domingo, 22 de marzo de 2015

Algunas verdades sobre los ferrocarriles argentinos

La locomotora "La Porteña" impulsando el
primer tren de Argentina en 1857

Una vez más, gracias a la gran base de datos del libro de Orlando Ferreres, podemos ver como los hechos históricos desmontan gran cantidad de mitos de la izquierda y la derecha nacionalista. Hoy veremos algunas cifras respecto a los ferrocarriles argentinos. Previamente, los muchachos de esta página de Facebook hicieron algo similar.

Una de las formas de ver el crecimiento de los ferrocarriles en un área geográfica, es observar la longitud de líneas. Es decir, medir el tamaño de la red ferroviaria. Veamos los siguientes gráficos que van desde 1857 hasta 1989.


La era liberal argentina es una de las de mayor crecimiento de la longitud de líneas de ferrocarril. La era en que los trenes estaban en manos no-estatales es una de las épocas en que más creció su desarrollo en términos de kilómetros de vías ampliadas. Los trenes son un producto del desarrollo privado, no del Estado argentino en absoluto.


El crecimiento exponencial de los ferrocarriles se detiene casi en el punto en que termina la era más liberal de la historia argentina: desde 1880 hasta 1913 o 1914. Su crecimiento es mucho menos pronunciado entre 1914 y 1944. A partir de ese año, el crecimiento de los ferrocarriles se estanca. ¿Quién gobernaba Argentina en esos años? Juan Domingo Perón (1946-1955).  En palabras simples: El estancamiento de los ferrocarriles se produce y comienza durante los dos gobiernos (el segundo interrumpido) de Perón. Véanlo ustedes mismos. Salvo un pequeño salto en 1952, hay un claro estancamiento. En especial si lo comparamos con el crecimiento continuo y exponencial de la era liberal. Te guste o no, esa es la realidad amigo peronista.


A pesar de que oficialmente la nacionalización de los ferrocarriles comenzó en 1948, la estatización de facto es del año previo (como incluso reconocen los fanáticos del gobierno kirchnerista de esta página). El estancamiento del crecimiento ferroviario y su decrecimiento se producen luego de la estatización. Previo a eso, la longitud de las líneas jamás disminuye. Crece más o crece menos, pero nunca decrece desde 1857.

Repito: la caída de la longitud de las líneas ferroviarias argentinas se produjo luego de ser nacionalizada. Cuando "el Estado se hizo cargo". Antes de ello, jamás cayó.


A la par del desarrollo ferroviario exponencial, el transporte de carga productiva también se dispara como nunca entre 1880 y 1913. Revelando una faceta más de la verdadera industrialización argentina: la creciente industria movía cada vez más carga en ferrocarriles. Luego de 1914 el crecimiento, en general y después de un corto periodo de aumento, se sale de su senda exponencialmente creciente y comienza a decaer.

Claramente se observa cómo, luego de la nacionalización de Perón, el transporte de carga productiva declina considerablemente, se estanca y continúa bajando. La nacionalización de los trenes, lejos de aumentar el transporte de carga productiva, lo redujo enormemente.


El resultado (ingresos totales menos gastos totales) es crecientemente positivo en la era liberal de 1880-1913, revelando que el negocio de los ferrocarriles era sostenible y rentable. No debería extrañar entonces el por qué es una de las épocas de mayor crecimiento ferroviario de la historia argentina.


Observen como el resultado pasa de ser positivo desde 1914 a ser inmediata y profundamente negativo partir de la nacionalización 1947. Como es usual, la patética gestión estatal convirtió, desde el inicio, algo con resultados positivos en pérdidas exponencialmente crecientes. Por ende, el sector ferroviario argentino comienza su estancamiento y posterior caída.

Cuando el Estado y su inevitablemente pésima gestión se hicieron cargo de los trenes, comenzó su declive. Les guste a no a los peronistas, izquierdistas o derechistas nacionalistas, estatistas y otras clases de estatólatras; el Estado es el responsable de la destrucción ferroviaria argentina. Cuando estuvo mayoritariamente en manos privadas, finales del siglo XIX y principios del XX, fue la era de su crecimiento exponencial. Los hechos matan al relato, una vez más.

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