miércoles, 20 de enero de 2016

Rallo se equivoca sobre el teorema regresivo


Rothbard (1988) decía que el teorema regresivo era el pons asinorum (ver “Otros usos”) de los críticos de la teoría monetaria de Mises, y lo sigue siendo. Juan Ramón Rallo publica una parte pequeña de su próximo libro contra la teoría monetaria de Mises. El post se trata de una crítica a su teorema regresivo del dinero. Es apenas un precalentamiento de lo que podríamos llamar “el ataque de la liquidez” contra la rama misesiana de la Escuela Austriaca. Sin embargo, como veremos, la crítica de Rallo no invalida para nada la idea de Mises.

Rallo dice que el surgimiento de un nuevo dinero no necesariamente requiere que el objeto dinerario haya tenido un uso directo, es decir, una utilidad no monetaria. El teorema regresivo de Mises supuestamente establece que “sólo” los bienes económicos con utilidad no monetaria previa pueden convertirse en dinero. En sus palabras resumidas: 

[L]a utilidad subjetiva del dinero no estará, por necesidad, históricamente ligada a su utilidad no monetaria originaria, sino que puede estarlo, simple y llanamente, a la aptitud que se espera que exhiba ese bien para actuar como dinero (como medio de cambio indirecto con valor objetivo de cambio estable)... 
Por consiguiente, un objeto podrá pasar a actuar como dinero aunque carezca de utilidad no monetaria previa...  
Si Mises se hubiera limitado a decir que los bienes con una utilidad no monetaria previa tienen muchas más probabilidades de convertirse evolutivamente en dinero que aquellos objetivos sin utilidad no monetaria, habría estado en lo cierto: pero es falso que sólo los bienes económicos con demanda no monetaria previa puedan convertirse en dinero. 

Walter Block y Laura Davidson lanzaron hace poco un paper (Block y Davidson, 2015) que trata de responder si el Bitcoin viola o no el teorema regresivo de Mises, cosa que se viene discutiendo desde la blogósfera e Internet en los últimos años. Coincidentemente, el trabajo de ambos autores contiene una respuesta completa a la crítica de Rallo. Lawrence White ya había ensayado un argumento similar al de ellos en la primera de sus dos posibles respuestas al desafío. Pero Block y Davidson realizan un análisis mucho más detallado

La clave del teorema de Mises es, básicamente, que es imposible para ninguna forma de nuevo dinero (ya sea el primero que surgió o uno nuevo que surja luego de que otro ya está establecido) emerger sin que exista alguna clase de sistema de precios con antelación. Sin precios previamente presentes en alguna forma, los actores no pueden calcular usando el nuevo dinero. Si antes de establecer la novedosa moneda no había precios monetarios para los bienes y servicios, entonces la única manera de obtenerlos es vía el cambio directo de una economía de trueque. En resumen, el teorema solo prohíbe la adopción de una nueva moneda sin un marco de cálculo económico (Block y Davidson, 2015).

Debe quedar claro que Mises, para evitar la acusación de que apelaba a un regressus in infinitum (ir hacia atrás sin límite), se refiere al surgimiento del primer dinero desde un estado puro de trueque, donde no existen precios monetarios (Block y Davidson, 2015). Mucha atención a la palabra “primer”. Es decir, se está explicando el surgimiento del primer dinero original, no de otra clase de dinero que surge luego de que previamente hay uno establecido. El austriaco se refiere al trueque y al uso directo del bien solo y en cuanto al surgimiento del dinero a partir de una situación en que este no existía previamente.

Por lo tanto, el teorema no debe ser interpretado como que, una vez establecido un dinero y el cálculo monetario con precios (monetarios) que permite, todo ulterior medio de intercambio o moneda necesite siempre tener previamente utilidad no monetaria (Block y Davidson, 2015). 

Mises reconoce que un nuevo medio, como el dinero fiat, puede montarse en el existente entramado de precios aun cuando jamás fue valuado directamente como mercancía en sí mismo (Block y Davidson, 2015).

Hay dos circunstancias separadas en las cuales un nuevo medio de intercambio puede surgir como dinero: 1) el nuevo medio emerge de una economía puramente de trueque, en cuyo caso sí necesita tener algún previo valor de uso directo o 2) el nuevo medio emerge cuando ya previamente existe una estructura de precios monetarios o al menos una memoria de la misma. En este caso, el nuevo medio (sea tangible o intangible) no necesita tener ninguna utilidad no monetaria. Ni tampoco ser respaldado o redimible por otra cosa, ni necesita ser establecido a una tasa fija. Nada de eso viola ni invalida el teorema regresivo (Block y Davidson, 2015). Mientras que existan precios (monetarios) en términos de la antigua moneda, eso es todo lo necesario para satisfacer el teorema.

No hay ninguna necesidad praxeológica de que cualquier nuevo medio de intercambio tenga un uso directo a menos que emerja de una situación de puro trueque, en cuyo caso solo lo hace porque no hay ninguna estructura de precios monetarios previa. Debido a que el “primerísimo primer” medio de cambio en emerger lo tuvo que haber hecho necesariamente sin precios monetarios previos, ese bien debió haber sido originalmente valuado, y cambiado, en trueque. El teorema regresivo de Mises NO dice que TODO ulterior medio de cambio deba haber sido intercambiado directamente o necesite tener valor de uso directo. Ni tampoco hay necesidad praxeológica de que el dinero deba tener uso directo para ser vendible, la liquidez del dinero depende de la confianza de los participantes del mercado en que será aceptado luego (Block y Davidson, 2015).

Un nuevo dinero, como por ejemplo el Bitcoin si algún día llegara a serlo, no necesita para nada tener un uso no monetario para emerger como un medio de intercambio, por el simple hecho de que no surge desde una economía de trueque puro. Por lo tanto, ello no viola el teorema regresivo para nada (Block y Davidson, 2015).

Dicho sea de paso, a pesar de usar términos como “regresivo”, el análisis monetario austriaco-misesiano tiene mucho de prospectivo. Para decidir el tamaño de sus tenencias monetarias, a los agentes les interesa el poder adquisitivo futuro esperado del dinero. Pero para poder intentar anticipar la futura estructura de precios, deben fijarse en los precios inmediatamente pasados. Nadie mecánicamente proyecta o extrapola los precios de “ayer” al futuro. Sino que usan los precios de “ayer” para estimar (appraising) la estructura de precios que emergerá y prevalecerá “hoy” como resultado de los cambios anticipados que intervinieron en los datos de la economía ayer (Salerno, 2010: 85-86). Rallo extrañamente parece decir que se puede esperar que un dinero tenga un esperado valor de cambio objetivo futuro estable sin recurrir a la experiencia pasada. Ergo, que las expectativas se pueden formar "de la nada" y no usan de punto de partida el pasado inmediato o no tan inmediato. Lo cual, claramente, es falso.

En resumen, Rallo tiene razón en que “un objeto podrá pasar a actuar como dinero aunque carezca de utilidad no monetaria previa”. Pero es falso que ello sea una crítica al teorema regresivo de Mises o que lo invalide. Rallo erra completamente en pensar que el teorema implica que “sólo los bienes económicos con demanda no monetaria previa puedan convertirse en dinero.”




Rothbard, Murray N. (1988) “Timberlake on the Austrian theory of money: A comment”. The Review of Austrian Economics. Vol. 2, No. 1, 179-187.

Salerno, Joseph T. (2010) Money, Sound and Unsound. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute.

Block, Walter y Davidson, Laura (2015), “Bitcoin, the Regression Theorem, and the Emergence of a New Medium of Exchange”. Quarterly Journal of Austrian Economics. Vol. 18, No. 3, 311-38.

domingo, 17 de enero de 2016

Otro fracaso de la izquierda Premio Nobel


Ya vimos como el economista Ludwig von Mises destrozó las falaces e ignorantes críticas sobre la Ciencia Económica por parte del sociólogo Gunnar Myrdal. Pues bien, los grotescos errores económicos de Myrdal no terminan en ese antecedente.

Antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial, varios economistas, muchos de ellos keynesianos, predijeron una alta probabilidad de un “Apocalipsis” de desempleo masivo y depresión económica en Estados Unidos una vez que el gasto público, la inflación y la regulación disminuyeran al concluir el conflicto. Para ellos, el pasar rápidamente de una economía de guerra comandada por el gobierno a una de mercado sería un desastre. Paul Samuelson, keynesiano y futuro Premio Nobel de Economía, fue uno de los más famosos de ellos (Henderson, 2010). Pero además de él, otro futuro Premio Nobel, el socialista sueco Gunnar Myrdal, se sumó al “Club del Cataclismo”. Myrdal decía en 1944 (Henderson, 2010):
La incertidumbre económica en Estados Unidos hoy se centra en qué le va a ocurrir a este auge económico cuando 1) la demanda del gobierno por materiales de guerra disminuya y gradualmente desaparezca, y 2) el control central sea reemplazado por la empresa libre.  
Excepto por la Alemania Nazi y la Rusia Comunista (es decir, por las economías centralmente planificadas), no tenemos ningún precedente histórico sobre la estabilización de un boom. En una sociedad capitalista desregulada, parece que un auge debe siempre terminar en crisis y depresión… ¿Cómo se puede evitar el caos una vez que la enorme presión inflacionaria y los controles equilibrantes son simultáneamente removidos?
Además de eso, Myrdal creía que el “mucho mayor optimismo” que vio en Estados Unidos en 1944 comparado con el de 1941-42 estaba injustificado. Según él, perderían el empleo luego de la guerra un mínimo de “9 millones de las fuerzas armadas, 4 millones de la industria, medio millón del sistema de transporte y 1 millón de la administración pública”. Para que la economía pudiera continuar en “pleno empleo”, según el sociólogo sueco, debería haber “un enorme aumento en los salarios para poder crear suficiente base de poder adquisitivo”. Sin eso, Myrdal predijo “un grado muy alto de malestar económico” y “una epidemia de violencia” (Henderson, 2010).

En una sola cosa no se equivocó: un número muy importante de empleos del Estado se perdieron. De hecho, el empleo en la industria (relacionada con la milicia) cayó en 10,2 millones en 1945-1947, más del doble de lo predicho por Myrdal (Henderson, 2010). Pero no equivocarse en eso, no es ningún mérito. Era una obviedad que mucho empleo relacionado con lo militar se perdería. Con lo cual, el único “acierto” en todo este asunto de Myrdal, no vale casi nada.

En todo lo demás, erró patéticamente. La desmovilización se realizó rápidamente, los empresarios en el sector privado, llenos del optimismo que Myrdal había considerado engañoso, emplearon a millones de soldados, marineros, etc. despedidos de las fuerzas armadas y las industrias militares (Henderson, 2010). El pleno empleo se mantuvo incluso solo a un año del despedido de millones de trabajadores del sector público y hasta que la desmovilización terminó.

Y todo ello ocurrió, según estimaciones, con una caída del salario real ajustado por productividad (ergo, una reducción del poder adquisitivo) y con una desregulación importantísima en muy poco tiempo. Myrdal claramente había caído en la falacia del poder adquisitivo.

Un ejemplo increíble de como la torpe y prejuiciosa visión de un progresista sobre la economía de mercado hizo que su análisis sea un fracaso ridículo. 

Samuelson (keynesiano) y Myrdal (socialista), dos Premios Nobel y dos fracasos que pasaron a la historia por haber puesto la ideología por delante del análisis económico serio. 



Henderson, David R. (2010) “The U.S. postwar miracle”. George Mason University: Mercatus Center. Working paper 10-67.

viernes, 15 de enero de 2016

Podemos despedir a los empleados públicos sin crisis (II)


Las siguientes preguntas y cuestiones posiblemente se le ocurran al lector del post anterior:

- “¿Puede realmente realizarse esto en Argentina?” 

Claro que sí. 

-“Pero no podemos echar a todos los empleados públicos. ¿Quién se encargaría de presidir el gobierno, hacer las leyes, cuidar las calles, pagarle a los jubilados, etc?” 

El caso que plantee sirve para demostrar que podemos echar a todos, si se quiere, sin graves problemas. Pero, si lo desean, pueden correr a todos menos a un número mínimo necesario de empleados para realizar las tareas básicas del Estado. La conclusión no cambia para nada. Si ese número es, digamos, 500 mil empleados, entonces pueden despedir los otros 3,93 millones tranquilamente. O en su defecto, a todos los 2 millones agregados en la “Era K”.

-“Lo que decís no es políticamente viable”. 

Sí lo es. Un político (del partido Demócrata) lo realizó en 1946. Y no le hizo mucho caso a las malas y apocalípticas predicciones de economistas keynesianos. No porque él fuera un presidente “laissez faire”, claramente no lo era, ni porque creyera en el mercado sino por circunstancias. Por ejemplo, Truman deseaba conservar los controles de precios y el congreso pasó legislación en junio de 1946 para mantenerlos otros nueve meses. Pero al presidente no le gustó la cláusula de caducidad y otros aspectos que los debilitaban, por lo cual vetó la propuesta. Como resultado, los controles de precios terminaron el 30 de junio de 1946 (Anderson, 2010). Truman y el congreso volvieron a reimplantarlos a fines de julio pero con muchas más excepciones y límites para los controladores, junto con una fecha para cerrar la Oficina de Administración de Precios. Para octubre los controles de precios causaron una escasez de carne y una encuesta reveló que la mayoría de la gente se había vuelto en contra de ellos, por lo cual Truman los eliminó sobre la carne. En noviembre, solo cuatro días luego de la derrota electoral en la cual el partido Republicano, muy crítico de los controles de precios, le quitó la mayoría en ambas cámaras a los Demócratas, Truman abolió casi todos los controles de precios restantes (Anderson, 2010). Como se ve, ya sea por circunstancias o por decisión deliberada, se puede hacer. Incluso en el caso de que realmente no fuera políticamente posible, es lo correcto y ya. Si me dicen que lo políticamente viable y lo correcto en muchas ocasiones no coincide, pues bienvenidos al podrido mundo real de la política.

-“¿Puede el sector privado argentino absorber a todos los empleados públicos echados?” 

Sí, pero solo: 1) bajando brutalmente (léase, ¡mucho!) los impuestos y eliminando la mayoría de ellos, 2) disminuyendo brutalmente (léase, ¡mucho más!) el gasto público total, 3) desapareciendo el déficit fiscal (léase, ¡cero!) y 4) quitando regulaciones estatales brutalmente (léase, ¡eliminarlas!) a la actividad privada laboral y empresarial. Si solo si se cumplen las cuatro, simultánea (nada de hacer una, y luego dentro de 2 años la otra) y rápidamente (nada de gradualismo), el desempleo no trepará al nivel que anticipan algunos pseudo periodistas al despedir a los empleados estatales.

- “Ese caso de Estados Unidos no es aplicable a Argentina porque son dos situaciones y economías muy diferentes”. 

En cuanto a la “situación”, es básicamente la misma: un Estado enorme y al cual la gente ya no está dispuesta a financiar más, con la posibilidad de despedir a una parte de importante de sus empleados. El detalle particular sobre la actividad que realizan los empleados estatales en el caso de Estados Unidos y en el caso de Argentina es irrelevante para el hecho general principal: gente que realiza tareas que el Estado impone. No importa que en un caso son soldados y en el otro empleados que manejan papeles, ello para nada altera el hecho de que ambas son actividades que reciben un salario pagado con impuestos y ambas contribuyen al tamaño desmesurado del Estado. 

Por otro lado, la capacidad empresarial argentina no es extremadamente diferente a la norteamericana o de otros países. Una vez liberados del peso regulador y expropiador del Estado, no hay ninguna razón por la cual los emprendedores argentinos no puedan aprovechar las múltiples oportunidades de negocio que surgirían en este país. Si no lo hacen los que ahora son empresarios, lo hará una nueva generación que les compita y los reemplace con ideas y modelos de negocio mejor adaptados a la situación en la cual el Estado ya no protege ciertas empresas con privilegios. De hecho, la baja de costos de oportunidad por la disminución de gasto, regulación e impuestos hará que, en términos netos, pueda haber más empresarios de los ya existentes. Trabajadores podrían surgir como emprendedores. Gente que antes no emprendía porque el ahogo estatal fastidiaba la rentabilidad esperada de sus proyectos, tendrá ahora incentivos para intentar llevarlos a cabo. Y aun bajo el supuesto, irreal y absurdo, que toda la población argentina es inepta para emprender y no lo hace a pesar de la gran cantidad de oportunidades de beneficios abiertas por el retroceso estatal; vendría gente no-argentina de otros lados cercanos o lejanos que sí está dispuesta a correr los riesgos. Eso fue lo que ocurrió en el siglo XIX, donde las personas venían a arriesgarse y prosperar mientras el Estado era solo el 10 % de la economía y no interfería como hoy. No hay ninguna razón para pensar que el sector privado no pueda absorber a la masa de gente echada del sector público, si se le permite operar libremente.

-Dado que los salarios reales ajustados por productividad bajaron en Estados Unidos luego de la “mega austeridad” de 1946, “¿Acaso sos un defensor de explotadores empresarios que está pidiendo una rebaja de salarios?” 

Claro que no. Yo no “pido” ni salarios altos ni salarios bajos, sino salarios libres. Ni privilegios estatales para contratistas ni para contratados, sino contratos libres. Si, dada cierta configuración del mercado laboral argentino desprovisto de privilegios, lo salarios reales deben bajar para evitar el desempleo masivo, pues que bajen. Si tienen que subir o mantenerse, pues que suban o se mantengan. Y ni siquiera es cierto que debamos hablar sobre “salarios” en agregado. Algunos salarios seguramente bajarán, pero necesariamente otros deben subir, todo ello reflejando el cambio de circunstancias en diferentes mercados. Lo que importa para la economía son los precios y salarios relativos, no el “nivel” de salarios. Pero incluso asumiendo que bajaran, ese ajuste se debería a la intervención previa del Estado gastando y manteniendo artificialmente elevados muchos salarios, no al mercado en sí. Luego del corto periodo de ajuste a la nueva situación, la productividad argentina aumentaría al estar liberada del lastre gubernamental. Con lo cual los salarios reales crecerían sosteniblemente a medio y largo plazo. Mientras que manteniendo el esquema actual de super-Estado, ciertamente el gran ajuste no ocurriría (al menos a corto plazo), pero la tendencia a la pobreza dados los bajos y decrecientes niveles de productividad argentina continuará. Usted decide si quiere un sacrificio de corto plazo para ser más rico luego o si quiere continuar en la lenta decadencia. No hay más opciones. 

-“¿Hay ahorro privado para llevar a cabo inversiones que permitan la absorción?” 

Sí, hay bastante ahorro. Según estimaciones del INDEC, unos 228.357 millones de dólares están fuera del sistema financiero (“bajo el colchón”, en cuentas externas, etc.) hacia el segundo trimestre de 2015. Pero a causa de, precisamente, la ultra-regulación estatal, los altísimos impuestos, los desastres monetarios históricos y expropiaciones debidas al déficit fiscal y el nivel distorsionador de gasto público; nadie tiene incentivos para invertirlos.

-La última pregunta es la más obvia: “¿Tiene el presidente Macri la valentía (ya ni siquiera el apoyo), la entereza y las ideas claras para llevar a cabo esto en esta forma no-gradual?” 

Mi respuesta es un rotundo NO. Macri no ha demostrado la valentía necesaria para esto (ni en sus 8 años en CABA ni en el mes que lleva de presidente), ni la entereza suficiente con su estilo de no confrontación y mucho menos ideas claras bajo su absurdamente amplio y vacío concepto de “gestión”. De hecho, hasta ahora, solo está tratando de salvar al Estado grande, en lugar de reducirlo, al poner CEOs exitosos de empresas privadas para “gestionar” la ineficiencia de las públicas. No esperen milagros, porque no los habrá. Macri es un estatista de derecha. Lo de que es “liberal” es solo propaganda que la izquierda (kirchnerista y no-kirchnerista) usa para encajar al mundo real en su orbe de fantasía.



Nota: lo anterior estaba escrito antes de que el gobierno anunciara sus metas hace unos días. Ello reveló el modo gradualista en que piensa llevar a cabo sus políticas. Por ejemplo, supuestamente bajando únicamente un punto de PBI de déficit fiscal en este año. Todo lo contrario de lo expresado aquí. 




Anderson, David R. (2010) “The U.S. postwar miracle”. George Mason University: Mercatus Center. Working paper 10-67.

jueves, 14 de enero de 2016

Podemos despedir a los empleados públicos sin crisis (I)


Argentina tiene actualmente un enorme problema fiscal y hoy en día está muy de moda hablar sobre despidos de empleados estatales. El país tiene aproximadamente 4,43 millones de empleados públicos. De ellos, 2 millones se agregaron durante la “década K”. La creencia popular es que no se los puede despedir porque solo engordarían las filas de desempleados, empeorando la situación económica y alimentando un descontento generalizado que podría terminar en una revuelta. ¿Puede Argentina despedir a miles o incluso millones de empleados estatales sin que ello provoque una crisis económica y un masivo desempleo? Un caso histórico nos ayudará a comprender que sí puede.

Luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos bajó de manera brutal el gasto público. Millones de empleados del estado, soldados y civiles, fueron despedidos de la noche a la mañana. Con todo eso, la economía americana se mantuvo con pleno empleo y creciendo de manera formidable. La lección: se puede hacer un ajuste fiscal monumental, de manera rápida y sin crisis, ni desempleo, ni depresión económica. Como veremos, fue puro shock. No hubo nada de gradualismo. Las explicaciones keynesianas por el “milagro” de posguerra tienen tantos defectos que son descartables (Vedder y Gallaway, 1991; Higgs, 1999; Anderson, 2010).

Debido a la Segunda Guerra Mundial, los norteamericanos aumentaron el gasto público total (federal + state + local), principalmente defensa, desmesuradamente. Pasó de 18,82 % del PBI en 1941 a 51,79 % en 1945


Pero luego de la guerra, Estados Unidos bajó el gasto público total de más del 50 % del PBI de nuevo al 20 % en solo 3 años

Por otro lado, Argentina tiene hoy un gasto público consolidado (nación + provincias + municipios) de más del 50 % del PBI. La mayor parte del mismo no es otra cosa que salarios de empleados y jubilaciones.

Estados Unidos retrajo el nivel del gasto público* consolidado desde los 118 mil millones de dólares de 1945 hasta unos 79 mil millones en 1946. Es decir, el gasto estatal total cayó casi 33 % en solo un año. Luego, en 1947, se retrajo otro 27 % respecto al año anterior. Y finalmente disminuyó un casi 5 % en 1948. En total, el gasto estatal consolidado bajó un 53 % entre 1945 y 1948. El gasto público total se redujo a la mitad en solo 3 años.


Los déficits fiscales federales, dado el gasto total, para pagar la segunda gran guerra fueron monumentales. El rojo de las cuentas estatales absorbía el 29 % del PBI en 1943. Hacia 1944 bajó un poco hasta el 25 % para volver a subir el año siguiente hasta el 27 %. Terminada la guerra y con el brutal recorte de gasto de 1946, el déficit fiscal cae desde el 27 % hasta el 12 % del PBI (menos de la mitad de déficit en solo un año). Para 1947 el déficit era solo el 1 % (90 % de reducción en un solo año) y ya en 1948 se produce un superávit fiscal de más de 2 %.


En la actualidad, Argentina no tiene, ni de cerca, un déficit fiscal tan abultado. Pero aun así es muy elevado para un país que no está en guerra: un 8 % del PBI. El más alto de los últimos 28 años.

La FED tampoco realizó mucha expansión en esos años. El agregado de la base monetaria se estancó entre 1946 y 1951. Y la oferta monetaria M1 creció solo 9 % entre septiembre de 1945 y septiembre de 1948, mientras el M2 únicamente un 13 %. Nada fuera de lo normal.

Observen el siguiente cuadro que es el que presentan Vedder y Gallaway (1991) para Estados Unidos:


La Segunda Guerra Mundial terminó en septiembre de 1945. Solo en un año, desde junio de 1945 a junio de 1946, el gobierno despidió a casi 10 millones de personas. Leyeron bien: el gobierno en solo un año dejó sin empleo a 10 millones de americanos, 16 % de la fuerza de trabajo, que nosotros llamamos Población Económicamente Activa (PEA), de 1946.

En la Argentina actual, la PEA es de aproximadamente 19 millones de personas. Con lo que el total de empleados públicos representa un 23 % de la misma. Pero que ese porcentual sea mayor en el caso argentino no afecta el argumento. Ambos son porcentajes muy amplios de la PEA y ambos pueden bajarse a cero o un poco más de cero. En el caso argentino, si se quiere, se pueden despedir a varios millones, dejando solo el personal mínimo necesario para que el Estado realice las funciones básicas. Podemos incluso solo limitarnos a los 2 millones de empleados agregados en los últimos 12 años y que representan solo el 10,50 % de la PEA.

¿Acaso toda esa gente en la calle en tan poco tiempo provocó una subida fenomenal de la desocupación en Norteamérica? ¿Hubo una depresión luego de recortar drásticamente el gasto y empleo público como pronosticaban algunos economistas (varios keynesianos, claro) en años previos al fin de la guerra? ¿El sector privado pudo con toda esa mano de obre desocupada? Veamos:

A pesar de 10 millones de despedidos del Estado en solo un año, la tasa de desempleo llegó a un muy razonable 4,15 % en ese periodo. ¿Cómo fue posible esto?
  • 1) Hubo una caída en la oferta laboral: Noten que la población total apta para trabajar aumentó casi en un millón de personas en el año. A pesar de ese crecimiento neto del total, la PEA disminuyó en casi 5,6 millones de personas. Al terminar la segunda gran guerra mucha gente se retiró del mercado laboral. En particular, millones de mujeres voluntariamente decidieron salir de la fuerza laboral para volver a sus trabajos de madres, esposas y amas de casa**. Muchas otras, al igual que muchos hombres, decidieron también volver a la escuela o universidad. La participación de las mujeres en el empleo civil baja bastante, del 36,39 % al 29,65 %. Siempre recuerden que esta caída de la oferta laboral fue voluntaria. Con lo cual el desempleo potencial de 10 millones cayó en 56 % al ser absorbido por la salida voluntaria de 5,6 millones de personas del mercado laboral. La oferta de trabajo se contrajo y volvió a los niveles normales (históricos) que habían sido alterados por el hecho insólito de la guerra mundial (Vedder y Gallaway, 1991). Sin embargo, es falso decir que “el desempleo no fue alto solo porque las mujeres dejaron sus puestos en plantas y volvieron al hogar”. De las 4,9 millones de mujeres que entraron a la PEA entre 1941 y 1944, 2,4 millones permanecieron en el mercado laboral (Anderson, 2010).
  • 2) Ocurrió un aumento de la demanda del sector civil: A pesar de lo anterior, todavía quedaban 4,4 millones de desempleados. El otro factor que contribuyó a aminorar el desempleo fue que la industria civil (no empleo en el gobierno), en su mayoría sector privado, le dio trabajo a 2,7 millones de trabajadores en solo un año. El 27 % del desempleo potencial de los 10 millones fue absorbido por la producción civil entre junio de 1945 y junio de 1946 (Vedder y Gallaway, 1991). El restante 1,7 millón de personas, en adición a los 0,89 millones anteriores, son el 4,15 % de desempleo.
Alguien podría argumentar, mirando el cuadro, que el desempleo claramente subió desde más de 1 % en junio de 1945 hasta el 4 % en junio de 1946. Pero hay que aclarar que el desempleo de junio de 1945 está ficticiamente disminuido debido a que muchos trabajadores estaban “empleados” de soldado y peleando la guerra o haciendo municiones. En circunstancias normales (o sea, sin conflictos militares mundiales), menos de 5 % de desempleo es o “pleno empleo” o casi “pleno empleo”. Por si eso fuera poco, esa tasa menor a 5 % está por debajo de la tasa de desempleo promedio de Estados Unidos de todo el siglo XX. Es más, está incluso por debajo del promedio de los “prósperos” años 20s y 50s (Vedder y Gallaway, 1991). Para más inri, una intervención del Estado (los seguros de desempleo para veteranos) hizo que esa tasa de desempleo sea más alta de lo que habría sido sin la intervención (Higgs, 1999). Por lo tanto, el 4,15 % de desempleo de junio de 1946, ya terminada la guerra, es claramente “pleno empleo”.

Adicionalmente, el porcentaje de personas absorbidas por el sector civil fue mayor. Si incluimos las industrias de defensa, se despidieron en total a 11 millones de personas de las cuales 4 millones (más del 36 %) fueron absorbidos por la economía civil. Esto es debido a que, en el primer año de posguerra en que aumentó el empleo en 2,7 millones, las industrias de consumo todavía no alcanzaban la producción completa y también el empleo en fábricas de junio de 1946 estaba todavía más de 10 % debajo de los niveles de junio de 1945 (por la baja de producción relacionada con la defensa). Lo que implica que el crecimiento en el empleo no manufacturero y no del gobierno fue, de hecho, de 4 millones (Vedder y Gallaway, 1991). La tasa de desempleo continuó siendo asombrosamente baja hasta 1948. Entre 1944 y 1948, luego de que el gobierno despidiera a casi 11 millones de personas, el sector privado (comercio minorista y mayorista, servicios, construcción, vehículos y equipamiento, finanzas y bienes raíces, etc.) añadió 5,12 millones de empleos (Anderson, 2010).


Por otro lado, el PBI real norteamericano cayó un inédito 20,60 % en 1946, una bestialidad que superaba con creces el peor año de la Gran Depresión: 1932. También se desplomó antes en 1945 un 4 % y en 1947 un 1,5 %. ¿Qué ocurrió? ¿Hubo otra Gran Depresión en 1945-1947? No. Lo que hubo fue “magia estadística”. El PBI incluye el gasto público, el cual había subido tanto que absorbía gran parte del producto. Una baja desorbitada del gasto de gobierno implicaba una caída enorme del PBI. Si restamos el gasto público del PBI nos queda el producto del sector privado o Producto Bruto Privado (PBP). En 1946 el PBP real creció un increíble 29,50 %, cifra jamás igualada, mientras el PBI real caía 20,60 %. El PBP creció en 1945 aproximadamente 10 % y en 1947 un 3 % (Higgs, 1999). En total, el crecimiento del sector privado real en 1945-1947 fue de 33,80 % según cifras deflactadas con dudosos índices oficiales. Usando alternativos, el crecimiento pudo ser de 44,50 % (Higgs, 1999). En palabras simples, el sector privado surgió con toda su fuerza gracias a que el Estado se apartó.

¿Cómo ocurrió que el sector civil no manufacturero aumentó tanto como para absorber tamaña cantidad de empleados públicos despedidos?
  • a) Los salarios reales ajustados por productividad bajaron: se permitió que el mercado laboral hiciera los ajustes necesarios ante ese masivo exceso de oferta laboral de 11 millones en un solo año. Los mercados laborales actuaron rápido y eficientemente. Primero, como vimos, vía una reducción de la oferta. Segundo y adicionalmente, a través de una reducción de los salarios reales ajustados por productividad. Estos cayeron aproximadamente un 2,35 % en 1946 y un 7,15 % en 1947. Millones de trabajadores consiguieron trabajo y fueron contratados por empresas a pesar del futuro incierto simplemente porque “el precio era el correcto” (Vedder y Gallaway, 1991). Exactamente lo contrario de lo que ocurrió en la Gran Depresión, cuando el Estado no permitió al mercado laboral ajustar. Aun así, Higgs (1999) pone dudas de que todos hayan bajado.
  • b) Bajaron los impuestos: con la “Revenue Act” de 1945 se bajaron las tasas superiores de impuestos a los ingresos de las empresas y se eliminó el impuesto a las ganancias excesivas (un típico impuesto de guerra). Este último no era poca cosa. Solo entre 1941 y 1945 el acumulado de los pagos netos por ese impuesto fue de 40 mil millones de dólares (Higgs, 1999), que equivalen a 527 mil millones hoy. Con lo cual, las empresas disfrutaron de una suba de beneficios entre 1946 y 1948 (Higgs, 1999; Vedder y Gallaway, 1991). El ahorro bruto que permitían esos crecientes beneficios entre 1945-1948, habilitó buena parte de los fondos para el financiamiento de la gran inversión de posguerra que absorbió a los desempleados. La tasa marginal más baja también fue disminuida (Anderson, 2010).
  • c) Desregulación en tiempo record: la gran mayoría de los siempre cambiantes controles y regulaciones de guerra que asfixiaban la economía se quitaron en 1945, y en 1946 la mayor parte del resto (Higgs, 1999). Los controles de precios, regulaciones, prohibiciones, prioridades, programación de fechas, asignaciones físicas, conservación y limitación de órdenes, cuotas, subsidios, rechazos, racionamiento de bienes, racionamiento de crédito, control de tasas de interés, servicio militar obligatorio, la masiva inversión estatal, etc. desaparecieron en tiempo record (Higgs, 1999). En un lapso mínimo, dos años o menos, la economía norteamericana se despojó de una inmensa cantidad de regulaciones (Anderson, 2010). Ello validó la confianza e incentivó a los empresarios a actuar. Además, precisamente el hecho de que se esperaba que muchas regulaciones del mercado laboral fueran solo transitorias y se terminarían luego de la guerra, como finalmente ocurrió, fue otro factor fundamental para lograr el muy bajo desempleo.
  • d) El Estado no haciendo crowding-out: el Estado dejó de “desplazar” al sector privado al cancelar contratos militares inmediatamente, vender muchas fábricas estatales a privados, trasformar su déficit en superávit, etc. (Higgs, 1999)
Sí, es posible reducir el tamaño e influencia del Estado y despedir a todos los miles o millones de empleados públicos que se quiera en muy poco tiempo y sin un Apocalipsis de desempleo alto, crisis y depresión económica. En resumen, podemos “echarlos a todos”.

Vengan de a uno.




*Observen que el nivel del gasto público no regresa a la altura que tenía en 1940, sino que, luego de la tremenda subida, baja hasta una cota superior. Eso es lo que se conoce como "efecto trinquete" y es lo que refuta las absurdas teorías de Naomi Klein.

**Amiga/o feminista, si en caso de leer esto estás pensando en que yo quiero o estoy mandando a que las mujeres vuelvan a sus “roles” supuestamente “impuestos” por la “sociedad heteropatriarcal” o algo así, no entendiste nada. Contar los hechos históricos como fueron deja fuera cualquier intencionalidad que se invente el lector prejuicioso sobre quien escribe. 






Anderson, David R. (2010) “The U.S. postwar miracle”. George Mason University: Mercatus Center. Working paper 10-67.

Higgs, Robert (1999), “From Central Planning to the Market: The American Transition, 1945-1947”. The Journal of Economic History. Vol. 59, No. 3, 600-23.

Vedder, Richard K. y Gallaway, Lowell E. (1991) “The great depression of 1946”. The Review of Austrian Economics. Vol. 5, No. 2, 3-31.

miércoles, 6 de enero de 2016

Mises alecciona a un Premio Nobel

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Mejor dicho, Mises alecciona a un futuro Premio Nobel.

Gunnar Myrdal fue un sociólogo y economista sueco de orientación social demócrata que ganó el Premio Nobel de Economía* en 1974 compartido con el economista austriaco Friedrich von Hayek. Dada la fama de liberal de Hayek por entonces, la Real Academia de Ciencias de Suecia probablemente pensó que otorgarle el sexto del recién creado premio solo al austriaco sería ir demasiado para un lado del “espectro ideológico”. Por lo tanto, le impregnó cierto “balance” al galardón del año 74 al darle la mitad a alguien de izquierda y, además, un compatriota como Myrdal. De este suceso, darle un premio a un socialista y a un liberal, proviene el chiste de que el Nobel de Economía es el único galardón que se otorga a dos personas por decir cosas opuestas. Al parecer, los de la academia perdieron el “miedo” dos años luego al dárselo íntegramente a Milton Friedman. 

Myrdal publicó en 1953 un libro llamado El Elemento Político en el Desarrollo de la Teoría Económica (Myrdal, 1953). En él (Myrdal, 1953: 199-200), el sueco realiza una crítica que hasta el día de hoy se escucha en contra de la Ciencia Económica por parte de algunos que se llaman “heterodoxos” o de gente no muy habituada a estudiarla profundamente: la Economía se enfoca en que las acciones humanas “están motivadas únicamente por intereses económicos”. Donde “intereses económicos” significa “el deseo por mayores ingresos y precios más bajos y, además, tal vez estabilidad de salarios y empleo, razonable tiempo para ocio y un ambiente conductivo para su uso satisfactorio, buenas condiciones laborales, etc.”

Una vez expuesto esto, Myrdal triunfantemente declara que es un error. “Afortunadamente” los hombres no se dejan guiar “solo” por intereses económicos. También les interesan los “objetivos sociales” y los “ideales” que la sociedad debería conformar. Por lo que, en lugar de ser los “intereses” (económicos), las personas se guían por “actitudes” (sociales). Una “actitud” significa “la disposición emotiva de un individuo o un grupo para responder en cierta forma a situaciones reales o potenciales”. Este es, según Myrdal, la “dificultad más fundamental” para que la Economía este en un “camino satisfactorio”.

En la actualidad, mucha gente critica a los economistas porque, dicen, que ellos se concentran únicamente en un “homo economicus” que solo se interesa por maximizar sus ingresos, comprar barato y ser egoísta.

El economista austriaco Ludwig von Mises realizó un muy breve pero demoledor review de la obra de Gunnar Myrdal en 1954 (Mises, 1954) y en un libro de 1957 (Mises, 1957: 205-08) concentrado en la crítica anterior. Básicamente Mises lo acusa de un error fundamental: el argumento de Myrdal es una falacia del hombre de paja. Gunnar simplemente construyó una caricatura sobre los economistas y no le costó dificultad rebatirla. Una acusación gravísima para alguien que todos consideran un intelectual respetable. Adicionalmente, lo inculpa de una ignorancia negligente.

Los economistas nunca dijeron lo que Myrdal les adscribía. Los más respetables, al menos al momento en que Myrdal los criticaba, jamás expresaron que la gente se movía “únicamente” por intereses económicos de ganar más, comprar barato y tener más lujos. Cierto es que, dada su muy incorrecta teoría del uso-valor, los economistas clásicos nunca pudieron explicar bien la conducta de los consumidores. Debido a ello, se concentraron prácticamente solo en el comportamiento de los hombres de negocios que servían a los consumidores y tomaban los gustos de estos últimos como “dados”.

Cuando hablaban del principio de comprar en el mercado más barato para vender en el más caro, trataban de interpretar las acciones de los hombres de negocios en su función de proveer a los consumidores, no en la función de consumidores o gastadores de sus ingresos. Los clásicos no entraban en análisis sobre los motivos de los consumidores para consumir o comprar. No investigaban si los compradores solo querían saciar sus terrenales anhelos físicos o si gastaban por otros motivos de obligaciones éticas, religiosas o de conciencia social. Cuando los clásicos distinguían entre motivos puramente económicos y otros motivos, era solo para enfocarse en los primeros. Pero los clásicos jamás negaron ni dejaron completamente fuera del análisis que a los hombres los guían otros motivos además de lo puramente económico. De hecho, Mises (1957: 206-07) incluye una cita de Mill que lo demuestra. 

Pero incluso asumiendo que los clásicos hayan dicho lo que Myrdal les atribuía, las críticas del sueco estaban orientadas a la actual economía en ese momento (1953) y ni siquiera eso era cierto. 

La moderna Economía, que superaba por mucho a los economistas clásicos, es la surgida de la Revolución Marginalista posterior a 1870. Y esta traza todas las acciones humanas a juicios de valor de los individuos. Jamás fue, ni es, lo torpe que Myrdal dice como para creer que toda la gente únicamente actúa para adquirir mayores ingresos, menores precios y más riqueza material. Al actuar, el hombre prefiere ciertas cosas sobre otras y elije entre varios modos de conducta. El resultado del proceso mental que hace a la persona preferir una cosa por sobre la otra se llama juicio de valor. No importa cuales son los contenidos de esos juicios de valor. Para la Economía es irrelevante el que un sujeto apunte como miembro de un sindicato a aumentar su salario o como santo al mejor cumplimiento de su deber religioso o como reformador social al empoderamiento de cierta clase sobre otra. El hecho “institucional” de que mucha gente desea obtener más bienes materiales es un dato de la historia económica, no un teorema económico (Mises, 1957: 207-08). 

Mises señalaba, además, que uno de los grandes teóricos marginalistas y su maestro, el austriaco Eugen Böhm-Bawerk, en su primer aporte a la teoría del valor en 1886 (Böhm-Bawerk, 1886), deliberada y explícitamente usaba términos como “bienestar” para, precisamente, evitar que se entendiera que su análisis se centraba solo en consideraciones comúnmente entendidas como egoístas. Sino que su estudio comprendía todo lo que a un individuo le pareciera deseable y digno de ser alcanzado. Por lo que la crítica de Myrdal, una vez más, no se aplicaba en absoluto bajo ninguna circunstancia al moderno análisis marginalista-subjetivista, particularmente el de la Escuela Austriaca. Es que incluso el propio Myrdal en páginas previas (Myrdal, 1953: 98) reconocía que Bawerk rechazaba el análisis “hedonista” que él mismo estaba criticando. Pero el sueco añadía, tratando torpemente de desdeñar, que ese rechazo del austriaco vino luego en “ediciones posteriores” de su tratado. Algo que, como vimos y como señalaba Mises, era claramente falso pues estaba presente desde la primera aportación de Bawerk a la teoría del valor. A esta altura, Mises (1954) ya no solo acusa a Myrdal de realizar una caricatura absurda de los economistas, sino además de “negligencia reprensible”. Y no es de extrañar. La ignorancia supina de Myrdal era no solo indignante, sino un serio obstáculo para tomar seriamente lo que decía.

El resto de sus críticas, sobre este tema, contra el utilitarismo y hedonismo se basaban en su errónea concepción sobre el carácter formal y tautológico de los términos "utilidad" y "felicidad" como son usados por los economistas. Cuestiones ya aclaradas y criticas ya refutadas por el propio Mises antes de que Myrdal escribiera su libro (Mises, 1949: 14-15). Poco queda por decir ante tan abrumadora refutación. 




*Sí, ya sé que no hay un “Premio Nobel” estrictamente hablando para la Ciencia Económica. No es un galardón en el cual pensara Nobel en su última voluntad, sino que es un premio financiado por el banco central de Suecia. 



Böhm-Bawerk, Eugen von (1886), “Grundzüge der Theorie des wirtschaftlichen Güterwerts”. Jahrbücher für Nationalökonomie und Statistik. Vol. 13, No. 1-2, 477-541. Traducido por Hans Sennholz como (2005) Basic Principles of Economic Value. Grove City, Pennsylvania: Libertarian Press.

Mises, Ludwig von (1949), Human Action. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 1998.

Mises, Ludwig von (1954), “Myrdal’s Economics”. The Freeman. Vol. 4, No. 14, 496.

Mises, Ludwig von (1957), Theory and History: An Interpretation of Social and Economic Evolution. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. 2007.

Myrdal, Gunnar (1953), The Political Element in the Development of Economic Theory. London, UK: Routledge & Kegan Paul, Ltd. 2002.

domingo, 3 de enero de 2016

El 2003-2007 nunca fue sostenible


Los cimientos básicos del llamado “modelo K” ya se plantaron con el gobierno previo de Eduardo Duhalde por lo que, desde el punto de vista económico, lo correcto sería hablar del periodo 2002-2007. Pero en este post nos concentraremos solo en los herederos de la devaluación inflacionaria post-convertibilidad: los Kirchner. El periodo económico del kirchnerismo suele ser dividido en, como mínimo, dos partes: una es lo que podemos llamar el “milagro” o “Kirchner I” y va desde 2003 hasta 2007. El resto de años 2008-2015 pueden, a su vez, ser cortados en otros periodos (casi con seguridad el 2011 y el control de cambios conocido como “cepo” es otra división obligatoria).

La historia oficial, que comparten muchos kirchneristas y no-kirchneristas, establece que el periodo de auge 2003-2007 iba bien, era sólido y pudo ser sostenible con las medidas adecuadas. Lamentablemente, el mismo gobierno que encausó ese boom económico comenzó a tomar malas decisiones desde 2008. Por lo que no importa lo mal que termine el gobierno kirchnerista y, de hecho, terminó bastante mal, siempre será posible señalar al periodo 2003-2007 como lo que pudo haberse mantenido y lo bueno que habría sido el no desviarse de ese camino. Para muchas personas que comparten la creencia de que el Estado debe intervenir para ayudar a la economía de un país, es muy difícil defender hoy en día muchas decisiones de los Kirchner. Pero no dudan en señalar al periodo 2003-2007 como algo "rescatable".

Veremos, de manera simple aunque un poco extensa, que la “epopeya” kirchnerista jamás fue realmente sostenible.

Como ya analizamos antes, la devaluación no necesariamente mejora la productividad del país que la realiza. Así ocurrió en Argentina luego de la devaluación de enero de 2002: la productividad de la nación no cambió. La productividad total de los factores (PTF) representa las mejoras en el ahorro de costos medios de producción que no se deben a la sustitución de factores productivos más caros por otros más baratos debido a un cambio de precios relativos de esos factores. A pesar de ser un concepto mainstream, criticado y no utilizado por la Escuela Austriaca en general; es, en mi opinión, la forma más seria hasta ahora realizada para observar el comportamiento de la productividad de la economía en este país. Las alternativas supuestamente “heterodoxas” dejan bastante que desear. En palabras simples: “es lo que hay”.

Las ganancias de PTF “son un factor clave de la competitividad endógena de una firma, sector o país” (Coremberg, 2013). Por ejemplo, la productividad laboral puede aumentar porque se incrementa 1) la cantidad o calidad de (bienes de) capital por trabajador bien invertido (más y mejores maquinas, herramientas, equipos, infraestructura), 2) la calidad de la mano de obra o 3) la PTF que reúne un conjunto de fenómenos que permiten aumentar la producción independientemente de la acumulación y uso de factores (Coremberg, 2013). Es decir que sin aumentar la cantidad y calidad de factores, usando “los que hay”, pueden ser más productivos si están mejor organizados, complementados, asignados, si realizan economías de escala, etc.


Productividad Total de los Factores
ajustada y no ajustada. Fuente: Coremberg, 2014

Dados los cálculos disponibles (Coremberg, 2014) y en el caso más favorable al "modelo", la PTF sin hacer ajustes por capacidad utilizada y calidad de mano de obra, la productividad argentina no cambió con respecto al máximo la década pasada. Por otro lado, las ganancias de productividad sostenibles en el largo plazo una vez que se descuentan los efectos de recuperación (PTF ajustada), claramente muestran un decrecimiento (Coremberg, 2013) respecto al máximo de los 90s. EL nivel de la productividad argentina no ha superado el máximo de 1998. Ello quiere decir que la política del tipo de cambio “competitivo” en su mejor momento solo tuvo un efecto de corto plazo (gracias a los factores ociosos heredados de la crisis: la utilización del capital e intensidad laboral), jamás mejoró las variables reales de rendimiento de largo plazo de la economía argentina. La productividad de Argentina sigue siendo, como máximo, la misma. Y dado que la mejora competitiva no estaba basada en una mejora real sino en una perturbación monetaria, la reversión era inevitable y llegaría tarde o temprano. No debería extrañar que hacia fines de 2007 algunos indicadores de actividad económica se comienzan a estancar y ya en 2008 pierden el gran impulso que tenían desde aproximadamente mitad de 2002. El crecimiento extraordinario, pero no inédito (solo por dar un ejemplo: en 1991-1994, 1996 y 1997 también hubo “tasas chinas” de crecimiento anual del PBI como en otros periodos), del periodo 2003-2007 no era sostenible. 

Adicionalmente al factor de productividad, el volumen de comercio externo (al igual que el interno) depende en última instancia de diferenciales de precios que lo hagan rentable. El tipo de cambio, en este caso del peso y el dólar, está determinado en definitiva por el poder adquirido de la unidad de cada clase de dinero también conocido como la paridad del poder adquisitivo (Mises, 1912: 250-51; Rothbard, 1962: 828-31; Salerno, 1994a; 1994b). La devaluación (impulsada por expansión monetaria) solo puede perturbarla por un tiempo, pero se revertirá y tenderá al nivel que tenga ella de nuevo. Con lo cual los movimientos y los supuestos “beneficios” del periodo de ajuste solo son transitorios y aparentes

Ahora que sabemos que la productividad argentina no cambió, debemos preguntar ¿Cómo se sostuvo el tipo de cambio más alto de lo que debió haber estado? La respuesta simple es: emitiendo pesos.

Factores de explicación de la Base Monetaria. Fuente: BCRA

Recuerden que la oferta de Base Monetaria es lo que puede influenciar directamente el banco central (aunque los bancos comerciales, y las actitudes de sus clientes, también pueden influir). Como se observa arriba, entre 2003 y 2007 el principal factor de expansión de la base monetaria fue la compra de divisas para mantener el dólar artificialmente alto o lo que es lo mismo, el peso artificialmente devaluado.

Balanza comercial, en miles de dólares corrientes. Fuente: INDEC

Predeciblemente, ello provocaba que temporalmente las importaciones se encarezcan y las exportaciones se abaraten, impulsando superávits de balanza comercial. Noten que en el 2002, el año de la devaluación, las exportaciones en dólares no aumentaron sino que cayeron un poco y el superávit extraordinariamente alto se logró únicamente porque las importaciones se destruyeron. Ese superávit provocaba una entrada de divisas (un aumento de la oferta de dólares) que empujaba hacia abajo el precio del dólar en pesos. Esa revaluación del peso debió ser contrarrestada por el banco central emitiendo y comprando dólares (de paso, aumentaba sus reservas). El propio gobierno confesaba que si no emitía para comprar dólares el precio de este “bajaría hasta los $2,30”.

El banco central emitía pesos para comprar dólares (gran parte se los “compraba” a exportadores a los cuales obligaba por ley penal cambiaria a vendérselos), lo cual aumenta la base monetaria (como la aumenta la compra de otros activos por parte del banco central). Dado que todos en el banco central saben, aun cuando ridículamente lo nieguen en público, que esa gran emisión de pesos (que son un pasivo del central) tendría efectos inflacionarios, decidieron esterilizar (sacar de circulación pesos emitidos) buena parte de esa expansión con operaciones de mercado abierto. Es decir, vendiendo títulos de deuda, que también son un pasivo, del banco central con el sistema financiero (letras llamadas LEBAC y notas llamadas NOBAC. Por supuesto, todas pagan una tasa de interés y tienen plazos cortos y medianos respectivamente) y con operaciones de pase pasivo como hizo en gran parte durante 2003 y 2004. Entre ambas daban más de 80 % del total esterilizado (ver el gráfico de "factores de explicación de la base monetaria"). En 2005 y 2006, a medida que creció la liquidez, los bancos comenzaron a devolver la deuda contraída durante la crisis, por lo que el banco central necesitó esterilizar mucho menos con títulos y pases de lo que hubiera tenido que hacer sin esa devolución del sistema bancario. Los títulos y pases pasaron a ser solo el 57 % y 32 % del total esterilizado en 2005 y 2006 respectivamente. Además el banco central lanzó un programa en 2005 para acelerar la amortización de la deuda de los bancos con él (Frenkel y Rapetti, 2008). En 2007 los pases y títulos vuelven a ser preponderantes en la esterilización.

Sin embargo, esa esterilización en 2003-2007 jamás neutralizó toda la emisión de pesos adicionales ni se quiso que fuera así. Por ello la base monetaria se sigue ampliando, o sea, teniendo un resultado neto positivo aunque decreciente hasta 2005, como se observa en el gráfico de factores de explicación de la base monetaria. La compra de divisas permitía expandir la cantidad de dinero y crédito. La oferta monetaria más restringida (base y circulante) y la más amplia (M1, M2 y M3) llegaron a crecer en promedio a una tasa de alrededor de 25 % anual, como se va a continuación.

Variación anual de la oferta monetaria: circulante, Base Monetaria, 
M1, M2, M3 y promedio de todas. Fuente: BCRA

Como consecuencia de la intervención monetaria expansiva para comprar moneda extranjera y mantener el tipo de cambio "competitivo", la oferta de dinero creció rápidamente y los precios internos inevitablemente subieron.

Tipo de cambio nominal, salarios, precios mayoristas, costo de la construcción,
IPC y promedio de todas. Indice con diciembre de 2001 = 100.
Fuente: INDECCosas que PasanBCRA
 

La línea verde es el precio del dólar (tipo de cambio nominal o TCN, según datos del BCRA), la punteada azul son los salarios, la punteada amarilla son los precios mayoristas y la negra punteada el costo de la construcción, todos de acuerdo con el INDEC. La línea roja son los precios al consumidor según Natalio Ruiz, que hasta 2007 son iguales a los del INDEC y luego usa datos no manipulados por este último. Todos muestran el nivel de cada índice y parten con diciembre de 2001 = 100.

Claramente se observa cómo las “ventajas” de la devaluación  inflacionaria solo fueron temporales. Inicialmente, al ocurrir la devaluación, el precio del dólar (línea verde) creció muy rápido y se alejó mucho de los demás precios internos. Luego de tocar máximos empieza a bajar y es mantenido artificialmente cerca de $3 por el banco central. Además podemos ver como, en el inicio, los precios suben más rápido que los salarios, provocando la caída del salario real y, gracias a ello, la caída de la tasa de desempleo. Tal y como estipula la teoría económica, a medida que pasó el tiempo y debido a la expansión monetaria, los precios y salarios crecieron. Las aparentes ventajas de la devaluación fueron cayendo en la cuantía que precios y salarios iban ajustándose a las nuevas condiciones monetarias. El pilar principal del “modelo” era un engaño contradictorio: para elevar y mantener el tipo de cambio (nominal) por encima de los demás precios (para así ser “competitivo”) se necesitó expandir la masa monetaria. Ese aumento de oferta de dinero provoca una elevación de los precios que tiende a minar lo “competitivo” del tipo de cambio buscado.

Noten que la pérdida de competitividad comienza muy temprano. Es falso, por lo tanto, pensar que "a partir de 2008" se empezaron a tomar malas decisiones que tiraron abajo los pilares del "modelo". El tipo de cambio "competitivo" estaba minado por sus propias contradicciones, no por las decisiones posteriores al año 2008

El nivel general de salarios en dólares también muestra la tendencia decreciente de la “ventaja” del tipo de cambio “competitivo” (medido en esa moneda). Claramente la parte más “exitosa” de “el modelo K” se basaba en mantener el tiempo que se pudiera los salarios en dólares y reales bajos.

Nivel general de salarios en dólares. Indice con diciembre de 2001 = 100. 
Fuente: BCRA, INDEC

Los dólares se compraban emitiendo y con deuda del banco central. Pero el banco central no puede endeudarse a ritmo alto para siempre. La mayor deuda implica mayores pagos por intereses los cuales se pagan, al final, emitiendo pesos. Por supuesto que el central puede, a corto plazo, renovar las letras que van venciendo, pero no puede hacerlo exponencialmente a la larga. Eventualmente, si acumula demasiada deuda, un día le pueden reclamar. Entonces deberá pagarlas (capital e intereses) y, en definitiva, tendrá que emitir para cumplir. Es menos emisión e inflación hoy a cambio de mayor emisión e inflación mañana. Además al emitir LEBACS se disminuye el ahorro local privado disponible y se tiende a aumentar la tasa de interés. Lo cual va en contra del propio objetivo del tipo de cambio real artificialmente alto: mayor crecimiento.

Tasas de interés de LEBAC a 90 días y de pases pasivos a 7 días. 
En porcentaje nominal anual. Promedio diario para valores mensuales. Fuente: BCRABCRA

Observen como las tasas de interés de las LEBACs y de los pases pasivos (promedio mensual de saldos diarios) tienden a aumentar a lo largo del periodo. Aun cuando la tasa de LEBACs se mantiene constante por un tiempo por la baja de utilización de ese instrumento durante 2005-2006, pasó desde 1,13 % en 2004 a 10,75 % en 2007, multiplicándose por más de 9 veces.

El ritmo de crecimiento de la deuda del banco central tampoco era sostenible. Un problema adicional de la estrategia del tipo de cambio “competitivo” durante 2003-2007 era no el nivel de reservas y títulos del banco central (a diciembre de 2007 las reservas eran casi tres veces el monto en dólares de las LEBACs y NOBACs), sino la tasa a la que crecían.

Reservas internacionales y Letras y Notas del BCRA. 
En dólares, convertidos al tipo de cambio de valuación. 
Indice con enero 2003 = 100. Fuente: BCRA

Claramente se observa que, aun cuando en términos de nivel las reservas superaban los títulos, la deuda del banco central crecía mucho más rápido que las reservas internacionales (parte importante del activo). En diciembre de 2007 las reservas eran 4,6 veces las de enero de 2003 mientras que las LEBACs y NOBACs eran 17 veces lo que solían ser para la misma fecha comparada.

Por lo que la estrategia de endeudar al banco central para esterilizar la emisión, que parece funcionar al principio, tampoco es sustentable a la larga. Y en cuanto a la esterilización por el pago de deuda por parte del sistema bancario al central, esta se hizo una vez en esa magnitud y no puede hacerse de nuevo, por lo cual tampoco es sostenible. Hacia principios de 2006 ya la mayoría de los bancos habían cancelado sus deudas con la autoridad monetaria (Frenkel y Rapetti, 2008).

Tipo de cambio real (TCR) bilateral con Estados Unidos (usando el IPC argentino de CqP luego de 2007), tipo de cambio real multilateral (TCRM) y promedio anual del TCRM (verde). Fuente: BCRAFREDIICosas que Pasan

El mantenimiento del tipo de cambio real multilateral (TCRM) alto durante 2003-2006 se debió a circunstancias, más que a acciones deliberadas del gobierno. Mientras que para elaborar el TCR con Estados Unidos se utiliza solo el IPC americano, para realizar el TCRM se ponderan varios según la participación en el comercio internacional con Argentina. Los más importantes fueron (y son) Brasil, la Zona del EURO y Estado Unidos, con China en crecimiento. Tanto el real brasilero, como el euro, como el peso chileno (por nombrar otro), se apreciaron mucho frente al dólar buena parte de 2003-2007. Además, como durante ese periodo Argentina mantuvo un tipo de cambio relativamente fijo con el dólar, la depreciación de la moneda norteamericana en el mundo ayudó también a mantener al TCRM argentino alto. 

Pero incluso aceptando el “éxito” de mantener artificialmente depreciado en términos reales el peso, claramente se ve que el final comienza en 2007 (año que se incluye en el periodo de “gloria K”). La clara inconsistencia interna del modelo terminó por “comerse” la “competitividad”. El promedio de TCRM en 2007 es mucho más bajo que en 2006 y casi igual al de 2003. No quedan dudas que la insostenibilidad del “modelo K” estaba en su propia esencia. La brutal política expansiva del gobierno se encontró con la suerte de Brasil y otros socios revaluando y Estados Unidos depreciando, lo que le permitió temporal e insosteniblemente disfrutar de un TCRM más alto de lo que hubiera sido sin esa fortuna.

Este post ya es muy largo y, por lo tanto, no entraré ahora en discusiones sobre los argumentos a favor de la supuesta sostenibilidad del esquema de esterilización que hacen los defensores del periodo 2002-2007 (Frenkel, 2007). Basta con decir que la esterilización nunca fue completa. Deliberadamente se buscó que la oferta monetaria crezca, y así ocurrió. Concomitantemente los precios internos en pesos tendieron a subir. Lo cual, con un precio del dólar elevado y más o menos fijo, propendió a minar el tipo de cambio real artificialmente alto (“competitivo”) a lo largo del tiempo. Por lo tanto, y dados los hechos presentados, el principal pilar del “modelo K” no era sostenible a larga.

Vale destacar que este análisis no toma en cuenta otros pilares del cual “el modelo” era dependiente: los precios internacionales, el consumo de capital ya existente y la capacidad instalada ociosa heredada. Variables que el gobierno no controlaba y simplemente encontró al llegar. Es decir, suerte.

Mal que le pese a los defensores kirchneristas y no-kirchneristas del periodo 2003-2007, no hay nada rescatable de él. El “modelo” no tuvo una "etapa virtuosa", sino un auge inflacionario insostenible. Su esquema nunca fue sustentable a la larga. Fueron sus propias inconsistencias y no un “cambio de política o de persona a partir de 2008” lo que determinó muchos de los problemas que duran hasta hoy. La división entre 2003-2007 “bueno” y 2008-2015 “peor” es falsa. Así como lo es el argumento de que "de haber seguido con las políticas de Néstor Kirchner, muchos problemas posteriores a 2007 se habrían evitado".





Coremberg, Ariel A. (2013) “Competitividad Argentina: Por la inflación y la baja productividad, se perdió la década”. Universidad de Buenos Aires.

Coremberg, Ariel A. (2014) “Midiendo La Productividad y Las Fuentes del Crecimiento de La Economía Argentina. El Proyecto ARKLEMS+LAND.” En Coremberg, Ariel A. Ed. (2015) Progresos en Medición de la Economía. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Temas Grupo Editorial. Asociación Argentina de Economía Política.

Frenkel, Roberto (2007), “La sostenibilidad de la política de esterilización”. Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina. Documento de Trabajo Nº 17.

Frenkel, Roberto y Rapetti, Martín (2008), “Five years of competitive and stable real exchange rate in Argentina, 2002–2007”. International Review of Applied Economics. Vol. 22, No. 2, 215-226.

Mises, Ludwig von (1912), The Theory of Money and Credit. New Haven: Yale University Press. 1953.

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