viernes, 28 de octubre de 2016

La conquista de América como ejemplo contra el Patrón Oro


Cuando se menciona que el Patrón Oro contiene un freno natural o espontaneo a la expansión excesiva de la oferta monetaria, a saber, la dificultad de minar y producir el oro pues es una actividad costosa en términos de recursos; se suele argumentar en contra que siempre se pueden encontrar minas desconocidas con abundante metal precioso. El razonamiento se puede resumir así: ustedes Austriacos dicen que usar el oro como dinero tiene un freno natural a la expansión desmedida de oferta monetaria, pero ¿Qué pasa si se encuentran minas desconocidas con oro abundante y fácilmente accesibles? Y el ejemplo paradigmático es que algo así ocurrió durante la conquista de América. Si estamos bajo Patrón Oro y mañana sucede algo similar, tendríamos una depreciación monetaria tan grande como las que ocurren con el dinero fiat.

El problema de las minas con oro abundante y fácilmente accesible que aparecen de vez en cuando junto con el caso histórico de la conquista de América salen muchas veces como excusa para justificar fluctuaciones importantes en el poder adquisitivo del metal precioso. De esa forma se desestima al Patrón Oro en un intento de valorizar, al menos un poco, al inestable sistema fiat. Sin embargo, veremos que ni siquiera en el peor de los casos de ese episodio histórico el aumento de metales preciosos principales usados como dinero entonces (oro y plata)* logró estar siquiera cerca del crecimiento del dinero fiat actual en Europa. 

En el año 1500 el stock europeo de metálico era (estimativamente) de alrededor de 3.500 toneladas de oro y 37.500 toneladas de plata (Hülsmann, 2008: 74; Brown, 2012: 17). Entre los años 1503 y 1660 el metal precioso proveniente desde el Imperio Español en América solo hacia España fue de 16.886 toneladas métricas de plata pura más 181 toneladas métricas de oro puro (Hülsmann, 2008: 74; Hamilton, 1929; 1970). Las cifras son subestimadas pues no tienen en cuenta el contrabando. Aunque imposible de saber, estaría entre el 10 % y 50 % de lo registrado, muy probablemente más cerca del 10 % dado que contrabandear era costoso y severamente castigado (Hamilton, 1929).

El total de metal precioso (toneladas de oro más toneladas de plata) ingresado por el puerto español (17.067 toneladas) aumentó un 42 % el stock total de metálico en Europa entre 1500 y 1660 (pasó de 41.000 toneladas a 58.067). Aunque Hamilton (1929) admitía que otras estimaciones previas eran hasta diez veces las de él (es decir, aproximadamente 1.810 toneladas de oro y 168.860 de plata), con lo que el stock de metal precioso podría haber aumentado un 420 % entre 1500 y 1650. Hülsmann (2008: 74-75) también menciona que las estimaciones de incremento del stock de metal en Europa en 1500-1650 varían entre 50 % y 500 %. Es decir, una tasa de crecimiento anual (compuesta) de la oferta de metal precioso de 0,3 % y 1,20 % respectivamente. 

Incluso asumiendo el escenario más extremo de incremento de la oferta monetaria metálica europea, el 500 % en 150 años equivalente a un aumento de 1,20 % promedio por año, ello está muy por debajo del actual sistema fiat. Según datos del FMI recopilados por la Fed, en la zona euro durante los 45 años que van entre 1970 y 2015 la oferta monetaria amplia M1 creció un total de 3.609 %, es decir una tasa de 8,4 % promedio anual. Mientras que el M2 aumentó un 794 %, que equivale a una tasa de 6,5 % cada año promedio, en los 35 años de 1980-2015. Es decir, tasas anuales entre cinco y siete veces mayores en menos de un tercio del tiempo.

Por otro lado, cuando tomamos en cuenta la tasa de 0,3 % anual de crecimiento monetario metálico durante 150 años para comparar, las diferencias se vuelven casi ridículas: bajo régimen fiat la M1 y M2 del área euro crecieron respectivamente a una tasa 28 y 22 veces superior en tan solo 45 y 35 años. Ni hablar de que si aceptamos las mejores cifras de crecimiento monetario para la época antigua (un 50 % o menos a lo largo de 150 años), los valores entre casi 800 % y 4.000 % de aumento del dinero fiat en solo una tercera parte del tiempo lucen astronómicos. Es verdad que, para la gente del siglo XVI y XVII, un 50 % (¡Ni hablemos de un 500 %!) de expansión monetaria fue algo fuera de lo normal; pero es poquísimo en términos relativos al dinero fiat moderno.

Casi no hay punto de comparación. El inédito descubrimiento de oro y plata en el Nuevo Mundo y el aumento de oferta de dinero metálico de entonces, incluso en el peor de los casos, se queda muy lejos del incremento del stock monetario realizado bajo el sistema de dinero fiat.

Por lo tanto, ¿Es comparable la expansión monetaria inédita entre 1500 y 1650 con las que ocurren bajo el sistema fiat alternativo actual? La respuesta es claramente negativa. Incluso en uno de los episodios de mayor aumento de metal precioso de la historia humana, a saber, el descubrimiento de América, tanto el monto absoluto como la tasa a la que creció la oferta monetaria ni siquiera se acercaron a la expansión de dinero que vivimos bajo dinero fiat. La oferta monetaria de metálico estuvo todavía muy lejos de fluctuar con la violencia y amplitud en que lo hace el sistema monetario fiat de hoy. 

En conclusión, usar la conquista de América como símil de que ante descubrimientos de ciertos yacimientos la oferta de oro y plata puede variar como lo hace la del dinero fiat es, como mínimo, exagerado. Es cierto que no puede existir un dinero cuyo valor de cambio sea constante y es cierto que aun bajo el dinero mercancía (elegido por el mercado) se modifica permanentemente su oferta, demanda y poder adquisitivo, como cambian las de cualquier otro bien en el mercado. Pero ni siquiera usando el no muy confiable escenario más extremo de aumento de metálico por parte de los conquistadores en Europa en los siglos XVI y XVII puede ese episodio ser equiparado con el incremento de oferta monetaria que ha ocurrido históricamente bajo el sistema fiat.




* Estoy teniendo en cuenta un "Patrón Oro estricto" para esa época, es decir, solo tomo como oferta monetaria los metales preciosos. Hoy en día la oferta monetaria incluye el efectivo papel más los depósitos a la vista, entre otras cosas.







Brown, Kendall W. (2012) A History of Mining in Latin America: From the Colonial Era to the Present. Albuquerque, New Mexico: University of New Mexico Press.

Hamilton, Earl J. (1929) “Imports of American Gold and Silver Into Spain, 1503-1660”. The Quarterly Journal of Economics. Vol. 43, No. 3, pp. 436-472

Hamilton, Earl J. (1970) American Treasure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650. New York: Octagon Books.

Hülsmann, Jörg G. (2008) The Ethics of Money Production. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

jueves, 20 de octubre de 2016

El extraño prejuicio de Rallo sobre la “vertiente rothbardiana”


En otro de los posteos que ya se están haciendo regulares en este blog, estamos ante una entrada criticando las interpretaciones de miembros de la llamada "Teoría de la Liquidez". En una conferencia sobre el Patrón Oro, Juan Ramón Rallo realiza el siguiente comentario al pasar sobre la "vertiente rothbardiana":

Rallo, 28 de mayo de 2015: minuto 13:10-13:44:

Hay muchos, ya en la vertiente más rothbardiana, que dicen que producir oro es como generar inflación porque el minero de oro lo que está haciendo es diluir el poder adquisitivo del resto de unidades monetarias de la economía […] Y por lo mismo también producir iPads es depreciar, es robarle el valor a los que producen otro tipo de tablets menos competitivas, etc. porque pierden valor de mercado.

Jeffrey Herbener es uno de los más importantes partidarios académicos de la reserva de 100% y, por ende, de la “vertiente rothbardiana” en temas monetarios dentro de la Escuela Austriaca. Ha participado en el gran debate intra-Escuela Austriaca que comenzó a mitad de los 80s y que continua incluso hoy sobre 100 % VS reserva fraccionaria. En una ponencia de hace unos meses, Herbener, sin quererlo, casi contesta con exactitud el comentario de Rallo. 

Herbener, 26 de julio de 2016: minuto 38:46-39:20 (traducción mía):

Ahora podemos definir “inflación monetaria” analíticamente de una forma precisa. Inflación monetaria no significa “cada vez que la oferta monetaria crece”. Inflación monetaria es un incremento del stock de dinero fuera de los confines del cálculo económico. No hay inflación monetaria en un sistema de dinero mercancía. Solo existe la producción regular de dinero en respuesta a cambios en la demanda. Eso no es inflación. De la misma forma en que no llamamos inflación al incremento de la producción de Smartphones cuando la demanda de los mismos aumenta. Es solo el mercado normal.

Ahí lo tienen, precisamente lo opuesto de lo que Rallo les atribuye e incluso con la increíble coincidencia de usar el mismo ejemplo (con smartphones en lugar de iPads).

No voy a negar que alguien por ahí en Internet pudo haber dicho lo que dice Rallo que afirman. Sin embargo, debe quedar muy claro que al menos en su versión académica y de parte de sus más importantes miembros, la “vertiente rothbardiana” (defensora del 100 % de reserva, dinero mercancía y libertad bancaria) no afirma que “producir oro es como generar inflación”. Porque ni siquiera el propio Rothbard (1962: 990) en su obra magna lo dijo (traducción mía): 

[E]l proceso de emitir dinero más allá de cualquier aumento en el stock de especie (metal precioso -GS), puede ser llamado inflación*... 
*Inflación, en este trabajo, está explícitamente definida para excluir incrementos en el stock de especie (metal precioso -GS)

Guido Hülsmann es otro miembro de la vertiente y tampoco lo afirma, como puede verse a continuación (Hülsmann, 2008: 86) (traducción mía):

En este sentido, a la inflación también se la puede llamar una manera forzosa de incremento de oferta monetaria, distinto de la “natural” producción de dinero a través de la minería y acuñación…

Es claro que Hülsmann ha distinguido perfectamente inflación de la producción de oro. Por tanto, tampoco él está diciendo que “producir oro es como generar inflación”, sino exactamente lo contrario: NO son lo mismo.


Por último, Joseph Salerno es claramente otro perteneciente a la vertiente rothbardiana y explica perfectamente la diferencia entre aumentar la oferta de dinero fiat (inflación) a que se incremente la de dinero mercancía como el oro. Según Salerno (2010: 343) en el primer caso la sociedad pierde y en el segundo gana en términos netos. Por ende, no son lo mismo (traducción mía):

Un incremento de la oferta de dinero mercancía bajo patrón oro otorga beneficios netos para la sociedad asumiendo que todavía hay demanda no monetaria para el oro. Pero el dinero fiat del gobierno, por definición, no tiene usos alternativos no monetarios. Un incremento de la oferta de la moneda fiat, como en el caso de la falsificación, beneficia principalmente a aquellos que crean el nuevo dinero, así como también a los receptores iniciales de su generosidad o de sus gastos, a expensas del resto de la sociedad...







Hülsmann, Jörg G. (2008) The Ethics of Money Production. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Rothbard, Murray N. (1962) Man, Economy, and State, with Power and Market. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. Año 2004. 


Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

sábado, 15 de octubre de 2016

An alternative date for the recession of 1920-1921


Ok, it's been awhile since I wrote a post in English so let’s start. In order to downplay the possibility of self-recovery from the recession of 1920-1921, some people from Keynesian and monetarist camp have claimed that, despite the fact that fiscal policy played a contractionary role, expansive monetary policy by the Fed had a significant if not fundamental role for the beginning of the recovery.

The main shortcoming I find with this story is that it only uses the dates of National Bureau of Economic Research (NBER) for the beginning and end of the contraction of early 20s. Why is that a “shortcoming”? Because NBER recession dates have been severely questioned several years ago mainly by, among others, Christina Romer (Romer, 1994). As Romer (1999) explains: “[T]he NBER’s dating procedures have not been entirely consistent over time.” The post-World War II recession dates are derived from aggregate indicators in levels while, on other hand, the prewar and interwar dates are derived from detrended (long-term trend removed) series. When you detrend data series which are generally upward sloping, like real GDP, the result is a serie which tends to peak earlier and trough later compared to the series in levels. The consequences of this inconsistent procedure are not trivial for Romer (1999): “As a result, the earlier procedure of using detrended data is likely to make pre-World War II expansions look shorter and pre-World War II recessions look longer than they would if postwar procedures had been used.” So, as we can see, the pre-World War II NBER recession dates are not as reliable as you can expect. It is true that NBER recession dates are, by far, the most widely used, but that fact does not increase their accuracy at all. Once we use the much better and modern Romer’s dates, we find some interesting things about the “Depression of 1920-1921”. As we will see, this alternative and better dating casts serious doubts about the alleged “monetary policy exit” from recession.

According to NBER the peak was reached in January 1920 and the trough in July 1921. On other hand, while the peak was also January 1920, for Romer (1999) the trough was reached in March 1921. Now we can put this new recession date and monetary policy data together and check whether or not the slump was over because of the actions of the FED.

Let’s start with Fed’s discount rate data. In the next graph, the monthly discount rate of four Federal Reserve banks are plotted for the period 1919-1922. The recession interval is taken from Romer (1994; 1999) in the usual manner as starting the immediate period following the peak. The leading bank in those days was Federal Reserve bank of New York under the leadership of Benjamin “the greatest central banker ever” Strong, so its discount rate is an important index of the ease or tightness of monetary policy. You can also see the discount rate from Federal Reserve banks of Minneapolis, San Francisco and Dallas. 

Monthly discount rates of Federal Reserve banks
and recession, 1919-1922 (Y axis do not start at zero).
Source: FRED and Romer (1994; 1999)

As we can see, if we use the modern recession dates of Romer, the U.S. was already out of the slump even when Federal Reserve discount rate was at its historical maximum of 7 %. Even when every single discount rate was still at its highest, the economy was able to manage an escape from the recession.

But monetary policy is not only about interest rates, it is also important to investigate what happened to money supply

Year over year growth of monetary base, M1, M2 and M3 and recession, 1919-1922.
Source: FRED, Friedman and Schwartz (1970: 16-21) and Romer (1994; 1999)

The year over year rate of growth of the monthly (seasonly adjusted) data of the monetary base and of the broad money supply M1, M2 and M3 (Friedman and Schwartz, 1970: 16-21, columns 8, 9 and 11 respectively) clearly shows that the recession ended long before the peak of the monetary contraction was reached.

Monthly monetary base, M1, M2 and M3
with January 1919 = 100 and recession, 1919-1922.
Source: FRED, Friedman and Schwartz (1970: 16-21) and Romer (1994; 1999)

Even if we plot every measure of the monthly money supply, we clearly see that the recession ended several months before the contraction of the stock of money was over. The recession lasted until March of 1921 but the broad money supply (M1, M2 and M3) contracted until September. After that the level of broad money supply stagnated and it did not start to grow in a considerable way until April 1922. Meanwhile the monetary base contracted until February 1922. In other words, according to these data, the end of the recession was not preceded, much less helped, by a monetary easing. On the contrary, the slump ended despite the fact that the money supply was decreasing continuously.

Thus, according Romer’s dates, it is highly doubtful that the termination of the 1920-21 recession was helped by the FED’s expansionary actions. Mainly because the recession was already over when, according to discount rate and money supply data, the Federal Reserve was still being contractionary.





Friedman, Milton and Schwartz, Anna J. (1970) Monetary Statistics of the United States: Estimates, Sources, Methods. National Bureau of Economic Research. New York: Columbia University Press.

Romer, Christina D. (1994) “Remeasuring Business Cycles.” The Journal of Economic History. Vol. 54, No. 3, pp. 573-609.

Romer, Christina D. (1999) “Changes in Business Cycles: Evidence and Explanations.” The Journal of Economic Perspectives. Vol. 13, No. 2, pp. 23-44.

sábado, 8 de octubre de 2016

Funcionamiento del Patrón Oro: los efectos de cambios en la demanda de oro


En un post anterior vimos que la oferta de oro respondía a cambios en los costos de producirlo. Ahora veremos que la oferta no es el único factor. Bajo un contexto de Patrón Oro, la cantidad de dinero también responde a fuerzas del lado de la demanda. Supongamos el caso de que, ceteris paribus, aumenta la demanda de dinero (monedas de oro, por ejemplo) por la razón que sea (mayor incertidumbre futura o por aumento del ingreso real/producción nacional). La consecuencia principal será, en principio, una caída de los precios de la economía. Entre ellos se incluyen los precios de los recursos empleados en la minería (Rueff, 1947: 242-43; Salerno, 2010: 345, 359). Al incrementarse la demanda de dinero, cae la demanda de todos los demás bienes y de los recursos que los producen.

Ahora vamos a analizar que modificaciones en la demanda de dinero provocan:

(1) A corto plazo, que el poder adquisitivo (precio) del dinero y la rentabilidad de producirlo cambie

(2) Como consecuencia de (1) y a largo plazo, que la producción de oro (dinero), así como su acuñación y emisión de sustitutos monetarios, cambie

(3) También debido a (1), cambia el valor y la disponibilidad de oro para usos de consumo y producción

(4) Desequilibrios en la balanza de pagos que cesan cuando la modificada demanda de dinero está satisfecha y el proceso de ajuste monetario se completa

Si un trabajador decide aumentar sus tenencias de dinero (manteniendo todo lo demás constante, incluida la demanda de dinero del resto de la sociedad); necesariamente su abstención de gastar tiene como consecuencia la disminución de las tenencias de dinero de otros miembros de la sociedad por debajo de lo que desean mantener (recordar que su demanda de dinero no cambió). Para volver a tener el efectivo (oro) atesorado que estiman correcto, estos últimos agentes deben ofrecer adicionales bienes y servicios a cambio de dinero. Es decir, que aumentan la oferta de bienes, sin gastar en otros, para así recuperar moneda. Esto provoca una tendencia a la baja de los precios de los bienes y servicios en términos de oro, así como también de los costos de minarlo (los factores de producción necesarios para extraer oro se consiguen a menor precio). Pero hay un precio que no baja, a pesar que todos los demás están cayendo: el precio del oro (Rueff, 1947: 242-50). Como ya notamos antes, este es fijo respecto a sí mismo y se valora a la par. Una onza de oro se cambia por una onza de oro siempre. Hay, por lo tanto, una transferencia de recursos desde las industrias donde los precios están bajando (consumo e inversión) por la abstención de gasto producto del atesoramiento, hacia las industrias donde los precios no bajan (extracción de oro). La producción de bienes de consumo o inversión cae y se expande la minería del bien metálico que se usa como dinero (oro o también la plata). 

Entre los bienes que bajan relativamente de precio están los elementos que entran en los costos de las mineras: explosivos y otros químicos, maquinaria e insumos necesarios para que funcionen (repuestos, gasolina, neumáticos, etc.), la cal, la energía eléctrica, el agua, los salarios del factor trabajo necesario para operar las maquinas, hacer ingeniería o geología, etc. Dado el precio fijo del oro, esta circunstancia impulsa la rentabilidad de las empresas extractoras, entre otras.

La producción de oro se vuelve relativamente más rentable respecto a producir otros bienes y servicios. Por ejemplo, una minera producía/extraía antes del cambio en la demanda de dinero, digamos, 100 onzas de oro al mes mientras pagaba un total de 95 onzas en salarios a los trabajadores y en precios de otros factores complementarios por esa producción mensual. Otorgándole un margen de beneficio de 5 onzas o un 5,3 %. Pero ahora, luego del aumento en la demanda de oro como dinero, los precios han caído hasta el punto de que actualmente la minera gasta 80 onzas por lo que antes pagaba 95 mientras continúa reportando ingresos por 100 onzas. Su margen pasó de 5,3 % hasta un 25 % con las 20 onzas que ahora gana. 

Ante esta nueva situación, los empresarios responden (a) incrementando la tasa de producción de las minas que ya operan, (b) reabriendo viejas minas previamente montadas y abandonadas porque al precio del oro anterior eran irrentables, (c) iniciando por primera vez la explotación de depósitos de oro submarginales ya conocidos pero nunca emprendidos por ser considerados muy costosos y (d) aumentando la inversión en buscar nuevas fuentes de oro desconocidas y también en desarrollar novedosos métodos menos onerosos de extracción. Y todavía más que eso, el mayor valor monetario del oro le da a los agentes incentivos para reasignar cantidades adicionales de oro desde su uso en consumo e industria hacia empleo dinerario (Salerno, 2010: 345, 359).

Por lo tanto, el incremento de la demanda de dinero metálico inicialmente, a corto plazo, se satisface con un aumento del poder adquisitivo de la unidad monetaria. Es precisamente eso lo que al mismo tiempo produce una gradual expansión de la oferta dineraria que tiende a, en el largo plazo, satisfacer la aumentada demanda de dinero del resto de la sociedad y contrarrestar la declinación inicial de precios restaurando el poder adquisitivo (Salerno, 2010: 345, 359). La caída de precios y el consecuente traslado de factores productivos destinados a aumentar la oferta de dinero metálico continúan mientras la causa (la insuficiente tenencia de efectivo actual con respecto a la deseada) persista. El aumento de la demanda de dinero, traslada mano de obra desde la producción de bienes de consumo e inversión donde no se necesitan; hacia la producción de metal que es monetizado para satisfacer la necesidad de dinero de la gente (Rueff, 1947: 243-44). 

Y aun en el caso extremo de que se agotara todo el oro a minar, los agentes tienen serios incentivos para usar su función empresarial en buscar otro sustituto próximo cuya producción sí se pueda ampliar. Los empresarios y la gente seleccionarán otra mercancía que pueda ser usada como dinero. Por ejemplo, se moverán desde el oro a producir plata. Y si la plata se agotase también, podrían pasar a, digamos, el cobre, etc. 

Incluso es posible suponer que el país es incapaz de producir oro o plata porque no tiene ninguna mina. En ese caso, puede satisfacer su mayor demanda de dinero metálico exportando bienes y servicios de consumo o de inversión a cambio del requerido oro. Dado que la demanda monetaria por bienes de consumo e inversión cae por el no gasto debido a la incrementada tenencia de saldos de tesorería, esos bienes liberados pueden venderse a otros países a menor precio para conseguir dinero metálico. El país exporta más mercancías, servicios y activos financieros al resto del mundo mientras importa menos. Los factores desempleados del sector consumo e inversión, entonces, encuentran empleo en industrias de exportación (Rueff, 1947: 245). De esta forma, oro (dinero) adicional fluye hacia el país a través de un superávit de balanza de pagos incrementando la cantidad de dinero. Vender (exportar) bienes, activos financieros y servicios a países que sí tienen minas de oro o que sin tenerlas están dispuestos a entregar la moneda que tienen porque les urge demandar productos, se puede considerar una forma, un tanto indirecta, de “producir” o conseguir metal precioso. 

El exceso de demanda de dinero en una nación implica un superávit de balanza de pagos a medida que los agentes desean incrementar sus tenencias de efectivo aumentando lo que venden (exportando más) y disminuyendo lo que compran (importando menos). Es decir, al desear mayores saldos de tesorería, los agentes tienden a exportar más bienes, servicios y activos que antes e importar menos durante el tiempo necesario para adquirir el efectivo adicional. Que la gente dentro del país haya dejado de demandar bienes para retener más dinero no implica que en el mercado mundial también cayó la demanda (Salerno, 2010: 170; Hayek, 1937: 353). La oferta de oro mundial se distribuye entre los países de acuerdo a las demandas de saldos de tesorería de los individuos habitantes de cada nación. A largo plazo, y descontando modificaciones en el stock global aurífero, las transferencias netas de oro de un territorio a otro ocurren solo por cambios en la demanda relativa de dinero entre ambos. No hay ninguna razón para que el oro se apile excesivamente en un lugar y haya carestía en otro, pues cada agente se encargará de no permitir que sus saldos de tesorería excedan o estén por debajo de lo que estima necesario en vista de su ingreso y riqueza (Salerno, 2010: 390-91).

Al aumentar los deseos de dinero, su poder adquisitivo (precio) tiende a ser mayor de lo que sería en otra circunstancia y es precisamente ello lo que pone inmediatamente en funcionamiento los incentivos para producir más dinero y moderar la caída de precios. Cualquiera sea la razón por la cual los agentes desean tener más liquidez, en la media en que el incremento de la demanda de dinero se esparce de un agente a otro, pone sucesivamente presión a la baja sobre los precios. Aun asumiendo que ciertos precios son “rígidos a la baja” o no se ajustan inmediatamente y ello provoca un exceso de oferta (desempleo) en algunos bienes de consumo, de capital y trabajo; el proceso de ajuste continua. El exceso de oferta de esos recursos significa que están disponibles para la minería, lo cual puede reducir sus costos aun sin bajas nominales. La empresa minera, por ejemplo, puede ahora conseguir dos trabajadores por mismo el precio que pagaba uno antes o el doble de horas alquiladas de maquinaria por el mismo precio de alquiler. Tanto el efecto precio como el efecto cantidad estimulan producción de metal precioso (Garrison, 1985: 64).

La propensión a la baja de los precios como consecuencia del aumento de poder adquisitivo de la unidad monetaria debido al actual exceso de demanda de dinero, tiende también a facilitar el ajuste de determinados otros precios. Por ejemplo, dado que los precios de los bienes y servicios han caído o están cayendo, es más sencillo renegociar a la baja salarios nominales en la industria minera u otras pues sus salarios reales pueden permanecer iguales. Esa disminución nominal reduce los costos de los productores de dinero. Aun bajo el supuesto de que ciertos precios son “rígidos”, el sistema da incentivos para ayudar que se coordinen.

No solo la minería es incentivada, también lo es el servicio de certificación y acuñación de monedas metálicas. Luego de producido el mayor atesoramiento de dinero, el valor de las monedas de oro ha aumentado relativamente y además la demanda de recursos para producir los demás bienes que no son dinero ha caído. El precio de los insumos de las empresas encargadas de la acuñación disminuye mientras el del producto que acuñan y su demanda sube. Como consecuencia obtienen mayores beneficios y, concomitantemente, aumentan su producción de servicios de certificación. A medida que producen y ofrecen más, su precio cae. Además, al incrementar la demanda por recursos los precios de estos suben. La tasa de beneficios que en un principio es alta, es a la larga reducida para ulterior producción (Herbener, 2012). Junto a las mineras, esto emplea recursos y factor trabajo adicional. 

Hay que tener en cuenta que, debido a que se cambia según peso, todas las formas de oro pueden potencialmente ser dinero. Un collar, un anillo, un reloj, un diente o cualquier ornamento de oro puede, aparte de su utilización exclusiva como bien de consumo o producción, ser usado como medio de intercambio. El problema es que la forma que adopta el oro en esos usos podría no ser la más conveniente o adecuada para los intercambio. Sin embargo, existe la posibilidad de fundirlos nuevamente para hacer barras bullion o, con más trabajo, acuñarse en monedas para ser usadas correctamente como dinero. Por supuesto, cambiar el oro de una forma a la otra consume recursos, en especial pasar desde bullion a monedas; fundir las monedas u otras cosas para hacer bullion suele ser menos caro (Rothbard, 1962: 33). 

Al aumentar la demanda de dinero metálico oro, se vuelve más rentable y atractivo transformar bienes ornamentales, así como insumos de producción dorados usados para esos y otros productos, en bullion o monedas. Esta oferta se suma a la de la extracción minera para satisfacer la creciente demanda. Además, esas actividades generan demanda de trabajo y otros recursos complementarios en fundición y todo el procesado del metal.

Por seguridad o conveniencia los agentes tal vez pueden desear mantener sus aumentados saldos de tesorería metálicos en los bancos. Si estos últimos producen certificados de dinero (sustitutos monetarios completamente cubiertos por dinero que equivalen a títulos de propiedad sobre un monto), su rentabilidad también aumenta. A diferencia de los medios fiduciarios, producir certificados de dinero es un negocio costoso y riesgoso aunque al menos insertado en el ámbito de cálculo económico monetario*. Los bancos, en estas circunstancias, producen y mantienen cuentas corrientes si los clientes que las usan están dispuestos a pagar honorarios que generen ingresos suficientes para cubrir los costos de administrarlas. Al incrementarse la demanda por cuentas corrientes, los bancos ofrecerán más para intentar captar los beneficios. Al aumentar la oferta de servicio de cuentas corrientes, los honorarios que cobran tienden a bajar. Además al demandar más recursos para administrar la mayor cantidad de cuentas hacen subir sus precios. Los beneficios extraordinarios caerán con la adicional producción de cuentas corrientes (Herbener, 2012).

En resumen, el aumento de la demanda de dinero metálico (oro, plata, etc.) se satisface o acomoda (1) a corto plazo ajustando al alza su poder adquisitivo y (2) a largo plazo incrementando gradualmente su cantidad. Cuán fuerte va a actuar cada uno de los dos factores dependerá de las condiciones de oferta de la industria minera (Garrison, 1985: 64) o capacidad exportadora. 

Los recursos (mano de obra, bienes de capital y usos de la tierra) liberados o desempleados desde el consumo y la inversión por el aumento de la demanda de dinero mercancía, encuentran empleo en: (a) principalmente minería y extracción, (b) industrias de exportación, (c) fundición, acuñación y certificación, (d) sector bancario administrando cuentas adicionales. Por supuesto, el empleo no se tenderá a expandir exclusivamente en estas actividades, sino también en ramas que surgen alrededor de ellas. Es falaz pensar que, en un régimen monetario respaldado con algún metal, al disminuir el gasto en consumo e inversión para demandar dinero necesariamente no hay más o no hay suficientes oportunidades de empleo.

Por otro lado, una caída de la demanda de dinero produce, mutatis mutandi, efectos inversos. La suba general de precios consecuente, eleva los costos de producción de las mineras. A medida que los beneficios de las compañías extractoras de oro caen, la tasa de producción anual se reduce. Minas antiguas y submarginales se abandonan, se deja de invertir en buscar nuevas y las actuales funcionando reducen su tasa de producción. Esa misma elevación de precios se transmite a todos los insumos industriales, incluyendo el oro, por lo que se incentiva a reasignar unidades de metal precioso desde los saldos de tesorería (demanda de dinero) hacia los usos de consumo o industria. Los factores se trasladan desde la producción de oro (las minas) hacia las industrias de consumo y de inversión. Eventualmente, a largo plazo, la oferta monetaria se contrae contrarrestando el efecto de corto plazo inicial de suba de precios, reestableciendo así el poder adquisitivo de la unidad monetaria (Salerno, 2010: 345, 359-60).

Irónicamente el Patrón Oro es el único sistema monetario contra el cual se usan dos argumentos contradictorios entre sí para criticarlo. Algunos dicen que el esfuerzo de minar oro usa demasiados recursos (monetaristas) y, por tanto, es un sistema con mucho desperdicio. Otros afirman que, por el contrario, utiliza demasiados pocos recursos (keynesianos) y, consecuentemente, deja muchos recursos desempleados.





*El hecho de si, como indica Mises, la libertad bancaria y un patrón dinero mercancía tendería a eliminar tanto la emisión de medios fiduciario como también la de certificados de dinero (Salerno, 2012) no entra en este post.



Garrison, Roger W. (1985) “The ‘Costs’ of a Gold Standard”. En Rockwell, Llewellyn H. Jr. Ed. (1985) The Gold Standard: An Austrian Perspective. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. Año 1992, pp. 61-79.

Hayek, Friedrich von (1937) Monetary Nationalism and International Stability. En Hayek, Friedrich von [Salerno, Joseph T. Ed.] (2008) Prices and Production and Other Works. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Herbener, Jeffrey M. (2012) “Written Testimony by Jeffrey M. Herbener Professor of Economics Grove City College Before the Subcommittee on Domestic Monetary Policy and Technology Committee on Financial Services U.S. House of Representatives”.

Rothbard, Murray N. (1962) The Case for a 100 Percent Gold Dollar. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. Año 2001.

Rueff, Jacques (1947), “The fallacies of Lord Keynes’ General Theory”. En Hazlitt, Henry Ed. (1960) The Critics of Keynesian Economics. Irvington-on-Hudson, New York: The Foundation for Economic Education, Inc. Año 1995, pp. 238-63.

Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Salerno, Joseph T. (2012) “Ludwig von Mises as Currency School Free Banker”. En Hülsmann, Jörg G. Ed. (2012) Theory of Money and Fiduciary Media. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute, pp. 95-125. También en Procesos de mercado: revista europea de economía política. Vol. 9, No. 2, pp. 13-50. Año 2012.

lunes, 3 de octubre de 2016

Funcionamiento del Patrón Oro: los efectos de cambios en los costos de producir oro

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Una de las particularidades del Patrón Oro y de los patrones dinero mercancía es que el oro o el bien económico que el mercado escoja tiene un precio fijo. Una onza de oro se intercambia por una onza. Mientras que el precio, medido en oro, de los demás bienes se modifica todo el tiempo. Un auto, por ejemplo, puede valer 100 onzas de oro y posteriormente 120 u 80 onzas. En el caso de cualquier bien (salvo el oro), ceteris paribus, su producción tiende a aumentar cuando su precio sube y a disminuir cuando su precio baja. Sin embargo, que el precio del oro medido en oro no cambie, no implica que su poder adquisitivo (en términos de todos los otros bienes) permanezca invariado. A diferencia de su precio en oro, los costos de producirlo sí varían constantemente a medida que el poder adquisitivo también lo hace (Kemmerer, 1944: 144-45).

Veremos que modificaciones en los costos de producir oro provocan:

(1) Cambios en la producción de oro y de oferta de dinero

(2) Como consecuencia de (1), cambios en el poder adquisitivo del oro usado como medio general de intercambio (dinero)

(3) También junto con (2), cambios en la producción de bienes útiles auríferos no usados como dinero

(4) Desequilibrios en la balanza de pagos que cesan luego de finalizado el proceso de ajuste monetario a la nueva situación de cambio en la producción de oro

Supongamos, por simplicidad, que partimos de una situación de “equilibrio” en la cual tanto oferta, demanda y, por ende, el poder adquisitivo son constantes. Bajo esas condiciones, las empresas mineras maximizan sus beneficios produciendo cierta cantidad de oro por año que es exactamente igual a la cantidad anual asignada en usos no monetarios más el monto gastado o destruido en empleo monetario durante el año (Salerno, 2010: 342-43, 358). Es decir, se produce lo suficiente como para reponer el oro (usado como dinero) que se ha perdido y para satisfacer los usos industriales o de consumo del metal (joyas, dentaduras, procesadores, etc.), nada más.

Ahora ocurre una mejora tecnológica en la industria minera o se descubre un yacimiento nuevo y fácilmente accesible. Ello significa que en la nueva situación los costos de las mineras han disminuido, aumentando su margen de beneficios y, por lo tanto, incentivando el incremento de la producción anual de oro. Por ejemplo, asumamos que hay una empresa minera y que esta saca 1.000 onzas de oro al año (sus ingresos) y que sus costos totales anuales son 950 onzas, entonces su margen de beneficios es 50 onzas o una tasa de 5,3 % anual. Si por la mejora tecnológica sus costos caen a 900 onzas mientras sus ingresos siguen igual, entonces su tasa de beneficio aumenta a 11,1 % o 100 onzas. O si por el descubrimiento de un nuevo yacimiento fácilmente accesible sus ingresos aumentan a 1050 onzas cuando sus costos siguen igual, su margen de rentabilidad también sube hasta aproximadamente 11 % o 100 onzas. En cualquier caso, el margen de beneficios pasó de 5,3 % a 11 % lo cual es un incentivo potente para que se produzca más.

Como la demanda de dinero no ha cambiado, la mayor oferta de oro (disponible para su función de medio de intercambio general) hará subir los precios en el mercado de bienes, servicios y activos financieros y, por consiguiente, reduce el poder adquisitivo de la unidad monetaria. Es decir que el incremento de la cantidad de dinero perturba el previo equilibrio monetario existente, haciendo que ciertos agentes tengan un exceso de efectivo en sus saldos de tesorería que llevará a un exceso de demanda en el mercado de bienes, servicios y activos financieros (Salerno, 2010: 155, 342-43, 358).

Cada unidad monetaria (onza de oro) ahora compra menos bienes y servicios y activos financieros. Ceteris paribus, la producción de cualquier unidad adicional de dinero hace que esta sea menos valorada para su poseedor de lo que sería de otro modo, vale menos comparado con los demás bienes y servicios que no son dinero. Con mayor ingreso y ante unas tenencias de efectivo mayores de lo que serían en otra situación, los agentes se inclinan a aumentar sus compras y disminuir sus ventas. Como comprador tenderá a pagar más a cambio de los bienes y servicios que desea y como vendedor de estos procurará pedir precios más altos. En definitiva, la producción de dinero implica una tendencia de los precios monetarios a subir. Sin embargo, la subida no será ni proporcional en todos los precios ni simultánea. La tendencia al aumento se manifiesta primero y con más fuerza solo en los precios pagados por el productor de dinero. Ciertos precios de determinados bienes que el productor de dinero desea sufren el impacto monetario en primera instancia. Solo en un momento posterior se esparce por el resto de la economía pues los individuos que vendieron bienes y servicios al productor de dinero ahora tienen ingresos más altos y excedentes dinerarios mayores de lo que serían en otra circunstancia. Los precios de los bienes que ellos desean también tienden a subir. Unos terceros agentes tendrán saldos de tesorería más altos de lo que sería de otro modo, con lo cual comienza otra ronda de suba de algunos precios. El proceso de suba sigue paso a paso y en diferentes proporciones hasta que todos los precios han subido (por encima de lo que habrían aumentado sin el dinero adicional en circulación) en distinto grado y se ajustaron a una mayor existencia de dinero. Ello necesariamente implica la disminución del poder adquisitivo de la unidad monetaria (Hülsmann, 2008: 44-45).

Este proceso de desvalorización paso a paso de la unidad monetaria genera una redistribución a favor del productor de dinero. Sin embargo, esa redistribución no es per se mala ni indeseable. Lo favorece porque ha sido eficiente y ha disminuido sus costos a la vez que produce algo demandado por la sociedad, con lo cual su rentabilidad ha aumentado. Como también aumenta la rentabilidad en cualquier otro negocio en el mercado y más recursos van hacia los productores más eficientes, ese tipo de redistribuciones de riqueza e ingresos son un elemento esencial del proceso de mercado (Hülsmann, 2008: 49).

El mecanismo del mercado tiene, sin embargo, un freno “automático” o espontáneo que comienza a operar inmediatamente para poner coto a cualquier expansión de la producción de oro. El aumento de la oferta de metálico relativo a la demanda tiende a incrementar la disponibilidad de oro para fines de uso monetario. El incremento de precios de los bienes, servicios y activos que ese adicional stock de dinero provoca, hace al oro menos valioso, cae su poder de compra. Entre los bienes que suben de precio están los elementos que entran en los costos de las mineras: explosivos y otros químicos, maquinaria e insumos necesarios para que funcionen (repuestos, gasolina, neumáticos, etc.), la cal, la energía eléctrica, el agua, los salarios del factor trabajo necesario para operar las maquinas, hacer ingeniería o geología, etc. Estos costos en ascenso presionan contra el precio fijo del oro, erosionando el margen de beneficios que, previo a las acciones llevadas a cabo para aprovecharse de él, era relativamente alto. Esa caída de beneficios tiende a reducir la producción aurífera (Kemmerer, 1944: 145-46).

Por regla general, cuando el nivel de precios es alto o está creciendo la minería tiende a ser menos rentable que las otras ramas de la industria. En consecuencia, menos dinero se producirá y los precios monetarios tendrán propensión a bajar. Y la minería tiende a ser más rentable cuando el nivel de precios es más bajo o está cayendo. Impulsando mayor producción de oro y presionando hacia arriba los precios (Hülsmann, 2008: 73). O, expresado de otro modo, la producción de oro tiende a aumentar cuando el poder adquisitivo o valor del oro aumenta y a disminuir cuando el mismo cae (Kemmerer, 1944: 146). En el caso que nos incumbe, la producción adicional de dinero, al elevar sucesivamente los precios, también tiende a bajar la rentabilidad de seguirlo produciendo.

La suba general de precios en la economía incluye los de los bienes y servicios en los que el oro es su insumo (las mencionadas joyas, dentaduras, procesadores, etc.). Luego del cambio, el oro utilizado en industria da un beneficio neto mayor en términos del oro monetario, es decir, el metal precioso es relativamente más rentable en usos no monetarios que en los monetarios. Al haber más oro disponible gracias a la mayor producción, no solo aumenta su oferta para usos monetarios sino que también se incrementa la oferta de insumos para los que producen utilizando el metal precioso. La mayor oferta de insumo, ceteris paribus, hace caer el precio pedido por él, reduciendo los costos de productores de bienes de consumo o capital dorados. La caída del valor monetario del oro reduce los costos de oportunidad de emplearlo en alternativos usos no monetarios. Los empresarios son incentivados a emplear y asignar cantidades adicionales de oro a producir bienes de consumo y de capital. La adicional oferta de estos productos de oro, a lo largo del tiempo tiende a disminuir sus precios y reducir o eliminar la discrepancia entre los valores monetarios e industriales del metal dinerario. De paso, satisfaciendo necesidades humanas y, en definitiva, mejorando el bienestar (Salerno, 2010: 342-43, 358).

El mercado tiene un mecanismo interno espontáneo para incentivar que se “retire” de la circulación monetaria una buena parte del excedente de oro producido. Además, ese metal precioso que se “saca” de la oferta monetaria no va al vacío o se pierde inútilmente, sino que tiende a satisfacer necesidades humanas y aumentar el bienestar.  

Como se ve, en un sistema de Patrón Oro la reducción del poder adquisitivo de la unidad monetaria NO es, afortunadamente, el único efecto de un incremento de la oferta de oro. El nuevo oro en el mercado como consecuencia de su incrementada producción es en una considerable parte absorbido por usos no monetarios (industriales) y ello ayuda a mitigar el efecto del excedente de metálico en la oferta monetaria. Adicionalmente a ello, y mientras exista demanda industrial de oro, aumenta el bienestar humano al incrementar la producción de bienes útiles auríferos. Que haya más joyas, más dentaduras, más procesadores, etc. implica que alcanza para más usos y para mayor número de personas; ello mejora el bienestar social o al menos el bienestar de muchos se eleva sin perjudicar el de otros, dado que son bienes útiles con demanda. Aun así, no se desconoce que incluso en el ejemplo anterior, bajo el nuevo “equilibrio” la oferta de oro para uso monetario aumentó, produciendo una suba general de precios o, lo que es lo mismo, una baja del poder adquisitivo de dinero (Salerno, 2010: 342-43, 358).

El mecanismo de flujo-precio-especie también entra en juego para el proceso de ajuste monetario a la nueva situación. Al incrementarse la oferta monetaria se tiende a hacer crecer los precios dentro del país. La suba de precios relativos provoca que las exportaciones se contraigan al ya no ser competitivas. La salida de oro del país vía déficit de balanza de pagos es la consecuencia. Pero la equilibración no se produce solo vía ascenso de precios. Dado que también están subiendo ingresos y precios monetarios de activos en la nación, más dinero se gastará en importaciones. Este “efecto ingreso” o efecto balance de efectivo generalmente actúa más rápido que el efecto precio (Rothbard, 1995: 426-27). A medida que aumenta el ingreso de los agentes nacionales, experimentan un excedente dinerario respecto a su demanda. Es así como los habitantes aumentan sus compras externas.

Tarde o temprano, y ello dependerá de cada caso concreto, el exceso de demanda en los mercados de bienes y activos debido al excedente de dinero respecto a su demanda monetaria resulta en una salida neta de oro del país a través de las cuentas corriente y capital. El déficit de balanza de pagos continuará hasta que los residentes consideren que se han deshecho del exceso de efectivo, el equilibrio vuelve al mercado monetario doméstico y concomitantemente cesa el escape neto de dinero (Salerno, 2010: 155).

Cuando los costos de producir oro aumentan, el caso es, mutatis mutandi, el inverso. Ello puede ocurrir, por ejemplo, porque se agotan las minas y depósitos más fácilmente accesibles. La tasa de producción anual de oro cae. A largo plazo, ello implica una caída de los usos industriales del metal precioso así como una contracción de la oferta monetaria y, por ende, una baja general de precios o una subida del poder adquisitivo del dinero (Salerno, 2010: 359).

Por último, vale la pena indicar que aunque ciertamente los cambios en los costos de producir oro afectan la oferta monetaria, dadas las características del oro ese efecto tiende siempre a ser mínimo. Las razones básicas son que (a) el oro es, en comparación con otros bienes reproducibles, extremadamente escaso y también (b) altamente durable. Su producción anual tiende a ser muy pequeña respecto a su stock existente total, es decir, su ratio flujo/stock es muy bajo. Por ende, incluso unas inusualmente pronunciadas bajas o subas de costos de producción del metal precioso no causarán a corto plazo grandes fluctuaciones de oferta monetaria (Salerno, 2010: 359).





Kemmerer, Edwin W. (1944) Gold and the Gold Standard: The Story of Gold Money Past, Present and Future. New York and London: McGraw-Hill Book Company.

Hülsmann, Jörg G. (2008) The Ethics of Money Production. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Rothbard, Murray N. (1995) An Austrian Perspective on the History of Economic Thought: Economic Thought Before Adam Smith. Volume I. Vermont: Edward Elgar Publishing.

Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.