viernes, 15 de enero de 2016

Podemos despedir a los empleados públicos sin crisis (II)


Las siguientes preguntas y cuestiones posiblemente se le ocurran al lector del post anterior:

- “¿Puede realmente realizarse esto en Argentina?” 

Claro que sí. 

-“Pero no podemos echar a todos los empleados públicos. ¿Quién se encargaría de presidir el gobierno, hacer las leyes, cuidar las calles, pagarle a los jubilados, etc?” 

El caso que plantee sirve para demostrar que podemos echar a todos, si se quiere, sin graves problemas. Pero, si lo desean, pueden correr a todos menos a un número mínimo necesario de empleados para realizar las tareas básicas del Estado. La conclusión no cambia para nada. Si ese número es, digamos, 500 mil empleados, entonces pueden despedir los otros 3,93 millones tranquilamente. O en su defecto, a todos los 2 millones agregados en la “Era K”.

-“Lo que decís no es políticamente viable”. 

Sí lo es. Un político (del partido Demócrata) lo realizó en 1946. Y no le hizo mucho caso a las malas y apocalípticas predicciones de economistas keynesianos. No porque él fuera un presidente “laissez faire”, claramente no lo era, ni porque creyera en el mercado sino por circunstancias. Por ejemplo, Truman deseaba conservar los controles de precios y el congreso pasó legislación en junio de 1946 para mantenerlos otros nueve meses. Pero al presidente no le gustó la cláusula de caducidad y otros aspectos que los debilitaban, por lo cual vetó la propuesta. Como resultado, los controles de precios terminaron el 30 de junio de 1946 (Anderson, 2010). Truman y el congreso volvieron a reimplantarlos a fines de julio pero con muchas más excepciones y límites para los controladores, junto con una fecha para cerrar la Oficina de Administración de Precios. Para octubre los controles de precios causaron una escasez de carne y una encuesta reveló que la mayoría de la gente se había vuelto en contra de ellos, por lo cual Truman los eliminó sobre la carne. En noviembre, solo cuatro días luego de la derrota electoral en la cual el partido Republicano, muy crítico de los controles de precios, le quitó la mayoría en ambas cámaras a los Demócratas, Truman abolió casi todos los controles de precios restantes (Anderson, 2010). Como se ve, ya sea por circunstancias o por decisión deliberada, se puede hacer. Incluso en el caso de que realmente no fuera políticamente posible, es lo correcto y ya. Si me dicen que lo políticamente viable y lo correcto en muchas ocasiones no coincide, pues bienvenidos al podrido mundo real de la política.

-“¿Puede el sector privado argentino absorber a todos los empleados públicos echados?” 

Sí, pero solo: 1) bajando brutalmente (léase, ¡mucho!) los impuestos y eliminando la mayoría de ellos, 2) disminuyendo brutalmente (léase, ¡mucho más!) el gasto público total, 3) desapareciendo el déficit fiscal (léase, ¡cero!) y 4) quitando regulaciones estatales brutalmente (léase, ¡eliminarlas!) a la actividad privada laboral y empresarial. Si solo si se cumplen las cuatro, simultánea (nada de hacer una, y luego dentro de 2 años la otra) y rápidamente (nada de gradualismo), el desempleo no trepará al nivel que anticipan algunos pseudo periodistas al despedir a los empleados estatales.

- “Ese caso de Estados Unidos no es aplicable a Argentina porque son dos situaciones y economías muy diferentes”. 

En cuanto a la “situación”, es básicamente la misma: un Estado enorme y al cual la gente ya no está dispuesta a financiar más, con la posibilidad de despedir a una parte de importante de sus empleados. El detalle particular sobre la actividad que realizan los empleados estatales en el caso de Estados Unidos y en el caso de Argentina es irrelevante para el hecho general principal: gente que realiza tareas que el Estado impone. No importa que en un caso son soldados y en el otro empleados que manejan papeles, ello para nada altera el hecho de que ambas son actividades que reciben un salario pagado con impuestos y ambas contribuyen al tamaño desmesurado del Estado. 

Por otro lado, la capacidad empresarial argentina no es extremadamente diferente a la norteamericana o de otros países. Una vez liberados del peso regulador y expropiador del Estado, no hay ninguna razón por la cual los emprendedores argentinos no puedan aprovechar las múltiples oportunidades de negocio que surgirían en este país. Si no lo hacen los que ahora son empresarios, lo hará una nueva generación que les compita y los reemplace con ideas y modelos de negocio mejor adaptados a la situación en la cual el Estado ya no protege ciertas empresas con privilegios. De hecho, la baja de costos de oportunidad por la disminución de gasto, regulación e impuestos hará que, en términos netos, pueda haber más empresarios de los ya existentes. Trabajadores podrían surgir como emprendedores. Gente que antes no emprendía porque el ahogo estatal fastidiaba la rentabilidad esperada de sus proyectos, tendrá ahora incentivos para intentar llevarlos a cabo. Y aun bajo el supuesto, irreal y absurdo, que toda la población argentina es inepta para emprender y no lo hace a pesar de la gran cantidad de oportunidades de beneficios abiertas por el retroceso estatal; vendría gente no-argentina de otros lados cercanos o lejanos que sí está dispuesta a correr los riesgos. Eso fue lo que ocurrió en el siglo XIX, donde las personas venían a arriesgarse y prosperar mientras el Estado era solo el 10 % de la economía y no interfería como hoy. No hay ninguna razón para pensar que el sector privado no pueda absorber a la masa de gente echada del sector público, si se le permite operar libremente.

-Dado que los salarios reales ajustados por productividad bajaron en Estados Unidos luego de la “mega austeridad” de 1946, “¿Acaso sos un defensor de explotadores empresarios que está pidiendo una rebaja de salarios?” 

Claro que no. Yo no “pido” ni salarios altos ni salarios bajos, sino salarios libres. Ni privilegios estatales para contratistas ni para contratados, sino contratos libres. Si, dada cierta configuración del mercado laboral argentino desprovisto de privilegios, lo salarios reales deben bajar para evitar el desempleo masivo, pues que bajen. Si tienen que subir o mantenerse, pues que suban o se mantengan. Y ni siquiera es cierto que debamos hablar sobre “salarios” en agregado. Algunos salarios seguramente bajarán, pero necesariamente otros deben subir, todo ello reflejando el cambio de circunstancias en diferentes mercados. Lo que importa para la economía son los precios y salarios relativos, no el “nivel” de salarios. Pero incluso asumiendo que bajaran, ese ajuste se debería a la intervención previa del Estado gastando y manteniendo artificialmente elevados muchos salarios, no al mercado en sí. Luego del corto periodo de ajuste a la nueva situación, la productividad argentina aumentaría al estar liberada del lastre gubernamental. Con lo cual los salarios reales crecerían sosteniblemente a medio y largo plazo. Mientras que manteniendo el esquema actual de super-Estado, ciertamente el gran ajuste no ocurriría (al menos a corto plazo), pero la tendencia a la pobreza dados los bajos y decrecientes niveles de productividad argentina continuará. Usted decide si quiere un sacrificio de corto plazo para ser más rico luego o si quiere continuar en la lenta decadencia. No hay más opciones. 

-“¿Hay ahorro privado para llevar a cabo inversiones que permitan la absorción?” 

Sí, hay bastante ahorro. Según estimaciones del INDEC, unos 228.357 millones de dólares están fuera del sistema financiero (“bajo el colchón”, en cuentas externas, etc.) hacia el segundo trimestre de 2015. Pero a causa de, precisamente, la ultra-regulación estatal, los altísimos impuestos, los desastres monetarios históricos y expropiaciones debidas al déficit fiscal y el nivel distorsionador de gasto público; nadie tiene incentivos para invertirlos.

-La última pregunta es la más obvia: “¿Tiene el presidente Macri la valentía (ya ni siquiera el apoyo), la entereza y las ideas claras para llevar a cabo esto en esta forma no-gradual?” 

Mi respuesta es un rotundo NO. Macri no ha demostrado la valentía necesaria para esto (ni en sus 8 años en CABA ni en el mes que lleva de presidente), ni la entereza suficiente con su estilo de no confrontación y mucho menos ideas claras bajo su absurdamente amplio y vacío concepto de “gestión”. De hecho, hasta ahora, solo está tratando de salvar al Estado grande, en lugar de reducirlo, al poner CEOs exitosos de empresas privadas para “gestionar” la ineficiencia de las públicas. No esperen milagros, porque no los habrá. Macri es un estatista de derecha. Lo de que es “liberal” es solo propaganda que la izquierda (kirchnerista y no-kirchnerista) usa para encajar al mundo real en su orbe de fantasía.



Nota: lo anterior estaba escrito antes de que el gobierno anunciara sus metas hace unos días. Ello reveló el modo gradualista en que piensa llevar a cabo sus políticas. Por ejemplo, supuestamente bajando únicamente un punto de PBI de déficit fiscal en este año. Todo lo contrario de lo expresado aquí. 




Anderson, David R. (2010) “The U.S. postwar miracle”. George Mason University: Mercatus Center. Working paper 10-67.

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