viernes, 27 de mayo de 2016

Jornada laboral y vacaciones a fines del siglo XIX


Otro de los estereotipos usados para describir la vida durante el siglo XIX es el del capitalista que, dado que supuestamente no habían sindicatos o si existían eran muy débiles y además el Estado no intervenía, hace trabajar cada vez más horas al trabajador so pena de despedirlo y que muera de hambre. La terrorífica “explotación” se verificaría en observar que los empleados trabajan cada vez más horas a la semana y al año a medida que pasa el tiempo.


Veamos ahora el comportamiento de la jornada de trabajo a fines del siglo XIX en el mundo, el Viejo Mundo (Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Países Bajos, España, Suecia, Suiza, Reino Unido) y en el Nuevo Mundo (Australia, Canadá, Estados Unidos) según Huberman y Minns (2007):

Horas de trabajo por semana, 1870-1913.
El eje vertical no comienza en cero.

Primero veamos  las horas de trabajo semanales a tiempo completo de trabajadores (femeninos y masculinos) en actividades no agrícolas. Como se observa, a nivel mundial las horas de trabajo semanales disminuyeron todo el periodo 1870-1913. Así también ocurrió tanto en el Viejo como el Nuevo Mundo. No se percibe, para nada, una tendencia al aumento de las horas de trabajo en la era más "capitalista salvaje" de la historia.

Pero, pensará alguien, seguramente la "explotación" al trabajador debió venir por el lado de hacerlo trabajar sin descanso. Pues, no. Miremos las vacaciones en esa época según Huberman y Minns (2007):
 
Número de días de vacaciones y feriados, 1870 y 1900.

Este es el número de días de descanso (vacaciones y feriados nacionales) en 1870 y 1900. La cantidad de días de vacaciones y feriados se incrementó globalmente. La divergencia que se observa entre el Nuevo y Viejo Mundo de un año a otro se debe en parte a que las empresas con grandes inversiones en capital fijo tenían presiones para trabajar tantos días como pudieran (Huberman y Minns, 2007). Aun con eso, el Nuevo Mundo tuvo un aumento de días de vacaciones y feriados. Por supuesto, las vacaciones pagadas eran algo raro en todos lados.

Pero tal vez, creerá el escéptico, la baja de horas laborales semanales se compensó aumentando las horas totales trabajadas a tiempo completo al año. Pues, tampoco según Huberman y Minns (2007).
 
Horas de trabajo anuales, 1870-1913.
El eje vertical no comienza en cero.

Estas son las horas de trabajo por año a tiempo completo de trabajadores estimado del número de semanas trabajadas (ajustadas por días de ausencia) y horas por semana. Tanto a nivel planetario como en el Nuevo y Viejo Mundo las horas de trabajo por año cayeron considerablemente entre 1870 y 1913. 

¿Estas caídas de horas de trabajo fueron gracias a los sindicatos? No. La densidad sindical era baja en Europa en esa época. En Canadá las huelgas eran predominantemente por temas salariales y en Estados Unidos si habían huelgas sindicales por recortes de jornada, estas tenían poco impacto en los empleadores (Huberman y Minns, 2007).

No en muchos casos la legislación estatal provocaba la reducción de semana laboral, como por ejemplo en Bélgica. Pero en ese país la legislación comienza luego de 1893 (con el sufragio universal masculino) cuando las horas por semana ya venían descendiendo en desde 1870 (72,2 en 1870, 69,3 en 1880 y 66,5 en 1890) así como las horas por año (3483 en 1870, 3344 en 1880 y 3177 en 1890). Por lo que no necesariamente fue la causa exclusiva de la caída y probablemente hubieran bajado de todos modos sin ella (Huberman y Minns, 2007).

Sin embargo, en el Nuevo Mundo los trabajadores eran menos dependientes de la legislación estatal. En Estados Unidos, por ejemplo, donde los trabajadores y empleadores negociaban, las reducciones de horas laborables fueron resultado de las fuerzas del mercado (Huberman y Minns, 2007).

En su gran mayoría, otro de los efectos del capitalismo del siglo XIX fue reducir la jornada laboral y aumentar los días de vacaciones. Todo casi sin intervenciones del Estado ni privilegios y v
iolencia sindical. La moderna evidencia demuestra que la realidad era muy diferente al delirante relato socialista.


 


Huberman, Michael y Minns, Chris (2007), "The Times They Are Not Changin': Days and Hours of Work in the Old and New Worlds, 1870-2000". Explorations in Economic History. Vol. 44, No. 4, 538-567.

sábado, 21 de mayo de 2016

El capitalismo del siglo XIX redujo la pobreza mundial


Uno de los tantos mitos sobre la revolución industrial es ese extendido por la izquierda y los malos historiadores (los que no buscan datos sino que usan únicamente retórica para basar sus afirmaciones) que dice que la pobreza aumentó considerablemente en ese periodo. Las imágenes estereotipadas de trabajadores, e incluso niños, sucios en fábricas suelen ser la "prueba" de ese relato. Pues veamos los mejores datos disponibles para comprobar si es cierto o no que la pobreza aumentó a lo largo del siglo XIX.

Morrisson y Bourguignon (2002) estiman la tasa de pobreza y pobreza extrema mundial para el periodo 1820-1992. A continuación está graficado 1820-1910:

Tasa de pobreza y pobreza extrema (absolutas) mundial, 1820-1910. 
El eje vertical no comienza en cero. Fuente: Morrisson y Bourguignon (2002)

No hay mucho para decir. Noten que tanto la tasa de pobreza como la de pobreza extrema mundiales descienden constantemente desde 1820 hasta 1910. Partiendo de valores muy altos pre-expansión de la revolución industrial en 1820, casi 95 % de pobreza y casi 85 % de pobreza extrema, ambas no paran de descender en todo el periodo hasta aproximadamente el 82 % y 66 % respectivamente en 1910. 

Nadie niega, por supuesto, que las condiciones de vida de muchos en cualquier año dado pudieron ser malas. Lo que se establece es que no tendieron a empeorar, sino al contrario las de muchos mejoraron con el paso de los años.

Iba a terminar este post acá, pero recordé algo.

Ante esta demoledora evidencia, los de izquierda tienen un escape al que típicamente apelan: “¿Qué pasó con la desigualdad?”. En varias ocasiones en que se presenta una prueba de mejora en el nivel de vida gracias al capitalismo, aparece el “As bajo la manga” de la desigualdad “inherente” al sistema capitalista. 

Como si fuera igual o más importante ver la diferencia en remuneraciones antes que aceptar el hecho de que mucha gente dejó de sufrir tanta carencia. Que poblaciones enteras logren amainar el flagelo de la escasez de forma sostenible (es decir, con una mayor abundancia de bienes y servicios útiles disponibles creados por su esfuerzo y acumulación de capital bien invertido), es siempre y en todo lugar algo bueno, independientemente de lo demás. 

Sin embargo, asumamos por un momento que aceptamos la retórica izquierdista. Pues veamos la desigualdad global según el índice Gini y el índice Theil (mejorados respecto al de Morrisson y Bourguignon) que muestra Milanovic (2009):

Indice Gini y Theil mundial, 1820-1913.
El eje vertical no comienza en cero. Fuente: Milanovic (2009)

Es claro que los índices Gini y Theil, la desigualdad mundial, han aumentado en 1820-1913. Pero antes de que el socialista pueda cantar victoria, debo decir que ese aumento de desigualdad no implica necesariamente que haya sido debido a que el capitalismo tiene una tendencia “inherente” a la inequidad. 

Previamente vimos que el Gini global basado en el promedio no ponderado de los Gini regionales mostraba una tendencia mundial decreciente. Pero este Gini (o Theil) global de Milanovic se calcula con la suma del Gini (o Theil) ajustado por población dentro de los países más el Gini (o Theil) entre los países. Es decir, la desigualdad dentro de Alemania, dentro de Francia, etc. más la desigualdad o distancia entre Alemania y Francia, etc. Por lo tanto, para saber si la desigualdad del siglo XIX se debe necesariamente al capitalismo debemos ver cómo se comportan por separado.

Indice de Gini mundial desagregado en desigualdad entre y dentro de los países.
El eje vertical no comienza en cero. Fuente: Milanovic (2009)

Indice de Theil mundial desagregado en desigualdad entre y dentro de los países.
Fuente: Milanovic (2009)

Como se observa, la desigualdad dentro de los países según el índice Gini no paró de caer a lo largo del siglo XIX mientras que en el caso del índice Theil aumentó un poco en 1870 pero volvió a caer luego. En ambos casos se observa una clara e indiscutible tendencia a la baja de la desigualdad dentro de los países.

Por ende, la razón por la cual la desigualdad en ambos índices globales aumentó es que la desigualdad entre países subió y lo hizo en mayor medida que la necesaria para compensar la caída de la desigualdad dentro de los países. En resumen, el incremento de la desigualdad en 1820-1913 se explica por la suba de la desigualdad entre los países.

Como correctamente señala Daniel Fernández, el hecho de que la mayor parte del aumento de la desigualdad mundial se debe a la misma entre países es un indicador que la desigualdad no deriva del capitalismo. Sino que proviene la propagación de la industrialización y las instituciones de mercado en diferentes lugares en diferentes momentos. Si la mitad del mundo adopta instituciones de mercado y la otra mitad no lo hace, el evidente desarrollo a lo largo del tiempo de la mitad capitalista hará que la desigualdad mundial se eleve. Pero ese hecho no dice absolutamente nada sobre la desigualdad en el área que adoptó las instituciones de mercado. Por ende, observar a lo largo del tiempo solo el Gini o Theil mundiales, definidos como la suma de desigualdades intra y entre países, no prueba que el capitalismo tienda a ser “inherentemente desigual”.

Si el país A comienza a adoptar los métodos de producción de la revolución industrial en 1800 y el país B lo empieza a hacer recién en 1870, es más que evidente que el país A en 1870 llevará una ventaja de 70 años volviéndose progresivamente más rico respecto al país B. Consecuentemente, la desigualdad entre las naciones A y B será más grande de lo que sería si ambas hubieran adoptado la revolución industrial al mismo tiempo. Como es evidente para cualquiera que haga un análisis honesto, ello no tiene nada que ver con una “tendencia inherente” del capitalismo a la inequidad. Al contrario, esa desigualdad se debe a la falta de capitalismo en algunos lugares respecto a otros en un momento dado. El rezago del país B no se debe al capitalismo sino a la ausencia de él.

En conclusión, la moderna evidencia histórica demuestra que el capitalismo del siglo XIX redujo considerablemente la pobreza y la pobreza extrema a nivel planetario. Este monumental logro de la civilización humana no puede ser oscurecido ni siquiera adoptando el punto de vista izquierdista de concentrarse principalmente en la desigualdad. 










Milanovic, Branko (2009), “Global Inequality and the Global Inequality Extraction Ratio: The Story of the Past Two Centuries”. Policy Research Working Paper 5044. The World Bank Development Research Group Poverty and Inequality Team.

Morrisson, Christian y Bourguignon, François (2002), “Inequality among World Citizens: 1820-1992”. The American Economic Review. Vol. 92, No. 4, 727-744.

martes, 3 de mayo de 2016

El capitalismo del siglo XIX redujo la desigualdad mundial


Los socialistas (de izquierda y de derecha) desde hace décadas han instaurado el mito abrumadoramente dominante de que el siglo XIX fue una especie de pesadilla para la gente de a pie. La imagen estereotipada de trabajadores sucios, cansados y realizando todo tipo de trabajos insalubres mientras el no menos estereotipado industrialista de traje, galera y fumando un cigarro los explotaba sin piedad es recurrente desde los libros de historia de los niños en la escuela hasta otros supuestamente más serios para adultos. Con todo eso incrustado en la mente de las personas desde su más tierna e inocente edad, la posterior afirmación (sin ningún dato concreto que lo corrobore) de que la desigualdad de rentas fue brutal y creciente en esa época es automáticamente creída sin la menor duda. En resumen, de acuerdo al relato genérico socialista, dado que el siglo XIX vio el inicio del capitalismo moderno y la cúspide de la Revolución Industrial, la desigualdad de renta y la explotación de las masas debieron haber ido en aumento.

Ya vimos como el capitalismo durante buena parte del siglo XIX logró elevar los salarios reales de los trabajadores, particularmente en las regiones más “capitalistas”. Veamos ahora lo que ocurrió con la desigualdad entre 1820 y 1910*. 

Primero la correspondiente aclaración: ¿Que índice se usa para medir la desigualdad? El trabajo de Moatsos, et al. (2014) usa la distribución del ingreso bruto de hogares antes de deducir impuestos. La desigualdad en esa distribución es descrita con el coeficiente de Gini. ¿Por qué el ingreso bruto antes de impuestos y no el disponible después de retárselos? Simplemente por disponibilidad de datos. Mientras más atrás en el tiempo vamos, más encontramos ingresos brutos antes de impuestos que de otros tipos. ¿Por qué el índice de Gini y no el de Theil o algún otro? Porque es el de uso más generalizado en la literatura, el más común. 

Lamentablemente no existe ninguna serie de datos del índice Gini para cada año y cada país, en especial cuando vamos tan lejos como principios del siglo XIX. Por ende, los datos de esa época son casi puramente estimaciones a ciertos años (Moatsos, et al. 2014). Sin embargo, son lo mejor que tenemos, científicamente hablando, y ciertamente son muy superiores a las ya mencionadas afirmaciones de la nada que se hacen para confirmar un sesgo ideológico. Veamos los datos de desigualdad según Moatsos, et al. (2014):

Coeficiente de Gini en Europa occidental, del este
y el Vástago occidental, 1820-1910

Los países donde relativamente existió más capitalismo como la Europa occidental (Gran Bretaña, Países Bajos, Francia, Alemania, Italia, España, Suecia) y el Vástago occidental (Estados Unidos, Canada y Australia), experimentan una tendencia a la caída de la desigualdad. En Europa del este (Rusia y Polonia) también. Es decir, si miramos solo la tendencia de los datos, se observa en las tres regiones una propensión a la disminución de la inequidad distributiva (según Gini), aunque en diferentes grados. Pero si vemos solo las puntas, 1820 y 1910, nuevamente es claro que la desigualdad indudablemente se redujo en los tres casos

Algo muy recurrente son las súbitas subidas y bajadas del índice Gini cada 20 o 30 años en todas las regiones para las estimaciones del siglo XIX. Es por ello que me enfoco principalmente en la tendencia y en las puntas.

Coeficiente de Gini en Latinoamérica, 1820-1910

En América Latina y el Caribe (México, Brasil y Argentina), si tomamos las puntas 1820 y 1910, la desigualdad prácticamente no cambió. Aun así, la tendencia sí se ve levemente creciente porque el Gini cayó más en 1850 que en 1890 con subidas más pronunciadas.

Coeficiente de Gini en este de Asia, sur y sudeste de Asia,
Medio oriente y Africa del norte y Africa subsahariana
, 1820-1910

En todas las demás regiones del globo se nota la tendencia a la baja de la desigualdad en diferente magnitud. El Medio oriente y Africa del norte (Egipto y Turquía) junto con Africa subsahariana (Kenia, Nigeria y Sudáfrica) disminuyen mucho más la desigualdad que el este (China y Japón) y sur de Asia (India, Tailandia e Indonesia). Esta última región casi no cambia su nivel de desigualdad entre puntas 1820 y 1910.

Coeficiente de Gini mundial, 1820-1910

Si observamos las puntas del periodo 1820-1910, la desigualdad mundial se redujo. Por otro lado, la tendencia del mundo del siglo XIX también fue la de reducir la desigualdad global. Aun cuando no la redujo de forma constante cada 20 años. 

Las mejores estimaciones y evidencia histórica y científica que tenemos del siglo XIX demuestran que, aun con fluctuaciones amplias, la desigualdad mundial medida con el índice de Gini terminó más baja en 1910 de lo que estaba en 1820 y además tendió a disminuir durante el periodo. 



* Noten que, a diferencia del post anterior en que se tomaban promedios de décadas (1820s, 1830s, 1910s, etc.), acá se estima a años específicos (1820, 1850, 1910, etc.) 









Moatsos, Michail, et al. (2014), “Income inequality since 1820”, in Jan Luiten van Zanden, et al. (eds.), How Was Life?: Global Well-being since 1820, OECD Publishing.