Murray N. (1995) An Austrian Perspective on the History of Economic Thought: Economic Thought Before Adam Smith. Volume I. Vermont: Edward Elgar Publishing.

Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

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